La escasez gestionada convenientemente no es problema para la élite cubana de poder, es una herramienta eficaz del instrumental totalitario.
La Habana, Cuba | Cuba Sindical Press – Por estos días el desabastecimiento en los comercios capitalinos es un poco más soportable, pero el relativo sosiego podría ser un breve paréntesis en el desarrollo de una crisis socioeconómica que quizás escale a niveles dramáticos en los próximos meses. Lo que sí no admite discusión es que, ni por asomo, habrá anaqueles saturados de productos, ni tampoco merma alguna en los niveles inflacionarios.
Los efectos del embargo, recrudecido por la actual administración republicana y la muy posible imposición de otros castigos, de aquí a las elecciones de noviembre de 2020, amenazan con crear mayores contratiempos en la economía nacional, también lastrada por la actitud indolente y reaccionaria de los funcionarios y burócratas encargados de tomar las principales decisiones en los órganos de poder central.
El asunto es que la voluntad política para liderar un serio y progresivo plan de transformaciones en todo el aparato productivo continúa siendo deficitaria.
Las preferencias se inclinan por la conservación del modelo centralizado, con algunos retoques capitalistas, sin llegar a una imitación del modelo chino.
Explicado más claramente, cero posibilidades para la creación y auge de una clase media, al menos bajo el mandato de la vieja guardia del partido, sobre todo el pequeño grupo de comandantes encabezados por Raúl Castro y los generales que controlan el estamento militar y el Ministerio del Interior.
La leve recuperación en las ofertas de productos de primera necesidad es un indicador de que o bien la situación actual de la revolución bolivariana no es tan grave como parecía o de que existen fuentes alternas de financiamiento, en forma de créditos o subsidios, de una o varias de las naciones que sostienen enconadas disputas con los Estados Unidos, sin descontar la cooperación con la Unión Europea, de la cual se derivan periódicas entregas de partidas monetarias, como la reciente donación de 4 millones de euros para la agilización de los trámites que hacen los empresarios del bloque comunitario interesados en invertir en la Isla.
La permanencia de Maduro en el cargo, a pesar de las controversias con la oposición y el largo historial de violación flagrante de los derechos humanos, invita a pensar en que los suministros de petróleo a La Habana se mantienen, por lo menos en cantidades que les garantizan a los destinatarios un margen de maniobra suficiente para sortear los déficits internos, motivados por las razones antes expuestas.
Hasta el momento, no hay síntomas que adviertan la proximidad de un colapso, no obstante, la situación puede cambiar hacia peores escenarios de penurias y desesperanzas.
Algunos expertos, han expresado su convencimiento de que el declive de la economía no llegará a los extremos de la crisis de los 90 de la pasada centuria. Alegan que existe una mayor diversificación de la economía y un consenso internacional, no tan solapado, en favorecer una transición a largo plazo, liderada por el partido único, para evitar brotes anárquicos y un éxodo masivo, que extiendan la desestabilización más allá de las fronteras insulares.
Son interpretaciones de una realidad, tan válidas como las que apuntan en sentido contrario, es decir, a la probabilidad de una sublevación popular como preámbulo a un golpe de estado, cuyos líderes asumen el compromiso de proporcionar las respectivas articulaciones para el funcionamiento de una democracia.
Todas las variables pueden acontecer, pero las suposiciones corren el riesgo de terminar difuminándose entre la suma de eventos nacionales e internacionales que se construyen en la sombra o surgen inesperadamente.
No es descaminado pensar que la prioridad del cubano promedio continuará circunscrita a la búsqueda de alternativas para aliviar la pobreza, a expensas de una mayor incidencia en todo el país.
En esos trajines transcurre su existencia. La gente sobrevive como puede a sabiendas de que asechan nuevas rondas de privaciones y medidas punitivas contra quienes se atrevan a cuestionar al gobierno.
El socialismo que nos impusieron como una camisa de fuerza ha asegurado una continuidad que parecía imposible. Señal de que no le faltan cómplices allende los mares, incluso de países democráticos y de funcionarios que laboran en algunos órganos de las Naciones Unidas.
La teoría de una parsimoniosa gradualidad transicional hacia no se sabe qué, cobra fuerza entre los sobresaltos que provocan tantas necesidades.
Pienso que castrismo y prosperidad nunca van a coincidir. La miseria es un factor de suma importancia para lograr los niveles óptimos de control social. Entonces, la escasez gestionada convenientemente no es problema para la élite de poder. Es una de las herramientas más eficaces del instrumental totalitario.