Al abandonar la misión, los médicos no poseen documento de identificación válido ni la posibilidad de demostrar su formación académica.
Madrid, España | Yusimí Rodríguez López (DDC) – «El médico que va a ir de misión tiene que cumplir una serie de requisitos. Por ejemplo, tiene que pagar la cuota sindical, las MTT, el día de haber (un día de salario que se ‘dona’ al país). Tiene que conseguir una carta que diga que participas en todas las actividades del CDR», cuenta el doctor Alex Castro Pardo, de 37 años y especialista en Medicina Interna, quien trabajó en Arabia Saudita desde septiembre de 2019 hasta mediados de 2020.
«Ellos (las autoridades) van y te investigan en el barrio a ver si cumples con todo. Sobre todo, no debes tener ningún pensamiento ideológico diferente al de la Revolución cubana. Además, tienes que pasar un curso político del Partido. Si usted no trae un documento que diga que participó y pasó el examen que aplican allí, tampoco va de misión», añade.
Un profesional de la Salud que ofreció su testimonio a Cuban Prisoners Defenders tras escapar de Venezuela, y autorizó a la organización a dar su contacto a DIARIO DE CUBA, cuenta que también tuvo que pasar el «curso político».
Este médico terminó la especialidad de Medicina General Integra (MGI) y empezó a trabajar en un policlínico de San Justo, Guantánamo. Estando allí, «llegó un grupo de misiones» para Brasil y Venezuela, y él se apuntó.
«Nos dijeron que no podíamos hablar de la situación que había en Cuba ni de los salarios. Había que decir que los médicos en Cuba viven como los de cualquier parte del mundo. Nos decían que nosotros éramos como los embajadores de Cuba en Venezuela. Y que si alguien hablaba mal de (Nicolás) Maduro, teníamos que decirle que Maduro era bueno porque les traía médicos que los atendían gratis».
En el curso político al médico guantanamero también le dijeron que si abandonaba la misión o no regresaba al concluirla, no podría entrar a Cuba durante ocho años.
DIARIO DE CUBA ya contó que para ir a trabajar por la mañana y regresar por la tarde, este colaborador tenía que darle harina de su aprovisionamiento a algún venezolano que tuviera carro o camión a cambio de que lo llevara.
«Nosotros teníamos que pasar todo ese trabajo, mientras los jefes (de la misión) andaban todo el día en carro para ver a sus queridas. A ninguno se le ocurría llevarnos».
Las queridas de los jefes solían ser otras colaboradoras a las que ubicaban en los mejores lugares. «A las colaboradoras bonitas las dejaban en los mejores lugares y las feas, las mandaban lejos», cuenta el entrevistado.
Tenía pensado regresar
Pardo Castro no vivió ninguna de esas experiencias porque, pese a reunir todos los requisitos, no lo enviaron de misión a Venezuela ni a Brasil.
«Una vez reúnes los requisitos, la persona que atiende colaboración en la institución a la que perteneces te llama y te hace los papeles. Éramos diez o 15. Pasó un mes, dos meses y todos se fueron. Al único que no llamaron fue a mí».
Posteriormente, una amistad que había estado presente en el proceso de selección le dijo al doctor Pardo Castro que no lo habían llamado porque se le consideraba posible desertor. Su hermano mayor, médico también, había abandonado una misión en Botsuana, cuando Pardo Castro cumplía el servicio social y esperaba ser enviado a La Habana para estudiar la especialidad de Neurofisiología. Tampoco lo llamaron para la especialización, le decían constantemente que los papeles no llegaban.
A la pregunta de si, honestamente, no pensaba desertar como creían los funcionarios del municipio San Justo, Pardo Castro responde que no.
«En ese momento tenía pensado regresar. Siempre cumplí con todo (…). Tú eras médico y vivías lo que ellos te decían que era la Revolución: que los médicos eran solidarios, que las misiones internacionalistas eran un acto de solidaridad por parte de nosotros (…) Pero después que vi lo que me hicieron y lo que tuvo que sufrir mi hermano por dejar la misión, que estuvo desterrado diez años sin ver a mis padres… El Código Penal lo dice bien claro, son ocho años de prisión».
El artículo 135 del Código Penal sanciona el delito de «abandono de funciones» con penas de tres a ocho años de cárcel. Muchos colaboradores cubanos temen esta sanción, pero lo que el régimen hace es impedir su entrada al país durante ocho años como mínimo, en dependencia de su comportamiento en el extranjero. Esa represalia busca disuadirlos de hacer declaraciones contra el Gobierno en el extranjero.
Aunque cayeran bombas
Cuando se le frustró la misión en Venezuela, Castro Pardo decidió irse al Hospital General y estudiar la especialidad de Medicina Interna. Terminó con uno de los mejores expedientes y lo dejaron allí para el servicio social. Apareció entonces la misión en Arabia Saudita.
«Fue una misión atípica. Querían médicos jóvenes y había que ir a La Habana a hacer un examen. Yo era el único médico joven en ese momento y Arabia Saudita necesitaba muchos clínicos. Fui elegido por la parte árabe y ellos (la parte cubana) no tenían más remedio que enviarme», relata. «Lo otro es que tú vas a la misión voluntario entre comillas. Si te niegas, es un problema».
Pardo Castro pasó por una nueva verificación para ver si cumplía los requisitos y otra vez tuvo que pasar el curso político del Partido. En Arabia Saudita fue ubicado en un hospital muy cerca de la frontera con Yemen, una zona en guerra.
«Caían bombas. Conozco a una doctora que tiene un video de una bomba que cayó en su hospital. Ella le mandó ese video al responsable por la parte cubana de la misión médica en Arabia Saudita. Esa doctora lloró para que la cambiaran de ahí porque su vida corría peligro y jamás ese señor fue allí a apoyarla, jamás (envió) un mensaje. Eso sí, él llamaba todos los meses para pedir el dinero que le corresponde a (el Gobierno de) Cuba».
Según este doctor, tenía que entregar más del 75% de su salario a La Habana. En Arabia Saudita, las autoridades pagan directamente a los doctores.
Pardo Castro empezó a participar en grupos de chats que denuncian al Gobierno cubano en las redes sociales. Se dio cuenta de que había muchos compañeros en situación similar a la suya y de que estaba trabajando bajo un nuevo sistema de esclavitud. Se afilió al Partido Nacionalista Cubano y, aunque continuó trabajando, dejó de enviar dinero a Cuba.
«Empezaron a llamarme de un número irreconocible y me dijeron que tenía que ir a Cuba. Me cerraron el contrato inmediatamente para obligarme a ir a Cuba y someterme a un proceso judicial sin ningún tipo de garantía. Cuando ellos te cierran el contrato, Arabia automáticamente te saca».
Pardo Castro tuvo que sacar un boleto de avión para regresar a Cuba. El vuelo hacía escala en Madrid y en esta ciudad pidió asilo.
En Venezuela, su colega supo en una reunión que en Cuba se unificaría la moneda y se eliminaría el CUC. Se quejó por la cantidad de dinero que perdería ya que a los colaboradores no se les paga en dólares. A los jefes no les gustó.
«Me amenazaron. Me querían poner a hacer guardias y después me querían mandar a un lugar lejísimo. Después de eso, no sé si porque ya tenían sospecha, dijeron que iban a recoger los pasaportes para coger no sé qué datos. Me fui antes de que lo quitaran».
Indocumentados y sin pruebas de su formación académica
De todas formas, su pasaporte solo le servía en Venezuela mientras estaba al servicio del Gobierno cubano. Los colaboradores cubanos viajan con un pasaporte «oficial» o de «misión» de color rojo, que no está homologado por el resto de los países.
A muchos les retiran el pasaporte inmediatamente después de cruzar la aduana en el país de destino. En su lugar, los jefes les entregan una copia o un documento alternativo.
Los profesionales de la Salud tampoco pueden viajar con sus títulos, programas de estudios, certificaciones de nota y experiencia laboral legalizados. La Resolución Nº 1 del 8 de enero del 2010, del MINSAP, impide que puedan obtener y legalizar los documentos que prueban su formación.
En 2017, se envió por email una circular del director de Bufetes de Servicios Especializados a los directores de Bufetes Colectivos que informaba que el MINSAP había prohibido nuevamente que los profesionales y técnicos de la salud que cumplieran misión en el exterior, asistieran a un evento o que hubieran obtenido permiso temporal para viajar pudieran conseguir legalizaciones de documentos académicos y de todo tipo. Cuban Prisoners Defenders tuvo acceso a ese email que se filtró, y lo incluyó en su denuncia al Estado cubano ante la Corte Penal Internacional.
De esta forma, al abandonar una misión, los médicos cubanos no tienen un documento de identificación válido ni la posibilidad de demostrar su formación académica. Los dos profesionales que hablaron para este reporte solo pudieron viajar con copias de sus títulos. Les será muy difícil y caro obtener sus documentos legalizados. Ambos tienen un largo camino por delante para recomenzar sus vidas.
La indocumentación tiene consecuencias. El médico que escapó de Venezuela está en Colombia, donde también se ha sentido explotado. Trabajó en una clínica durante casi un mes y al momento de esta entrevista no le habían pagado.
Teme sacar el móvil en la calle porque está en una zona peligrosa. Para hablar con DIARIO DE CUBA, esperó a estar en un sitio cerrado. «Aquí no hay nada para los médicos cubanos», dice. Su mayor esperanza es conseguir llegar a los Estados Unidos.