La ANAP repite promesas vacías en medio del colapso agropecuario, priorizando lealtad política sobre soluciones reales a la crisis alimentaria.
La Habana (Sindical Press) – Entre reuniones, informes, arengas patrioteras y compromisos de eliminar tendencias negativas, continúa escurriéndose la responsabilidad y ampliándose el registro del declive moral y ético de los directivos de las empresas y organizaciones del Estado.
La reciente asamblea de Renovación y Ratificación de Mandatos del Comité Provincial de la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP) de La Habana corrobora las preferencias por renovar viejas expectativas y la discusión de los mismos problemas de hace décadas.
Es parte de una rutina que pretende ocultar la inoperancia institucional y la revalidación de clichés, en vez de darle paso a planteamientos objetivos que redunden en beneficios para una población agobiada por la escasez crónica, el hambre y la certeza de que no hay alivio, más allá de la ficción de los medios, encargados de divulgar los amagos solucionadores de los burócratas.
Tanto el presidente de la organización, Jorge Wilsy Carballo, como los 185 delegados, deberían sentir vergüenza al validar otro escenario que se añade al eterno devenir de teorías sin respaldo práctico en el largo historial de la ANAP, fundada un 17 de mayo de 1961.
La gradualidad del retroceso, desde su creación, evidencia una peligrosa aceleración, sobre todo a parir de los 90 de la pasada centuria, con el cese de la ayuda de la Unión Soviética y los países satélites del Europa del Este y agravada con el fortalecimiento de los pilares de una política económica basada en el estricto control del Estado. Un proceso que ha tenido como trasfondo una irracional combinación de reformas y contrarreformas, en un período que abarca poco más de 6 lustros.
En la reunión volvieron al ruedo, los escollos de siempre que explican la imparable y sostenida caída de la producción agropecuaria.
Estos fueron, la tenencia y legalidad de la tierra, la demora en todos los procesos de certificación, las dificultades con la implementación de la bancarización y el impago reiterado a los productores por parte de las empresas y organismos.
El hecho de poner en la palestra el rosario de problemas no indica que la situación vaya a mejorar, como quieren hacer ver los promotores de la farsa.
Ya son demasiadas las evidencias de que a medida que aumentan las reuniones proporcionalmente es más baja la productividad en los sembradíos, cochiqueras y vaquerías.
¿Cómo se va a paliar el declive, con los serios y persistentes problemas con el abasto de combustible a las cooperativas, la falta de medios de transporte para la comercialización y el robo de productos agrícolas y animales?
Los únicos logros presentados en la asamblea ignoraron por completo la cuestión agropecuaria, evidenciando la desvergüenza de los cuadros presentes, quienes celebraron con júbilo la creación de 83 núcleos del Partido, 24 comités de base de la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC) y 85 brigadas juveniles campesinas.
La exhortación a incentivar la siembra en parcelas, patios y otros terrenos que permanecen ociosos resultó ser el planteamiento más alineado a la realidad. De hecho, se trata de una de las pocas opciones que van quedando para alimentarse frente a la arraigada insuficiencia de las ofertas en los mercados y unos precios de vértigo.
No hay dudas de que la ANAP sigue siendo una sucursal de la mediocridad. Otro conciliábulo de hablantines y vividores sin capacidad ni pretensiones de desarrollar políticas razonables que ayuden a remediar el problema alimentario.