domingo , 24 noviembre 2024
Los "ninjas" de trenes intentaban robar azúcar destinada a la exportación. (Estelar)

Ofensiva televisada contra el mercado negro: de la inutilidad al entretenimiento

Esas aparatosas exhibiciones televisivas encubren una realidad que solo se aliviaría con transformaciones medulares en la política económica del país.

La Habana, Cuba | Cuba Sindical Press – Cada semana, los telespectadores cubanos tienen acceso a al menos un capítulo de una novela policial, con la salvedad que sus intérpretes no son actores graduados o empíricos, sino gente común y policías uniformados que cuentan mercancías incautadas y declaran frente a la cámara algunos detalles del operativo, además de ofrecer pistas sobre las causas del allanamiento, arresto, prisión preventiva y envío a los tribunales.

La mayoría de las personas que consumen este segmento audiovisual transmitido en el noticiario estelar de la televisión no llegan a asombrarse. Más bien se preguntan el porqué de esos alardes ahora, cuando esas redes de contrabando existen desde hace muchísimos años, y donde participan desde encumbrados militantes del partido –directores de empresas, jefes de almacenes y gerentes– hasta simples empleados que conforman uno de los últimos eslabones del comercio ilegal estructurado en todo el territorio nacional.

El mercado negro no es fenómeno pasajero en Cuba. Se trata de una práctica consuetudinaria muy difícil de esquivar a tenor de la escasez endémica de productos de todo tipo y salarios que no alcanzan ni para cubrir las necesidades básicas.

Cobrar el sueldo a fin de mes es parte de un ritual vaciado de racionalidad. Con el nivel inflacionario actual, una compra modesta basta para uno quedarse, literalmente, sin un centavo.

El impacto del COVID-19 en la Isla ha incrementado de manera sustancial la rutinaria diferencia entre los altos precios impuestos por el Estado y el menguado poder adquisitivo de los trabajadores.

La casi total paralización de la economía apunta hacia un escenario muy similar al acontecido en los comienzos de la década del 90, cuando se terminó la ayuda proveniente de la URSS y el resto del bloque socialista de Europa del Este.

La teatral presentación de policías como especie de superhéroes criollos que desarticulan en un santiamén cualquier evento relacionado con el robo en los establecimientos estatales, cuyas mercancías se venden al mejor postor en los vecindarios, no es más que una pose carente de seriedad y  lejos de ser útil para detener un problema que ha echado raíces tras las cortinas de las unanimidades del pueblo en torno al dogma del partido único, a pesar de tantas promesas incumplidas, prohibiciones ilógicas y exigencias de más sacrificios en aras de garantizar la continuidad del modelo socialista.

Esas aparatosas exhibiciones solo sirven como cortina de humo para el encubrimiento de una realidad que solo se aliviaría con transformaciones medulares en la política económica del país.No se vislumbra ninguna iniciativa que vaya en esa dirección.

El robo va a continuar, al margen de las redadas y la publicidad acompañante, mientras existan las motivaciones.

En un ámbito caracterizado por las carencias materiales de larga data y la falta de vías legales para superarlas, es normal que el mercado subterráneo haya adquirido tales dimensiones y ostente esos blindajes que lo protegen de las razias policíacas.

Siempre será fácil presentar culpables en la pantalla chica, y no solo un caso semanal. Si se lo proponen, pueden transmitir de cinco a diez operativos diarios, de lunes a viernes durante el resto del año. Son miles los implicados en todo el país.

La corrupción y la doble moral son los carriles de una revolución que perdió el rumbo y se estrelló contra el muro de sus propias contradicciones.

El apoyo popular masivo al sistema político vigente fue una verdad que se desvaneció en los primeros años de su implementación.

Después vinieron el juego de las apariencias, el oportunismo y otras coartadas que facilitan una prometedora inserción en los mecanismos del estado con vistas al lucro desmedido para unos pocos y la oportunidad de aplacar los embates de la miseria para el resto de los participantes.

Ya debe estar al salir un nuevo capítulo de la serie policial con tintes de reality show.

En esos mismos instantes se estarán perpetrando decenas de robos a lo largo y ancho del país.

No hay solución real al problema, solo un poco de entretenimiento.