La Habana, Cuba | Cuba Sindical Press – El intrusismo profesional, una de las supuestas razones para imponer el paquetazo de medidas restrictivas contra el Trabajo por Cuenta Propia (TCP) en Cuba, vigente desde el pasado 7 de diciembre, alcanza protagonismo en el Decreto Ley 349, al limitar, y convertir en contravención, el desempeño de artistas y escritores independientes dentro de la isla.
Según han denunciado en las redes sociales varios afectados, el draconiano decreto ley prohíbe la prestación de servicios artísticos y su remuneración cuando no hayan sido aprobados y contratados “por la institución cultural que corresponda”. Además, se penaliza la figura de los managers o representantes “sin la autorización oficial”, y la actividad cultural de los artistas que no estén profesionalizados en escuelas o por agencias estatales.
Y es ahí donde me pregunto: ¿No son creadores independientes que pagan sus impuestos al fisco por ejercer su labor de forma alternativa a los dictados del régimen? ¿Acaso existen normas en la OIT, manuales en Hollywood o en el Pen Club Internacional que determinen las bases o parámetros para medir quiénes son escritores o artistas y en cuál institución cultural del Estado se graduaron para ser considerados profesionales y autorizados a crear?
¿Puede algún estúpido comisario de la Política Cultural de la Revolución Cubana explicar en qué centro de la enseñanza artística se graduó Nicolás de la Escalera, considerado el primer pintor cubano conocido, cuyas obras son expuestas en el Museo Nacional de Bellas Artes de Cuba y en múltiples galerías en el extranjero a más de dos siglos de su muerte?
¡Acaso alguno de los trasnochados censores culturales empeñados en determinar quién es artista o escritor en Cuba, es capaz de decir en qué taller de narrativa del chino Heras León participó Cirilo Villaverde para escribir Cecilia Valdés, o quién autorizó a José Martí, quien fue abogado, a escribir la novela Amistad funesta, o ejercer, sin título, el periodismo?
Si estos idiotas consideran intrusismo el ejercicio de una profesión no afín con los estudios realizados por una persona ¿alguno puede decirme que Benni Moré no fue cantante, Chano Pozo, percusionista, Sindo Garay, trovador o Chencho Domínguez, bailarín? ¿Acaso tienen el valor de decirme el por qué si Fidel Castro no estudió periodismo lo llaman el Periodista Mayor? ¿No es intrusismo también, aunque la guataquería y el miedo les hagan decir no?
Además, resulta patético por anticultural, prohibir y considerar contravenciones la comercialización de libros “con contenidos lesivos a los valores éticos y culturales”, comercializar artes plásticas “sin la autorización correspondiente”, entre otras violaciones al derecho a crear y difundir la literatura y el arte que no respondan a los intereses políticos u ofendan los rubores patrios y las sudoraciones ideológicas de la pacatería revolucionaria
De qué valores éticos y culturales puede hablar una revolución que prohíbe libros como Celestino antes del alba o Tres tristes tigres, entre otros de los escritores cubanos Reynaldo Arenas y Guillermo Cabrera Infante, fallecidos en el exilio sin que sus obras circularan en el país sino de forma clandestina para el placer de su lector natural, el cubano, y como moneda de cambio al ser canjeadas por leche condensada y otros productos desaparecidos del país en los años 90, por esos mismos que hoy determinan cuándo y qué se puede leer.
Nadie que sepa apreciar las artes plástica puede siquiera imaginar a Wifredo Lam con La jungla escondida en una mochila para ir a verderla al malecón, o a Carlos Enrique detenido en un bar de La Habana Vieja por negociar El rapto de las mulatas, ni calificar a Víctor Manuel de proxeneta por querer vender la Gitana tropical a un cazaputas saudí o español.
La perreta mística que arman los “dicen que comunistas” cubanos no es porque aparezca una teta furtiva en un video clip de moda, ni el remeneo lascivo de una joven mulata que enseña un cachete de nalga bajo el short, si ellos bastante que las disfrutan y vacilan en vivo y en una etiqueta de ron, sino para el control absoluto de cuanto se mueve en la sociedad.
Viejos sátiros, jóvenes con tendencia a la promiscuidad sexual, lectores de Salmos verde olivo y practicantes del culto al Santo Comunismo, fingen regenerarse bajo el sayón de un partido, cuando todo lo que prohíben, vituperan o lastran a los artistas y escritores del país, no cumple otra misión que obligar a los creadores a mantenerse en el redil estatal trazado por Fidel en su Palabra a los intelectuales, acuñado por él durante la Parametración, y retomado por sus seguidores con este aberrante Decreto Ley 349 impuesto en la nación.