El último paquete de medidas de austeridad es el reflejo de una crueldad sin límites contra los cubanos de pie.
La Habana (Sindical Press) – Aunque la crisis parece que ya no puede azotar más duro, el gobierno se las ingenia para intensificarla.
El último paquete de medidas de austeridad es el reflejo de una crueldad sin límites contra los cubanos de pie, entre ellos los trabajadores y jubilados con ingresos que no cubren sus necesidades básicas.
El sociólogo Inocencio Carpio, usuario de Facebook, dijo que “el término vulnerable que el gobierno esgrime como un eufemismo para calificar a los de menos recursos, es para disfrazar otro apelativo que bien pudiera llamarse: mendicidad o miseria extrema”.
Durante muchos años, el discurso oficial rechazó la existencia de la pobreza y la marginalidad bajo el socialismo, pero basta observar la frecuencia con que ancianos y niños hurgan en los tanques de basura en busca de algo que comer. Un paisaje que se ha vuelto común en un sinnúmero de localidades a lo largo y ancho del territorio nacional y también en muchos países, fundamentalmente en los del Tercer Mundo. Se trata de un fenómeno cada vez más arraigado a nivel mundial y para el que solo aparecen soluciones minimalistas. El modelo socialista cubano no escapa de esas taras, en este caso debido a la disfuncionalidad de las políticas económicas, trazadas sobre los renglones de una ideología seudo-marxista ajena al pragmatismo y fiel a las directrices centralizadoras elaboradas en las oficinas del partido.
Según datos de Naciones Unidas, casi la mitad de la población mundial vive actualmente en situación de pobreza, definida a partir de un ingreso de menos de dos dólares estadounidense al día. Entre quienes viven en esta situación, 800 millones de personas lo hacen en condiciones de pobreza extrema, sobreviviendo con menos de 1,25 dólares diarios.
En Cuba el salario medio es de 4560 pesos, unos 15 dólares al mes, según el cambio establecido en el mercado informal de 300 pesos por dólar. Todas las estadísticas que el gobierno presenta en los organismos internacionales y a la opinión pública, donde sobresalen los éxitos y las grandes expectativas en el orden económico y social, chocan con los tristes episodios de una involución integral y sostenida.
La afirmación, por parte de funcionarios de alto rango, de que ninguna persona calificada como “vulnerable” quedará desamparada, no resiste el peso de los hechos. Carlos Gaínza, residente en Jaimanitas, una localidad costera perteneciente al municipio Playa, de la capital, es jubilado de la empresa del vidrio y recordó que una persona vulnerable es la que percibe pagos por debajo de 2100 pesos al mes.
“Conozco a un minusválido que vive solo y no tiene más que su jubilación de 2235 pesos, alrededor de 7 dólares, y ninguna otra entrada de dinero. Con el fin de buscar algún alivio a su percance, solicitó la visita de los trabajadores sociales para que valoraran su caso. Finalmente, no fue aceptado como vulnerable por recibir 135 pesos por encima de la tasa fijada para estos casos”, subrayó Gaínza.
Para tener una idea de lo difícil que resulta cubrir las necesidades de primer orden, hoy día es necesario desembolsar 700 pesos por una libra de carne de puerco y 2000 por un kilo de leche en polvo, a lo que habría que añadir los gastos en medicinas, regularmente vendidas en el mercado negro a elevados precios. Las farmacias se mantienen con los estantes semivacíos. Lo poco que llega cubre un ínfimo por ciento de la demanda.
“Conozco a varios ancianos de Santa Fe y de Jaimanitas que comen gracias a los malolientes tanques de basura. Uno de ellos se llama Alberto Ruiz, un anciano de 80 años, hijo y nieto de mártires en la lucha contra Machado y Batista. Vive en condiciones deplorables. Se alimenta de lo que le regalan y de lo que encuentra escarbando en la inmundicia. Son miles por toda Cuba que deambulan como zombis en un callejón sin salida”, concluyó.
Recientemente se conoció a través de las redes sociales, el suicidio de una joven madre, residente en la Guinera, en el capitalino municipio de Arroyo Naranjo, al no contar con los recursos para alimentar a sus hijos. Este no es un caso aislado. Escapar de las penurias y la desesperanza, lanzándose al vacío o colgándose de una soga, ha dejado de ser una excepción ante el paso arrollador de la miseria.
El hambre, las faltas de libertades, la corrupción, los cortes del fluido eléctrico, la inflación galopante, el colapso del transporte público y el caos institucional son indicadores de que una explosión social pudiera ocurrir antes que concluya el año.