viernes , 29 marzo 2024
Dos trabajadores de una empresa estatal en La Habana. (EFE)

Los alcances de una autoridad moral

Ningún cubano ignorar que la corrupción, el robo y la ineficiencia no son por falta de un control total.

La Habana, Cuba | Cuba Sindical Press – La moralina revolucionaria es tan ridícula y patética como insultante para el lector. Que un burlón o burlado amanuense asegure en el Juventud Rebelde que “el control interno atribuye autoridad moral”, cuando los resultados de una comprobación en la capital arrojaron daños por 142 millones de pesos en Cup y más de 111 millones en CUC, debido a la ineficiencia, los delitos, la corrupción, y el incumplimiento, es como para preguntarse si estaba ebrio y escribió con una oreja o los pies.

Según este(a) moralista de salón –no rojo, como el del Capri, sino de los refrigerados y bien surtidos con Fidel y Raúl colgados en la pared, donde los directivos y cuadros del partido, el gobierno y de múltiples empresas y entidades suelen contemplar como sudan las cervezas Cristal o Bucanero, mientras debaten la situación del país– “los controles deben de ser sistemáticos”.

Ante aserto tan pedestre como la venta de tamales y maní en esta capital, no queda otra que preguntar: ¿Cayó en paracaídas sobre el Palacio de Convenciones ayer? ¿Se repatrió hace tres días o un mes? ¿Aún gatea y hay que cambiarle los culeros a este señor(a)?

Nadie que viva en Cuba puede ignorar que la corrupción, el robo y la ineficiencia no son por falta de un control total.

Si algo intangible y privado como el pensamiento está bajo control gubernamental, dígame usted a qué nivel se contabilizan las producciones y los insumos en un país donde todo pertenece por entero a los vejetes y delfines que vegetan y nadan bajo control remoto por las aguas infectadas de tiburones de Patria o Muerte y carné, con un cuchillo en la bota para salvaguardar su poder.

Por eso, más que autoridad moral, estos controles internos generan burlas y trompetillas hacia una Empresa Estatal Socialista que ante cada inspección, en lugar de fortalecerse, muestra más deterioro en lo estructural, el control y la productividad. Pero como a testarudo por conveniencia, no hay quién le gane a un comunista en su misión social: eligen hundirlo todo antes que cambiar.

De nada les ha servido ni servirá el uso y abuso de promesas, sermones ideológicos, consignas políticas, compromisos morales, Banderas de proeza laboral y otros artilugios para buscar la eficiencia de la Clase Trabajadora Cubana, sino transforman la improductiva empresa “socialista”, mejoran los salarios, permiten la inversión del obrero cubano en el sector estatal, aprueban la libre asociación sindical y otros derechos laborales que frenen la indolencia, el robo y la corrupción.

Más de cinco décadas de control estatal sobre los medios de producción del país –como muestra de inviabilidad– no han logrado el avance en la producción y los servicios de un sector por cuenta propia que, en apenas dos lustros, y pese a los obstáculos que impone el Estado, goza de cierta estabilidad y genera empleos y bienestar general, sin consigas, metas, ni redobles de tambor.

De ahí que pida al amanuense que compare los resultados de la Empresa Estatal Socialista con los de quienes trabajan en el sector privado y notará que en este último no aparecen, o son de insignificante valor comparados con los del Estado, problemas de ineficiencia, cuentas por pagar y cobrar, mala planificación y peor gestión, como arrojó la 13ª inspección de control en la capital.

Y si todavía piensa que fue un año malo para el Estado por el paso de un ciclón por Mayarí, una crecida de ríos en Guaracabuya o la prolongada sequía en Pilón, que pida los resultados de la comprobación anterior, la otra de más atrás y todas las realizadas en el sector estatal, y sólo encontrará elevados índices de descontrol interno que generan el robo y la improductividad.

Sé que jamás admitirán el desastre que representa una economía centralizada al viejo estilo de la frustrada ex Unión Soviética y su entorno satelital de países de la Europa del Este, obligados a reproducir en sus territorios esos experimentos económicos comunitarios que no eran más que métodos de control que generaban disgustos y carencias, como sucede aquí desde hace décadas.

No por gusto, aunque con manifiesto temor a perder el control político y económico del país, se hacen reformas tibias en la economía cubana, su sistema empresarial, las formas de producción y de propiedad, todavía demasiado superficiales y sujetas a sufrir una desaceleración para que el pueblo sienta que avanza este país, anclado en una utopía social que sólo genera corrupción.

Si el presidente designado, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, escuchó bien lo que le dijo Nguyen Phu Trong, Secretario General del Partido Comunista de Vietnam (PCV)1, durante una conferencia en el Aula Magna de la Universidad de La Habana, sabrá que con curitas y cambios cosméticos no se revertirán ni en un siglo los desastres provocados en la ciudadanía por culpa de la revolución.

Sin la intervención del libre mercado en la empresa estatal, el socialismo no se puede salvar, como señaló Phu Trong a Díaz-Canel, avalado por el caso de Vietnam donde a mediados de 2017 existían 610,000 empresas privadas, de las cuales 110,000 se formaron en 2016, y hoy representan el 40 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB), absorben el 85 por ciento de los nuevos puestos de trabajo, equivalentes, de forma aproximada, a la generación de 1,3 o 1,4 millones de empleo.

Así que déjense de fintas y vaselinas, pues la fuerza moral la da el mercado y no el control gubernamental, como demostró Vietnam al sacar por esta vía a 20 millones de ciudadanos de la miseria en apenas dos décadas. Si los cubanos somos 11 millones nada más, sería más fácil, a través de reformas y transformaciones reales, sacarnos en sólo 10 años de seis décadas de miseria.

De no ser así, querido amanuense y vocero de la moral socialista, cubra la nueva comprobación que se realice en el país y verá más de lo mismo: improductividad, cadena de impagos, desvío de recursos, corrupción y daños por miles y miilones de dólares, como muestra de que el control no tiene la más mínima autoridad moral, cuando está en juego la sobrevivencia del trabajador. | Vdomínguezgarcia4@gmail.com