viernes , 29 marzo 2024

Malabarismos aritméticos

A golpe de construcciones numerológicas, cada año la economía crece, se reducen las tasas de desempleo y mejora la productividad.

La Habana | Cuba Sindical Press- No cabe dudas de que el PIB cubano cerrará el año con un alza, aunque la realidad dicte lo contrario.

Probablemente la cifra sea discreta, pero hay que entender que a estas alturas de la historia lo más importante del número a exhibir como un trofeo en todos los periódicos y noticiarios es que ayude a dejar entornada la puerta a la expectativa de un socialismo capaz de resurgir con el vigor del Ave Fénix.

Disfrazar el estancamiento con números es una habilidad muy bien aprendida sobre todo a partir de que se acabaron los subsidios del campo socialista en las postrimerías de la década del 80 del siglo XX.

Ahora, los camuflajes aritméticos son mandatos de vida o muerte debido a la significativa reducción de las millonarias entregas de petróleo, procedente de Venezuela, desde que el chavismo sin Chávez entró en crisis.

Lo cierto es que, a golpe de construcciones numerológicas, cada año la economía del país crece, se reducen las tasas de desempleo y mejora la productividad.

Una de las pocas excepciones en esta venta al detalle de perspectivas halagüeñas fue en el 2016, cuando los hacedores de milagros aceptaron públicamente el fracaso de su gestión. En aquella oportunidad el PIB decreció un 0,9 por ciento.

El rango de la debacle socioeconómica era de tal magnitud que resultó imposible convertir el revés en victoria.

Al repasar los resultados del primer semestre del año en curso, vemos que hubo un despunte raquítico, disimulado con embelecos matemáticos y análisis llenos de visiones triunfalistas.

La cifra publicitada fue de una subida de 1,1 por ciento, presentada por los escribanos oficialistas como una evidencia de que había sido retomada la senda del crecimiento.

La diferencia de 0,2 por ciento entre una y otra, debería ser suficiente para calibrar la obsolescencia de las estructuras económicas vigentes y la imposibilidad de revertir la situación en un tiempo relativamente corto.

La continuidad y en algunos casos la exacerbación de las posturas ortodoxas invita a limitar la idea de un avance real.

El cambio generacional en el esquema de poder que se anuncia para los primeros meses del 2018, lejos de alentar las esperanzas en un cambio de derroteros, podría ser no más que un gesto utilitario favorable a la conservación del estatus quo.

La vieja guardia del partido ha dado sobradas muestras de que prefiere la cautela en cada movimiento hacia un acomodo cuya principal finalidad estriba en conservar sus privilegios.

Esos intereses explican la codificación del desorden y la renuencia a adoptar los principios de la racionalidad en todos los aspectos que atañen al desarrollo del país.

Por tanto, la supervivencia seguirá siendo un estilo de vida para la mayoría de las familias cubanas.

Pese todo ese panorama lastrado por la incertidumbre, el PIB apunta a un ascenso sostenido y el pleno empleo conserva su lugar en el prontuario de conquistas.

En referencia a esto último, salta a la vista el dato proporcionado por la Oficina Nacional de Estadísticas e Información donde se subraya que el desempleo en 2016 fue de 2,4 por ciento.

Sin embargo, fuentes alternativas opinan que más de 1 millón de cubanos están en la actualidad desempleados.

Al compararlo con la población laboralmente activa compuesta por alrededor de 5 millones, una gran parte de ellos víctimas del subempleo, solo resta decir que el socialismo en Cuba es un fracaso total, una suerte de marxismo musicalizado con bongó, maracas, timbales y cencerro, que da grima.