jueves , 28 marzo 2024
El auto asaltado. (Méndez Piña / diariodecuba.com)

La agresión a un botero, señal de alerta sobre la ‘satanización’ de los transportistas privados

El gobierno cubano utiliza la frustración de la población para arremeter contra los cuentapropistas, como método de control sobre ambos.

En la madrugada del domingo 12 de febrero un grupo de individuos asaltó a un botero en la intercepción de las calles Línea y 12, en el Vedado. Se presume que la agresión fue motivada por la tirria que siente parte de la población hacia estos cuentapropistas, quienes han reaccionado abusivamente contra algunos usuarios negándoles el servicio cuando cubren sus rutas con asientos disponibles. El acto vandálico se produjo en las proximidades del puesto de vigilancia del Ministerio del Interior (MININT), conocido como «la posta de Celia», sito en las calles 11 y 12.

Muchos consideran que el decreto del Gobierno de la capital que impone a los boteros el cobro obligatorio de cinco pesos cubanos por tramos, so pena de retirárseles la licencia e incluso decomisarles el auto, lejos de resolver el problema ha empeorado la transportación en La Habana.

Según testigos, uno de los asaltantes se acercó a la ventanilla del vehículo cuando el botero se encontraba detenido en el semáforo, presumiblemente para solicitarle que lo llevara a algún sitio y, de súbito, sus acompañantes arremetieron contra el chofer lanzándole piedras y golpeando el carro con un objeto contundente. El agredido fue trasladado al hospital con múltiples heridas en la cabeza y el cuerpo.

El automóvil, un Moskvitch con matrícula P136896, permanecía con los parabrisas destruidos y una puerta desprendida en la escena del incidente, mientras los peritos examinaban los daños y un patrullero de la Policía Nacional Revolucionaria (PNR) preservaba el área.

Vecinos del lugar coinciden en que este suceso fue un acto de violencia excesivo. «Los boteros nos ‘hijeputean’ —dijo uno de los curiosos, que no quiso revelar su nombre— pero nadie debe responder con la agresión incivilizada».

Otro de los presentes en el lugar, Oscar, un jubilado de 72 años, juzgó: «¿Cómo es posible que le impongan a los boteros cobrar cinco pesos por una carrera desde Playa hasta el Coppelia, si ya un limón cuesta ocho pesos? Si seguimos como vamos, ahorita tenemos que sazonar al limón con un bistec».

El matrimonio de Juan y Teresa, de 60 y 56 años respectivamente, cuenta que la noche del sábado se trasladaron a La Habana Vieja desde el Vedado para departir con unas amistades. En el viaje de ida abordaron un almendrón que les cobró una tarifa razonable hasta el Parque Central (10 pesos por pasajero). Al regreso, pasadas las 11:00 de la noche, el tráfico era casi nulo, mientras un ejército de peatones intentaba llegar a su destino.

«Los pocos almendroneros que paraban solo prestaban servicio de taxi. Cobraban cinco CUC desde el Parque Central hasta el túnel de Línea. Si protestabas respondían: ‘pregúntale al comunismo por qué lo hacemos'».

Asevera Juan que su esposa calzaba zapatos con tacones y no podía caminar largos trechos. Tras la imposibilidad de conseguir un almendrón que cobrara una tarifa razonable, resolvieron ir andando hasta una parada en la calle Zulueta. Por suerte lograron abordar un ómnibus de la ruta P11 que los llevó hasta las puertas del Hospital Calixto García. Desde allí se trasladaron a L y 21.

A los almendrones que paraban, Juan les ofreció 20 pesos per cápita para que los trasladaran hasta Línea y 12, pero los choferes le dejaban con la palabra en la boca y seguían de largo.

Nuevamente él y su esposa decidieron alcanzar la calle Línea, porque las guaguas tampoco paraban. Acordaron que ella caminaría hasta un lugar donde pudiera sentarse con seguridad porque estaba muy adolorida y él se trasladaría hasta la casa para traerles unos zapatos más cómodos. «Gracias a Dios —dice— un chofer de la ruta 27 nos recogió en medio del camino». La odisea de Juan y esposa tardó más de dos horas.

«Este decreto dictado por el Gobierno de la Habana parece cosa de principiantes», opina Juan. «Como siempre sucede, el pueblo es el más perjudicado, al pagar las consecuencias de los que no saben gobernar un país».

Los precios de los combustibles permanecen intactos (1,10 CUC el litro de diesel); los neumáticos desde 130 a 240 CUC por unidad; las pinturas y chapisterías superan los 1.000 CUC; el somatón 50 CUC por la izquierda; no hay suministros subsidiados de piezas de repuestos y se cobran abusivos impuestos a los taxistas particulares para que cumplan una labor social.

«Colma la copa la incapacidad del Gobierno para mejorar la transportación pública y encima de esto sataniza a los trabajadores particulares para provocar actos de violencia», lamenta Alberto, un contable de 66 años. «Ojalá no haya que lamentar víctimas fatales por tan irresponsable política».