Muchos productos alimenticios y de aseo personal que se ofertaban de manera liberada han desaparecido de los estantes quizás permanentemente.
La Habana, Cuba | Cuba Sindical Press – Es casi seguro que algunas de las medidas impuestas por el régimen de la Isla que recrudecen el sempiterno racionamiento pasen los límites de lo coyuntural para estacionarse indefinidamente en los dominios de una cotidianidad lastrada de escaseces, desilusiones, incertidumbres, entre otras manifestaciones de un modelo económico disfuncional, cuya pretensión es conservar intactas sus estructuras, de acuerdo a la orden del alto mando del partido y el gobierno, que en Cuba es lo mismo, de garantizar su continuidad.
Sin un cambio de mentalidad que contribuya a revolucionar las metodologías utilizadas en la producción industrial, en la esfera de los servicios, la relacionada con las finanzas, los asuntos laborales, entre otras, es inútil pensar en la superación del estancamiento en que se encuentra el país.
El fenómeno de la pandemia global ha empujado la sociedad hacia el borde del abismo y no se trata de una visión tremendista ni de otra alarma que ofrece dudosas advertencias de una inminente catástrofe.
Basta repasar los graves efectos en los abastecimientos de productos básicos, el alza en la inflación, con todas las derivaciones imaginables, para darse cuenta que en el futuro cercano pudieran haber tormentas sociales que amenazarían la estabilidad del modelo neo-estalinista, más allá de su tristemente célebre capacidad represiva y el temor arraigado en la mente de la mayoría de la población, habituada a obedecer los decretos firmados por los mandamases y sus subalternos, con tal de evitar la inclusión en algunas de las listas negras que se actualizan, con sumo rigor, en las oficinas de la policía política.
Si bien nadie puede asegurar que habrá una rebelión de las masas a causa del aumento de las penurias, tampoco es descartable que ocurran este tipo de eventos si confluyen una serie de factores que incluyen la desmoralización de la élite de poder al no poder proyectar un mínimo de credibilidad ante el concurso de una crisis que se agrava, la pérdida de influencia y eventual muerte de algunos de los llamados históricos que se oponen a los cambios y sobre todo, la profundización de las necesidades más elementales, con el aumento del hambre, la falta de medicinas y las afectaciones en el abasto de agua, electricidad y gas, epor solo citar algunas de las carencias que soportan regularmente decenas de miles de cubanos a lo largo y ancho del territorio nacional.
Es oportuno acotar que en la actualidad menos cubanos pueden comer tres veces al día, según la norma. El alza en los precios son golpes permanentes al salario promedio que a duras penas llega a los 40 dólares al mes.
Muchos productos alimenticios y de aseo personal que se ofertaban de manera liberada han desaparecido de los estantes, quizás para siempre o por un tiempo indeterminado.
Solo quedan las entregas a través de la libreta de “abastecimiento”, consistentes en irrelevantes porciones de arroz, frijoles, azúcar sal, aceite, algo de pollo, picadillo de origen desconocido que parece residuo fecal de algún estómago descompuesto, huevos también limitados y de vez en cuando un trozo de jamonada con pellejos y nervios, supuestamente de cerdo y en ocasiones convoyados con unos gusanillos minúsculos de color blanco.
Entre las novedades que contar en estos interminables cruces con la miseria, el Ministerio de Comercio Interior (MINCIN), autorizó la venta regulada de los llamados módulos de alimentos en moneda nacional (CUP), a precios inaccesibles para muchas personas. Las madres solteras con hijos y los jubilados encabezan la lista de los candidatos a declinar la compra.
El descontento va cuesta arriba y las previsiones, al menos para lo que resta del año en curso, son muy poco halagüeñas respecto a las posibilidades de una leve mejoría del nivel de vida.
Desde la cúpula del gobierno solo llegan sartas de disparates en vez de decisiones trascendentales que ayuden a aliviar la difícil situación socioeconómica. El colmo es que el presidente del país haya alentado públicamente la venta de guarapo y limonada como una de las soluciones para atenuar el impacto de la crisis. La exhortación ha desatado un vendaval de burlas en las redes sociales. En Cuba apenas hay caña de azúcar ni limones. Tal vez se refirió a la importación de ambos productos.
Valga señalar que Cuba importa anualmente alrededor del 80% de los alimentos que se consumen, muchos de los cuales pudieran producirse en las extensas áreas de tierras ociosas que existen en todas las provincias.
Desafortunadamente, el racionamiento no tiene sus días contados, al menos mientras los timoneles del socialismo cuartelero continúen haciendo piruetas en el borde del abismo.