Osmel Ramírez Álvarez | Holguín – La Cooperativa Desembarco del Granma, de Mayarí, Holguín, tiene más de 80 campesinos asociados y alrededor de 400 hectáreas en explotación, pero ni un solo tractor en funcionamiento.
Tampoco posee silo, ni máquina cosechadora, arado o grada; ni siquiera una máquina desgranadora de maíz o frijol. No tiene vehículo para transportar las cosechas ni para gestiones administrativas, tras más de 15 años de su reestructuración en su forma actual: Cooperativa de Créditos y Servicios Fortalecida (CCSF).
La Desembarco del Granma solo cuenta con un caballo con carretón y las alrededor de tres docenas de yuntas de bueyes que quedan en manos de los productores. Por ahora, porque los animales están bajo el asedio de los delincuentes que se dedican al hurto, sacrificio y comercialización de la preciada carne.
Dos décadas atrás, la cooperativa poseía más de 100 yuntas de bueyes. Con los recursos de hoy, cualquier actividad, incluso roturar la tierra, es toda una odisea.
Las cooperativas tienen la responsabilidad —impuesta recientemente por los nuevos ordenamientos empresariales— de comprar y transportar para sus socios todos los insumos y cosechas. Es obvio que se hace imposible cumplir con precisión y puntualidad las tareas, pues tampoco hay empresas que presten estos servicios regular y eficientemente.
«Ahora exigen que el maíz se entregue seco, desgranado y venteado, pero no tenemos desgranadora. Un solo campesino tiene una manual y la alquila, pero no da abasto para tanta gente y tampoco lo ventea. En los años 50 esos molinos se vendían por la libre en las ferreterías; pero luego, con la Revolución, nunca más los hemos visto. Hay que desgranar el maíz quintal por quintal, con las yemas de los dedos, y los frijoles a palos en un saco. Es un trabajo terrible cuando se tienen 30 o 40 quintales», dijo un cultivador de maíz y frijol.
Con respecto a los tractores, cabe señalar que en décadas pasadas se autorizó vender equipos en mal estado (de baja en las empresas) a los campesinos. Muy pocos fueron a parar a manos de verdaderos cultivadores. Aunque los propietarios tienen que asociarse para legalizarlos, en la práctica es muy difícil que su uso responda a los intereses de las cooperativas. Generalmente se dedican a actividades privadas de carga, que son más lucrativas.
Por otro lado, el Gobierno ha invertido millones de dólares, o se ha endeudado aún más, comprando maquinaria moderna. Eso es cierto. Pero han situado estos vitales recursos en empresas agrícolas estatales —tradicionalmente ineficientes—, en el afán obstinado de que cumplan finalmente con el rol económico que se les demanda.
Por ejemplo, en Mayarí existe en estos momentos suficiente mecanización en las empresas del Estado para cubrir dos o tres municipios (según los especialistas han expresado en reuniones oficiales). Sin embargo, las cooperativas y los campesinos no tienen acceso a ese servicio de forma efectiva y puntual, debido a problemas burocráticos.
«Cada dos o tres años cambian a los jefes y no mejoran en nada», comentó el presidente de una cooperativa, con muchos años en el sector, que prefirió mantener el anonimato.
«Aunque tengamos dinero suficiente en nuestras cuentas, no existe ningún sitio en donde podamos comprar un tractor u otro vehículo o maquinaria. Tiene que ser por asignación, y el Estado, al nivel central, no ha decidido situarnos esos recursos. Mientras sea así es casi imposible dar un salto productivo. Se exige mucho, pero hay muchas trabas y muy mal manejo de los recursos», agregó.
Los productores de la cooperativa, así como los del resto del municipio Mayarí, tienen que agenciárselas para conseguir transporte y llevar el tabaco hasta la empresa (a una distancia de entre cinco y diez kilómetros). Para ello tienen que acudir a las opciones del mercado negro, que atentan contra sus ganancias.
«Antes la empresa recogía el tabaco casa por casa con sus medios de transporte. Ahora tenemos que llevarlo por nuestra cuenta, gastando muchísimo dinero con los particulares. Dicen que la cooperativa tiene que acarrearlo pero, si no tiene ningún vehículo, ¿cómo lo va a hacer? Al final ponen a pasar trabajo al hombre que produce», se quejó un productor de tabaco.
La falta de maquinaria y transporte es uno de los obstáculos más importantes al desarrollo agrícola cubano. En la base está en el modelo económico imperante, que es completamente disfuncional.
Es imposible alcanzar grandes volúmenes de producción de alimentos y sustituir importaciones en condiciones tan rudimentarias.