La Habana, Cuba | Cuba Sindical Press – De un tiempo acá ha aflorado la preocupación de las autoridades cubanas por los inventarios ociosos y los de lento movimiento. Es decir, las materias primas, producciones en proceso y artículos terminados que duermen el sueño eterno en los almacenes de empresas y entidades sin que se sepa qué hacer con ellos.
En noviembre de 2013 se promulgó el Decreto Ley no.315 con el objetivo de incorporar al control interno de empresas y entidades un sistema de trabajo que velara por la existencia en demasía de determinados inventarios. Asimismo, se ha sistematizado la celebración de ferias de productos ociosos y de lento movimiento, las que podrían facilitar el comercio de esos renglones, pues lo que le sobra a una entidad podría faltarle a otra.
Mas, ni aun así se logra aminorar el problema.
Un reciente dosier del periódico oficialista Trabajadores (edición del lunes 26 de junio) da cuenta de que al cierre de octubre de 2016 se reportaba un incremento de los inventarios con respecto a igual período del año anterior por 5 mil millones de pesos. De ese total, el 29%correspondía a mercancías para la venta, mientras que las materias primas y materiales representaban el 19%. Por supuesto que no hablamos de un exceso de inventarios debido a mayores niveles de producción, sino de renglones que llenan los almacenes a causa de deficiencias en el trabajo empresarial.
A la hora de especificar las causas que dan origen a los inventarios ociosos y de lento movimiento, los economistas progubernamentales mencionan, entre otros factores, la inestabilidad de los proveedores de insumos y materias primas, la carencia de una logística moderna, así como la ausencia de elementos de programación financiera que aconsejen los niveles óptimos de inventario que deben acumular las entidades.
Incluso, en el mencionado dosier hallamos opiniones como esta: “Históricamente cualquier bloqueo ha determinado la forma de pensar la economía de los países. En el caso cubano, como el asedio del Gobierno estadounidense impide desarrollar relaciones normales de comercio con otras naciones, durante un buen tiempo ha primado la decisión de acumular recursos”.
Con independencia de que algunos de estos planteamientos contengan un mayor o menor grado de certeza –por supuesto, el del bloqueo se acerca más a una manida justificación política–, nos parece que ninguno accedió al meollo de la cuestión.
La razón fundamental de que haya mercancías sin salida en los almacenes de empresas y entidades parece ser esa mala costumbre de producir de espaldas al interés de los consumidores. Una anomalía que generalmente se pone de manifiesto en economías estatistas y centralizadas, donde lo más importante para los empresarios es cumplir el plan orientado “desde arriba”, sin que medie un estudio previo de mercado que tenga en cuenta a los posibles clientes o consumidores.
En el contexto cubano ha sido muy común en estos años de gobierno castrista que una empresa productora le venda su producción a una entidad comercializadora de otro organismo, y esta, a su vez, lo oferte para su consumo a una tercera entidad. En ese caso, como es lógico, existe un divorcio total entre productor y consumidor. O sea, el primero nunca sabrá si su producto fue o no del agrado del segundo.
¿Y qué decir del desdén por las técnicas de estudio de mercado que prevaleció en Cuba hasta entrados los años 90 de la pasada centuria? Estudiantes de las carreras de Economía durante la época en que la isla era miembro del CAME, relatan que en las aulas nunca oyeron hablar del Marketing, pues esa herramienta se consideraba “una técnica de dirección capitalista”.
Aun en medio del alboroto reciente por los inventarios ociosos y de lento movimiento, está por ver si la actualización del modelo económico logra resolver este problema. Por lo pronto, el precepto contenido en los Lineamientos y la Conceptualización del Modelo, que establece la prevalencia de la planificación sobre el mercado, no aporta muy buenos augurios al respecto.