El 2023 debe servir como un recordatorio de que el Estado es un lastre que necesita de una reinvención urgente.
La Habana, Cuba (Sindical Press) – Termina el 2023 y en un breve resumen podemos catalogarlo como un año pésimo, económica y políticamente. La inflación no ha dejado de crecer. El dólar se cotiza en las calles a más de 250 pesos, lo cual incide en los elevados precios del mercado minorista, hecho que anula las expectativas de la población de encontrar algún alivio.
Otro fenómeno a destacar en el año que termina es la estampida hacia otras tierras, allende los mares, de decenas de miles de personas, fundamentalmente jóvenes, obreros calificados y profesionales de diversas especialidades. Una sangría laboral que expresa la severidad de una crisis a la que no se le ve el punto final.
A través del “parole humanitario”, puesto en vigor por la actual administración estadounidense en octubre de 2022 para beneficiar a los inmigrantes de Venezuela, y accesible para cubanos y de otras nacionalidades a partir de enero de 2023, miles de nacionales han llegado a tierras de libertad, con otros tantos que han alcanzado el mismo sueño arriesgándose en el mar o cruzando fronteras desde algún país latinoamericano. He aquí otra manifestación del imperioso deseo de escapar de un sitio huérfano de esperanzas y sumido en una pobreza material y espiritual de ingentes proporciones.
Nada detiene el progreso de un caos socioeconómico con amplias probabilidades de generar vicisitudes mucho más drásticas. Ninguna de las medidas aplicadas para supuestamente detener los efectos de la crisis sistémica han tenido un final feliz. Todo ha quedado en una mera intención de entretener. La realidad muestra un inequívoco fracaso. La economía continúa en caída libre. Por más que se creen comisiones, se promulguen decretos y enfaticen soluciones rápidas y duraderas, la vida del cubano de a pie es cada vez más difícil.
El 2023 debe servir como un recordatorio de que el Estado es un lastre que necesita de una reinvención urgente, alejada de sus funciones monopólicas y sujeto al cumplimiento de funciones determinadas por un orden constitucional. Su intromisión impide resolver las necesidades mínimas de la población, tarea asignada al sector no estatal, como son las pequeñas y medianas empresas (MIPYMES) y los trabajadores por cuenta propia, quienes a lo largo y ancho de toda la isla se han encargado de alimentar y ayudar a sobrevivir a la población, aunque a precios determinados por unas leyes mercantiles tan absurdas como arbitrarias que limitan el valor de compra a escalas nunca vistas.
Para los jubilados que reciben 1500 pesos de pensión (6 dólares), la bolsa de leche que se vende en el mercado negro es un artículo de lujo. Un kilogramo llega a los 2000 pesos. Ni hablar de productos cárnicos e incluso de arroz y frijoles. A no ser la escuálida porción, de los dos últimos, que se entregan por la eufemísticamente llamada “libreta de abastecimiento” con frecuencia mensual a bajo costo.
En este último mes de año, los integrantes de la Asamblea Nacional del Poder Popular, en su X legislatura, han vuelto a dar señales de su divorcio total con la realidad que vive el pueblo. En cada una de las sesiones se pudo evidenciar el desprecio de las instituciones hacia la sociedad. Nada se legisló a favor de las personas que dicen representar.
La llamada Tarea Ordenamiento, un ajuste económico impuesto en medio de la pandemia, fue uno de los factores que agravó la actual crisis. El reconocimiento de su fracaso acompañado de rectificaciones que anteceden una nueva ronda de medidas de austeridad, hay que interpretarlas como otra arremetida contra el salario de los trabajadores y pensionados, en detrimento de la expansión y estabilidad de las MIPYMES, además de incentivar el proceso inflacionario existente.
La elevación de los precios del combustible, la electricidad y el transporte; el alza de las tasas impositivas a los cuentapropistas, la reducción en la entrega de los productos de la canasta básica, la escasez generalizada y el aumento de la desesperanza, son parte de los regalos del socialismo en este fin año, sin dudas, el peor de las últimas décadas.