La Habana, Cuba | Cuba Sindical Press – El gobierno cubano quiere agenciarse la mayor cantidad de votos en el próximo referendo constitucional que se celebrará el 24 de febrero.
A juzgar por el número de acciones, tanto propagandísticas como represivas, busca obtener un alto porcentaje de aprobación que le sirva de apoyatura a la fraseología triunfalista con sus exaltaciones al socialismo, el “masivo” respaldo popular y la batería de promesas en la construcción de un futuro luminoso, siempre a merced del aplazamiento indefinido o el olvido en sus versiones más originales y cínicas.
Al parecer, hay temor en la cúpula de que el posicionamiento por el NO, como vienen insistiendo algunas agrupaciones opositoras en las diversas plataformas de las redes sociales y en sus respectivas comunidades, con el fin de que se visibilice el creciente descontento en la sociedad, no alcance niveles que pongan en entredicho la legitimidad del régimen.
El antagonismo entre el sector oficialista y sus contendientes, crece en la medida que se acerca el día en que el país estrenará una nueva Carta Magna, viciada por la voluntad de sus dueños nucleados en el partido único, la Central de Trabajadores de Cuba (CTC), la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC), la Federación Estudiantil Universitaria (FEU), por solo mencionar algunas entidades de una profusa lista.
Los liderazgos a nivel institucional están decididos a impedir a toda costa que las peticiones contrarias al Sí, sean lo suficientemente altas como para poner en ridículo al castrismo, representado por Miguel Díaz-Canel.
Y es que, más allá de una votación por una nueva Ley de leyes, que en realidad conserva en gran medida, el espíritu y la letra de la anterior en cuanto a limitaciones y omisiones respecto al libre ejercicio de decenas de derechos fundamentales, los cubanos estamos ante el desafío de un plebiscito que reforzaría, en mayor o menor medida, el modelo político vigente, de acuerdo a lo que se espera tras el conteo de los votos: el triunfo de quienes tienen la potestad de contabilizar las boletas sin la presencia de extraños que denuncien cualquier anomalía.
Es posible decretar de antemano el vencedor en un escenario caracterizado por la habitual presencia de represores, en los alrededores de los colegios electorales, dispuestos a afianzar las utilidades del miedo que experimentan la mayoría de los cubanos ante la sospecha de un posible delator, un policía encubierto u otros con uniformes y listos para aleccionar a los disconformes, con golpes y detenciones.
Arrestos, interrogatorios, amenazas, vigilancia permanente, allanamientos de domicilios y confiscaciones contra opositores y simpatizantes están a la orden del día, lo cual demuestra el propósito de reducir el margen de maniobra de quienes lideran la campaña por el voto negativo.
Una victoria pírrica no es conveniente para el gobierno, aunque tampoco sería algo que amenazaría ipso facto su estabilidad.
Una adhesión notable al No, debería ser interpretado como un relativo debilitamiento político-ideológico del sistema y, por otro lado, también significaría un descenso en la eficacia de los mecanismos represivos, lo cual no es poca cosa.
Esas dos hipotéticas razones bajo un modelo totalitario, son de suma importancia, no solo desde el punto social y psicológico sino también desde los nichos de la política.
Como era de esperarse, uno de los vehículos para impulsar las campañas por el voto a favor de la continuidad han sido los medios de prensa.
Recientemente el semanario Trabajadores expuso los puntos de vista de dos jubilados y tres jóvenes de caras al venidero referendo.
Todos dieron fe de su determinación a votar por el SÍ.
Decisión siempre cuestionable, bajo los auspicios de la circunstancialidad que rige en un contexto donde hasta el amigo íntimo o un familiar cercano puede ser el responsable de entregar informes periódicos a la policía.
La doble moral es la trinchera del pueblo. El lugar donde sobreviven millones de cubanos.
No todos los que proclaman total fidelidad a los representantes del poder central son honestos en sus afirmaciones. La supervivencia condiciona el comportamiento en público.
Un SÍ puede transformarse en un NO, en un par de segundos.
Miles de cubanos, incluidos los que juran ante los medios su apego a las políticas gubernamentales, quizás estén barajando esa permuta.
Las urnas tienen tres planchas de cartón, en forma de paredes y como puerta, un velo.
Esa soledad debería generar confianza para saltarse los muros del conformismo y la aceptación pasiva de tantas humillaciones por parte del Estado.
Es una oportunidad para decir ¡basta!