La debacle se acentúa y aunque pueda parecer trivial, la miniaturización del pan es otro indicio de hacia dónde vamos.
La Habana (Sindical Press) – Entre el surtido de transiciones rocambolescas y denigrantes ocurridas bajo el mandato del anodino presidente de Cuba Miguel Díaz-Canel, sobresale una que lamentablemente no será la última.
Esta metamorfosis tiene que ver con un producto que en su momento fue una especie de salvavidas en el apogeo de los embates del hambre y que en la Isla nunca ha abandonado su rol protagónico en el campo y las ciudades, pero sobre todo en centenares de cuarterías y edificios agrietados a merced de un esperado y violento derrumbe.
En esos lares, donde la sobrevivencia lleva capas adicionales de sombras, el pan llegó a ser como el amigo que llega en el momento oportuno, un remanso de paz en el fragor de la tormenta, algo tangible y providencial en el páramo de las carencias alimentarias, que hoy se extiende por todo el territorio insular.
Nadie, tal vez muy pocos, previeron la sostenida degradación del trozo de harina de trigo cocida que alegraba los corazones de adultos e infantes, quienes lo saboreaban con una untura de mantequilla o simplemente acompañado de un vaso de agua con azúcar con el rostro iluminado por la alegría. La materia prima era de calidad y la cocción inmejorable.
En los días que corren, el pan normado es un reflejo de la decadencia que se ha desparramado por cada rincón del país.
Hace unos días se anunció una nueva reducción de su peso. Ahora tendrá solo 60 de los 80 gramos previos, un retroceso que parece no tener frenos, lo cual podría derivar en una proporción tan simbólica como la hostia que los sacerdotes católicos ponen en la boca de los feligreses durante la misa a la hora de comulgar. Por si no bastara con la merma, desde hace tiempo, llueven las quejas sobre el sabor ácido y una textura de color verdoso, unas veces gomosa y otras con una dureza que espanta. Existen videos en las redes sociales de personas partiéndolo con objetos contundentes. De no ser por esas pruebas documentales, sería difícil creerse la historia. ¿Qué tipo de insumos utilizan para que el producto adquiera una composición de esa naturaleza?
Mientras Díaz-Canel largaba una de sus parrafadas en la recién finalizada Feria Internacional de Turismo, miles de cubanos sopesaban la noticia en torno al pan. Para el presidente, legitimado por el dedo índice del general de ejército, Raúl Castro, este es un asunto menor.
En el cronograma de desastres recientes y los que se irán materializando paulatinamente, que él y sus compinches tratan de ocultar con las mismas murumacas retóricas, las tragedias cotidianas para cubrir las necesidades básicas de la mayoría de los cubanos, pasan inadvertidas, aunque de vez en vez, salgan a relucir falsas expectativas de soluciones y por estos días, evocaciones a logros inexistentes en la industria del Turismo por parte del mandatario designado.
En mayo del presente año, el exdirector del Centro de Estudios de la Economía Cubana, Omar Everleny, dijo al canal de televisión latinoamericano de origen alemán Deutsche Welle que la industria turística era como una locomotora sin vagones en referencia al sostenido declive, añadiendo elementos de juicio tales como “una oferta turística baja y servicios que han perdido calidad en comparación con otros destinos caribeños”.
En conclusión, sigue sin haber voluntad política para sellar responsablemente las grietas sociales y económicas.
La debacle se acentúa y aunque pueda parecer trivial en todo este revoltijo de fracasos, el asunto de la miniaturización del pan, es otro indicio de hacia dónde vamos.