Hasta ahora, la CTC ha hecho oídos sordos frente a directivas del régimen que perjudican intencionalmente a los cuentapropistas cubanos.
La Habana, Cuba | Cuba Sindical Press – El sindicalismo oficialista cubano practica la misma conducta que le atribuye al gobierno de Estados Unidos. Resulta que ahora la oficialista Central de Trabajadores de Cuba (CTC) se presenta como una ardua defensora de los intereses de los trabajadores por cuenta propia. Esa organización se muestra “muy preocupada” por las recientes medidas dictadas por la administración de Donald Trump, las cuales limitan las visitas a Cuba de ciudadanos norteamericanos, y en consecuencia afectarían a los cuentapropistas de la isla que tenían en esos visitantes a un mercado floreciente para sus productos y servicios.
Así quedó patentizado en un editorial aparecido este 10 de junio en el periódico Trabajadores (reproducido en la misma fecha en el diario Granma, órgano oficial del gobernante Partido Comunista), titulado “La doble moral del imperio”. El editorial argumenta que el gobierno de Estados Unidos, después de apostar por que los emprendedores cubanos se constituyeran en un sector no afín al castrismo, ahora no toman en cuenta los perjuicios que sus políticas podrían acarrearles a esos trabajadores no estatales.
Según la CTC, “Por estos días pueden encontrarse manifestaciones de disgusto de integrantes del sector no estatal, entre ellos los transportistas privados, arrendadores de viviendas, habitaciones y espacios, los elaboradores y vendedores de alimentos, o los fabricantes de artesanías típicas, ante la medida de la Administración Trump de prohibir el arribo a nuestro archipiélago de embarcaciones de todo tipo procedentes de Estados Unidos y de buques cruceros”.
Ante semejante labor “altruista” del sindicalismo oficial, podríamos contraponer las tantas veces en que la CTC ha hecho oídos sordos frente a directivas emitidas por las autoridades cubanas que han perjudicado a los trabajadores por cuenta propia.
Por ejemplo, nunca han cuestionado el porqué de los altos impuestos que les gravan a muchos cuentapropistas, ni el hecho de que esas obligaciones fiscales aumenten de un año al otro sin que medie una explicación al respecto; tampoco ha protestado la CTC por las multas y recargos que impone la Oficina Nacional de Administración Tributaria (ONAT) a aquellos cuentapropistas considerados como subdeclarantes tras presentar la Declaración Jurada de Ingresos Personales; nunca se ha alzado la voz del sindicalismo castrista para impedir que el gobierno cierre determinadas actividades privadas, como sucedió con los cines 3D. ¿Y qué hace la CTC para apoyar a los cuentapropistas que muestran su malestar por la obligación de abrir cuentas bancarias fiscales donde se controlen sus gastos e ingresos? Por supuesto que nada. Silencio total.
En esos casos no se evidencia el perfil de la CTC como representante de los intereses de los trabajadores –algo que insisten en atribuirse los mandamases del gremio oficialista–, sino que se pone de manifiesto su verdadero rostro: ser simplemente una correa de transmisión con que cuenta la maquinaria del poder para mantener movilizados y controlados a los trabajadores cubanos. Y en el caso de los cuentapropistas con más celo, pues temen la existencia de un sindicalismo independiente en el seno de ese sector no estatal. Pierden el sueño cada vez que recuerdan la labor del sindicato Solidaridad en la Polonia comunista.
Entonces, a las acusaciones de doble moral que la CTC lanza contra el gobierno norteamericano, podríamos aplicar aquello de que “no le lances piedras al vecino si tu techo es de cristal”.