martes , 19 marzo 2024

Sobornar o morir: nueva ofensiva en Cuba contra el sector privado

El régimen refuerza la política de acorralamiento de la iniciativa privada cerrando centenares de negocios tan solo en la capital

Habana, Cuba | Ernesto Pérez Chang (CN) – Juana cerrará su “chinchal” de comida rápida antes de septiembre. Desde que fue publicada La Gaceta Oficial del 10 de julio de 2018 con los nuevos requisitos higiénico-sanitarios, su negocio ha sido invadido a diario por los inspectores del gobierno y, aunque ha logrado esquivar las multas con mañas más que a fuerza de razón, ya fue advertida de que las cosas irán a peor cuando deba solicitar la licencia sanitaria en su área de salud.

“Posiblemente no me la darán” comenta Juana mientras enumera las cosas que debería cambiar en su humilde puestecito en la Calzada de Diez de Octubre, en La Habana, si pretende continuar como trabajadora independiente.

“Tengo que cambiar los vasos y platos plásticos por loza o cristal (…), colocar un extractor en la cocina, que es la propia cocina de la casa (…), poner superficies de metal en las mesetas (…), hacer otra instalación para el agua (…), el agua aquí llega un día sí y otro no (…), tengo que buscar a otra persona para que cobre porque no puedo despachar y cobrar, y lo peor, ya no puedo seguir fabricando pru (una bebida tradicional del Oriente cubano), que es lo que más se vende aquí, en fin, que esto se acabó (…). Si no cierro, lo poco que he podido reunir se me irá en (sobornar) inspectores y multas. Yo no puedo”, dice Juana con profunda tristeza mientras habla de regresar a su antiguo puesto de trabajo en una empresa estatal.

En una situación similar se encuentra Oscar, dueño de un establecimiento de carnes frescas y procesadas.

A diferencia de Juana, este joven “emprendedor” intenta poner todo su negocio en orden según las nuevas regulaciones para continuar siendo relativamente independiente, aún así debe superar grandes obstáculos como la imposibilidad de importar directamente la materia prima necesaria para garantizar la calidad e inocuidad de sus producciones, adquirir el mobiliario adecuado para su empresa, el acceso a créditos bancarios, entre otros muchos, algunos tan absurdos que visten la forma de la presión y hasta del chantaje.

“Ya pagué una multa de dos mil pesos por no tener diferenciadas las áreas de venta (…). Tuve que separar la carne (fresca) de los ahumados, eso lo entiendo, pero es que no me permiten ampliar el local, ni tener dos, uno para una cosa y otro para otra (…). Este (local) no llega ni a diez metros cuadrados, tuve que hacer magia, pero bueno, ya eso lo habíamos solucionado (…), después volvieron los inspectores y tuve que comprar otro frízer, eso lo entendí también, a pesar de que tuve que ir a comprarlo en la tiendo porque si no tenía el comprobante de compra, era otro problema (…), tampoco el banco me da crédito para esas cosas, tiene que hacerlas uno mismo a pulmón, sin facilidades de ningún tipo”, explica Oscar, cuyos contratiempos han ido alcanzando el grado de tragicomedia.

“Después que lo teníamos casi todo, hace como una semana vino un camión de comunales y puso los tanques de basura frente a la entrada, ya te imaginas, moscas por todas partes y los inspectores queriendo que uno resuelva una situación que no es de uno, yo ni siquiera echo basura ahí (…), así y todo fui a comunales, fui al gobierno, porque la calle es de ellos, lo mío es de la entrada para adentro, pero nada, ni siquiera puedo demandarlos, pero ellos sí pueden ponerme multas por las moscas, aunque sean del basurero que pusieron ellos (…). No sé qué decirte, son malos, es lo único que te puedo decir”, dice Oscar.

Mientras Juana y Oscar libran una batalla por sobrevivir a lo que pareciera una ofensiva aniquiladora, que tan solo en unas semanas ha conducido al cierre de centenares de pequeños negocios tan solo en la capital cubana, en el mismo escenario comienzan a florecer quienes aún en el papel de víctimas, han encontrado la fórmula para salir ilesos o, mejor, beneficiados por la debacle.

“Si te quieren cerrar, te van a cerrar. ¿Y por qué te van a cerrar? Porque no conoces cómo funciona la cosa”, afirma Félix, quien ha logrado mantener su negocio a flote durante más de diez años, apenas con alguno que otro contratiempo sin relevancia.

Félix al parecer ha encontrado la fórmula para la victoria.

“Tu acuerdo no tiene que ser con ningún inspector. Si sobornas a uno, entonces al otro día vas a tener cien más jodiéndote la vida. Y si te quejas en el gobierno, peor. Ya vas mal desde el inicio (…), antes de abrir ya tienes que tener cuadrado todo eso en el gobierno (local), incluso con el Jefe de Sector (policía local), si te dicen que no, entonces ahí no se puede hacer nada. Los negocios se hacen donde se puede (…). Después olvídate de ONAT y de resoluciones (…). Si cambian al tipo, no importa, siempre queda gente allí que se encarga de decir cómo se pica el cake y a todo el mundo le hace falta el dinero”, dice Félix entre otra sarta de “buenos consejos” de la cual se intuye que las relaciones “subterráneas” o “informales” entre las instituciones estatales y el cuentapropismo, en todo este tiempo de “experimentación”, se han ido organizando bajo estructuras muy semejantes a las del crimen organizado desde las cuales se determinan vencedores como Félix y vencidos como Juana y Oscar.

Mientras esto sucede en el terreno de la iniciativa privada, muchos se preguntan en las calles por qué con las cafeterías y restaurantes del Estado no se procede con el mismo rigor, más cuando cometen las mismas violaciones de las normas higiénico-sanitarias que los negocios particulares, e incluso han sido mucho más señaladas negativamente por la población, de modo que los establecimientos gastronómicos estatales son relacionados con la miseria y la pobreza, en tanto la mayoría de las paladares son identificadas de modo positivo.

Más allá de que la competencia sea dispar o que la política del gobierno sea apuntalar la empresa estatal socialista a como dé lugar, todo parece indicar que parte de la “inmunidad” proviene de estar insertadas, más bien haber sido creadas, en ese mismo sistema descrito por Félix y donde están obligados a incorporarse aquellos cuentapropistas que pretenden el éxito, ya sea bajo la fórmula de aquel “astuto” o desde los modelos de cooperativa diseñados y controlados desde el propio gobierno.

La necesidad de hacer retornar las fuerzas productivas a un sector empresarial estatal nada atractivo y en crisis, pero mucho más controlable desde lo ideológico, también pudiera ser la causa de la tormenta de restricciones que llueve hoy en Cuba sobre el emprendimiento individual.

Publicados a principios de julio de este año en La Gaceta Oficial, la serie de resoluciones y decretos legales sobre las normas higiénico-sanitarias en relación con el llamado “trabajo por cuenta propia”, para muchos han venido a reforzar la política de acorralamiento de la iniciativa privada llevada a cabo por el gobierno cubano.

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