Seamos serios y hablemos la verdad sobre estos ángeles alados que resisten la escasez y los desabastecimientos sin ningún reclamo
La Habana, Cuba | Cuba Sindical Press – Nunca seré capaz de entender al pueblo cubano. Si, como dicen los hijos de Ramiro Valdés y Murillo, “somos felices aquí” —aunque lo griten desde allá—, ¿qué razón le asiste a un grupúsculo de 11 millones de cubanos para cuestionar, indignarse y exigir un recorte en los precios que vendrán a partir del 1 de enero de 2021, si tendrán más dinero que un jeque o un ejecutivo de la General Motors, que tal vez les alcance para comprarse un revolver, una soga y una libra de cebo?
¿Dónde quedó el desinterés por el dinero que preconizaba el Che cuando era presidente del Banco Nacional? ¿Alguien lo escuchó quejarse del precio del pasaporte, el billete de avión o del hotel cuando iba disfrazado de Mongo (Ramón) hacia el Congo o Bolivia, para redimir a esos pueblos y convertirlos en hombres nuevos y castrados de todo tipo de queja, pues esta envilece el carácter?
¿Ya olvidaron el bolsillo de la guerrera de Fidel donde, según su probada honradez, no encontrarían ni un dólar, callando por pudor y compromiso con el cubano de a pie que los guardaba por miles de millones en Suiza, Islas Caimán o quién sabe dónde, para devolvérselos —de ser necesario— al pueblo que los generó, convertidos en salud, educación y electricidad gratuitas o subsidiadas?
Si Raúl lloró frente al espejo mientras se cepillaba los dientes con crema dental Perla (8 pesos la unidad, y sin quejarse) antes del fusilamiento de Arnaldo Ochoa, Patricio de la Guardia y otros Héroes de la República de Cuba, ¿con qué moral Liborio el Tiribitabara y Juanita la Imbañable se quejan del precio del jabón, el detergente o el champú, ahora que seremos socialistas millonarios?
Nadie puede asegurarme que vio a la presidenta de la Federación de Mujeres Cubanas, Teresa Amarelle Boue, sudorosa y descompuesta en una cola para comprar pollos. Tampoco tienen evidencias de que la Ministra de Finanzas y Precios, Meisis Bolaños Weiss, haya protestado por la subida del gas manufacturado, los frijoles, el picadillo de pavo y el puré de tomate. Y menos la viceministra Anayansi Rodríguez cuestionando los precios del croquinol, el tinte y la queratina.
¿Acaso alguien escuchó a nuestro Ministro de Economía, Alejandro Gil Fernández “El Dandy”, quejarse del precio de un refrigerador, una lavadora, un aire acondicionado, un televisor Panda o un pantalla plana? ¿Pueden decirme si alguno lo escuchó alguna vez criticando el precio de los autos y motorinas importados? ¿Lo han visto molesto por los precios del vestuario y el calzado?
¿Alguien ha visto al ministro de la agricultura, Gustavo Rodríguez Rollero, metido hasta las rodillas en un surco para saber in situ el precio de cosechar malangas? ¿Lo han escuchado protestar por el precio de una papaya o un plátano burro, una libra de tomate o una ristra de ajo? ¿O a Eduardo Rodríguez Ávila (Eddy para los amigos), Ministro del Transporte, criticar alguna vez los precios del pasaje en un P-2, una gacela, un tren, un ómnibus interprovincial o un almendrón? Lo dudo mucho.
Es más, ¿quién me puede asegurar que vio al Ministro de la Alimentación con tres metros de tripas al hombro por La Habana para hacer un exquisito embutido, o comiéndose una gallina decrépita? ¿Quién al comandante de la revolución Guillermo García comiéndose una jutía, un avestruz o un cocodrilo? Seguro que no. Ellos son altruistas, entregados a la causa revolucionaria, y prefieren comer una langosta enchilada o un bistec de res antes que tocar lo que corresponde al pueblo.
Además, no creo que alguien haya visto a la Primera Dama de Cuba, Lis Cuesta ¿Caro?, comer algo fuera de un restaurant del Gran Hotel Packar cinco estrellas, pues su loable propósito es no ocupar una banqueta del Ten Cent de Galiano, con tal de que alcancen un nutritivo y revolucionario plato de arroz con chícharos las madres trabajadoras y sus párvulos. Es sabido que patentiza su bondad y desprendimiento, comprando las carteras, bolsos y otras pacotillas en El Corte Inglés de Madrid.
Como si fuera poco, hablan del tren de vida del Primer Ministro, Manuel Marrero Cruz, aunque nadie lo ha visto enojado por los pequeños derrumbes de las edificaciones y la muerte de niños, mujeres y ancianos bajo los balcones, las paredes y techos en La Habana. ¿Quién lo ha oído protestar airadamente porque le den pollo por pescado? Seamos serios y hablemos la verdad sobre estos ángeles alados que resisten la escasez y desabastecimientos sin ningún reclamo.
Y ni hablar de quienes juzgan a Esteban Lazo por pedir, en nombre de la Asamblea Nacional del Poder Popular que preside, cárcel y fusilamiento para los disidentes y opositores pacíficos en la Isla, pues es tan noble que ni siquiera ha aprendido a leer ni hablar para no sobresalir en cultura sobre otros tarugos como él que integran el parlamento más afinado, coral y unánime que alguna denominada democracia haya visto u oído desde Atenas hasta nuestros dictatoriales días cubanos.
Para terminar este acto de indignación ante los temores, enojos e inconformidad de mis compatriotas por los precios y otras subidas y bajadas que vendrán en el 2021, quiero preguntarles: ¿Por qué dudan y hablan de la integridad de nuestro presidente, Miguel Díaz-Canel Bermúdez? Si él, como cualquier hijo de vecino, anda sin nasabuco, baila casino, desayuna café con pan o agua con azúcar, paga la electricidad y usa pulóver Puma y reloj de miles de dólares.
¿Cuál es la obsesión de llamarlo “puesto a dedo” si a él lo eligió Raúl y alrededor de otros 12 catetos para ahorrarnos el levantar la mano o votar a casi nueve millones de cubanos que sabían estaríamos de acuerdo con la elección impuesta? ¿Cómo dudar de un hombre que obedece a Raúl y a Machado Ventura por sobre todas las cosas cual un fiel exponente y seguidor de los consejos de los mayores y generales viejos que suelen darle lecciones de moral y pescozones tiernos?
¿Dónde se ha visto un presidente que nos convoca a pensar como país —para extranjeros— y dice ser continuidad de los sublimes desastres económicos, manipulación política, represión ideológica y corralitos culturales como todo buen jefe de gobierno? ¿Cómo dudar de un jefe de gobierno que nos convoca a sufrir junto a él en este estercolero de país Seguro que Venceremos?
De verdad que duele oír quejarse a nuestro pueblo por una subidita de precios implementada por quienes, junto al pueblo, codo a codo con las masas, hacen colas a sol y sereno, durante días para comprar cuatro libras de cerdo, un colchón o tres bolsas de cementos, mientras miran como los parásitos que viven de remesas —como el propio gobierno— entran y salen de las Tiendas Recaudadoras de Divisas (TRD) a comprar, consumir o revender todo de lo que carecemos.
Eso es injusto compatriotas. Ninguno de los susodichos arriba mencionados se ha ido del país —sólo sus hijos y perros—, y aguantan y comparten con estoicismo, entereza, sacrificio y humildad este temor eterno a no sobrevivir por culpa del bloqueo, como dicen ellos, y por la ineficiencia del gobierno, según ustedes, hijos de la ingratitud, la pereza, el oportunismo, la hipocresía y el miedo.
De ahí que yo les pida que no sean inconformes. Aplaudan a rabiar, griten desde su isla-tumba ¡Patria o Muerte, Venceremos! y jamás duden que viven en un paraíso de palabras y consignas escritas con las letras encendidas del infierno. Así que relájense, no teman, no protesten ni se quejen. Sigan sus instintos y salgan a la calle o refresquen, que con pandemia o sin pandemia, el Paquetazo viene.
Eso se los sugiero yo, Nefasto El Consejero. | vicmadomingues55@gmail.com