Si muy problemática resulta la adquisición de alimentos en Cuba, la cocción se convierte en un desafío, igual o mayor.
La Habana, Cuba | Cuba Sindical Press – No es una frívola suposición el hecho de que cientos de familias cubanas tengan que recurrir al acopio de árboles y ramas secas para poder comer.
Y es que, en algunos poblados, el uso de fogones rústicos ya no es un recuerdo del llamado período especial –el eufemismo utilizado para identificar la dura crisis económica de principios de los años 90 a causa del cese de las generosas prestaciones económicas y financieras de los países europeos pertenecientes al extinto campo socialista.
Estos artefactos, a menudo confeccionados con un par de ladrillos y una oxidada plancha de zinc encima, han aparecido nuevamente y no se sabe por cuánto tiempo. El problema con los suministros de este tipo de combustible será de una duración indeterminada, según las informaciones ofrecidas por la empresa estatal Unión Cuba-Petróleo (CUPET), lo cual indica la recurrencia de una práctica que se añade a la larga cadena de vicisitudes que afectan al cubano de a pie.
Si muy problemática resulta la adquisición de alimentos debido a los altos precios, la deprimida oferta y los bajos salarios, la cocción se convierte en un desafío, igual o mayor. Hay que señalar, como parte del crítico escenario, las repetidas interrupciones del servicio eléctrico con la correspondiente inutilización de las ollas eléctricas y el riesgo de que parte de las provisiones colocadas en los refrigeradores terminen pudriéndose.
Por tanto, las garantías del acceso a tres comidas al día se alejan todavía más con las nuevas limitantes, a lo que habría que añadir el alza en los niveles de desnutrición y sus efectos nocivos para la salud.
Con el recorte de gas licuado puesto en vigor el pasado 1 de agosto, el consumo de pan con una tímida untada de aceite, acompañado de un vaso de agua y azúcar se elevará irremediablemente. Esa fórmula alimentaria, aparte de calmar el hambre, ha sido muy económica para las familias numerosas de muy bajo poder adquisitivo y ancianos que cobran jubilaciones de entre 15 y 25 dólares al mes. Ahora, con la dificultad para cocinar, es obvio un repunte en su popularidad.
Frente al acelerado agravamiento de la situación socioeconómica del país y la falta de políticas gubernamentales que ayuden a mitigarlo, más allá de la retórica al uso, es posible la proliferación de protestas, hasta el momento mínimas y locales, y la postre rápidamente controladas por la policía sin el uso de mucha violencia, pero esto puede cambiar de persistir el avance de una involución, que puede ser revertida al margen de los efectos del embargo estadounidense. El bloqueo interno, desestimado olímpicamente por la prensa oficial, es un elemento fundamental de la crisis que atenaza el presente y el futuro de varias generaciones.
Es oportuno recordar que en lo que va de año no han cesado las afectaciones de servicios básicos que van desde el prolongado desabastecimiento de agua, la falta de decenas de medicamentos en las farmacias, el alza de precios en los agromercados y los menoscabos energéticos con su impacto negativo en el transporte público y en los hogares. La lista es demasiado larga para ser citada con lujo de detalles.
El compromiso de la élite de poder con mantenerse sobre los ejes de la continuidad del modelo a toda costa, significa una irresponsable apuesta por el empeoramiento de la crisis.
Todo tiene un límite y el pueblo cubano parece estar llegando al umbral en el que ya no es posible aguantar más carencias y humillaciones.