jueves , 28 marzo 2024

El castrismo y la eficiencia económica: un antagonismo insuperable.

Con la reforma de la constitución, estamos a las puertas de una serie de cambios para que todo siga igual

La Habana | Cuba Sindical Press – Lograr niveles óptimos de eficiencia económica en los dominios de un centralismo, en este caso dependiente de un andamiaje productivo, obsoleto y ajeno a normas laborales y sindicales con cierto nivel de racionalidad, es como aspirar a ir a la luna en un globo aerostático.

De veras que resultan insólitos los llamados a superar la multiplicidad de fenómenos que provocan los déficits en casi la totalidad de las fábricas y empresas del país sin una restructuración a fondo de la economía que supere los límites de la retórica.

Por eso los planteamientos del máximo dirigente de la oficialista Central de Trabajadores de Cuba (CTC), Ulises Guilarte, en una conferencia efectuada recientemente en la provincia de Villa Clara, como parte del programa previo al XXI Congreso de la entidad sindical, hay que tomarlos como otra oportunidad perdida de encarar con determinación y sentido de responsabilidad un problema urgido de soluciones por su repercusión negativa en el bienestar de la mayoría de las familias cubanas.

La permanencia del racionamiento, el desastre en la esfera de los servicios, los elevados precios de los alimentos, tanto los importados como los nacionales, y las bajas tasas salariales, que se cuentan entre las más escandalosas del mundo, con un promedio de menos de un dólar diario, son los efectos de la caprichosa idea de la máxima dirección del país en continuar solventando las crisis por medio de la manipulación de las estadísticas sin olvidar la obstinada exageración de los efectos del embargo norteamericano.

Definitivamente, no pueden haber salidas airosas apelando al mismo cliché de señalar algunos elementos causales sin una consecuente toma de decisiones, mas allá del cerco ideológico que el partido único se encarga de reforzar mediante una caterva de obedientes funcionarios, como Ulises Guilarte, cuya obligación suprema es velar que las secciones sindicales de cada centro de trabajo en el país mantengan su fidelidad a una doctrina que aliena el desarrollo en todas sus facetas.

En este calculado escenario salta a la vista que la pobreza sea uno de los instrumentos indispensables del diseño de nación que se inventaron quienes llevan casi 6 décadas en el poder enajenando la voluntad popular y sirviéndose a sus antojos del patrimonio nacional.

Lejos de insuflar esperanzas, la proyectada reforma en la Carta Magna donde se contempla el cese del monopolio estatal sobre los medios de producción, dándole cabida a los diferentes tipos de propiedad, incluida la privada, ofrece más dudas que certezas a la hora de poner en práctica lo que equivaldría a un abandono parcial de los fundamentos que han regido la economía cubana desde la década del 60 hasta la actualidad.

Aparte de las interpretaciones y los entorpecedores anexos que pudieran aparecer en el camino, es necesario detenerse a pensar por otro lado, que la funcionalidad de esta diversificación depende de medidas aperturistas adicionales en otras áreas del entramado económico.

Debido a este trasfondo plagado de suspicacias es que la proyección del líder sindical en las reuniones que ha encabezado en las provincias de Matanzas, Las Tunas, Ciego de Ávila, Sancti Spíritus y por último en Villa Clara hay que tomarlas con cautela, pues no ayudan a forjarse una idea diferente, en el corto plazo, sobre lo que ha venido ocurriendo a lo largo de tantos años.

Y es que a los discursos oficiales relacionados con el tema les falta coherencia. Ninguna alusión inspira a creer que el gobierno abjurará de la hegemonía que ha disfrutado por más de medio siglo, basada en el control absoluto de los medios de producción y las fuerzas productivas, sin embargo, cabe pensar en el desarrollo de una estrategia de supervivencia que combine cierto margen de liberalización económica sin que se afecte el mandato en solitario del partido comunista.

Sin que quepan dudas, estamos a las puertas de una serie de cambios para que todo siga más o menos igual.

El historiador Manuel Moreno Fraginals, dijo, hace algunos años antes de morir, que Cuba estaba destinada a ser capitalista y pobre.

Me pregunto: ¿Y qué del sistema político? ¿Seguiremos bajo una dictadura? ¿Hasta cuándo?

El tiempo tiene la última palabra.