‘El Estado lo quiere todo para él, pero no da nada. Es la ley del embudo, como siempre’, dice productor.
Holguín | DDC – Un dolor de cabeza ha sido este año para Tabacuba acopiar las cosechas, algo sin precedentes desde los años 90 del siglo pasado. Los campesinos, que enfrentan una inflación ascendente y tienen que producir el tabaco con insumos sobrevalorados y comprados en el mercado negro, se han negado a venderlo todo a la empresa estatal.
El problema radica en que, con los precios de acopio estatal, a los productores no les queda margen de ganancia satisfactorio. Para poder solventar este problema, se ven obligados a «desviar» parte de la producción hacia el comercio informal, que tiene precios más acordes a la realidad económica y que triplican los estatales.
Este año la empresa comercializadora de insumos de la agricultura «no vendió casi nada. Repartió un poquito de veneno, pero que no mataba ni un gusano. Fue como para cumplir con algo», cuenta a DIARIO DE CUBA Luis, un productor de Mayarí, Holguín.
«El que pudo compró productos caros, de los que se roban de los almacenes o traídos de Rusia; pero un pomito de 250 mililitros costaba 8.000 pesos, y son varios productos los que se necesitan para proteger el cultivo; además de la fuerza de trabajo, que cada vez está más cara. Y para que un quintal de tabaco te lo paguen (por el Estado) a 7.000 hace falta Dios y ayuda. Tenemos que vender aunque sea un par de quintales por la izquierda, que lo pagan bien», añade.
«Sale como en 20.000 pesos, tres veces lo que paga el Estado, la diferencia es grande. Pero andan como buitres (los acopiadores de Tabacuba), visitando y presionando a los productores con la policía económica para que lo entreguen todo al Estado, amenazando. Lo quieren todo para ellos, pero no dan nada. Es la ley del embudo, como siempre», critica.
José, otro campesino del valle del río Mayarí, donde se concentran tres cuartas partes de la producción de tabaco de la provincia y el total de la producción de capas de exportación, opinó que «la situación con la producción de tabaco es crítica porque el Gobierno quiere hacer cada vez más millones, pero invirtiendo menos».
«Y este es un producto que depende de la calidad, es muy sensible a las plagas y hongos, da trabajo y lleva mucha inversión para arriesgarlo así. Si quieren que haya tabaco, tienen que invertir en insumos y venderlos a los campesinos para sembrar más y coger con calidad, sin miedo».
«Y si quieren que lo entreguemos todo (venderlo a la empresa acopiadora), hasta la última hoja, tienen que acoplar los precios a la realidad. Casi hay que ser retrasado mental para trabajar por esos precios» que paga el Estado. «Mientras no los ajusten, el tabaco se va a ‘fugar’ por la izquierda», advierte.
Gustavo, un jubilado de Gastronomía a quien, como a todos los cubanos, no le alcanza lo que gana «ni para una semana», trabaja como torcedor de tabaco. «Este oficio se había perdido entre los particulares y ahora volvió a reactivarse por la escasez», dice.
«Yo era torcedor en los 90 y recuerdo que dejó de ser un negocio cuando el Gobierno comenzó a vender tabaco y cigarro por la libre, aunque caro. Ahora que me jubilé volvió a ser negocio por la escasez y me estoy defendiendo con esto, porque mi chequera de 1.500 pesos es ‘un soplido’ como están los precios», agrega.
«Los campesinos nos venden la materia prima que necesitamos y también los trabajadores de los almacenes y fábricas de tabaco, que siempre se llevan algo para ‘la lucha’. Gracias a que el Estado les paga mal, tenemos vida, y vienen a nosotros para compensar. Por suerte eso nunca va a cambiar, el Gobierno la quiere toda (la hoja de tabaco) para él, pero la gente tiene que sobrevivir y va a buscar la manera de poder hacerlo, por más que quieran impedirlo. No hay quien arregle eso», opina con desdén y resignación.
El tabaco es el cuarto rubro de la economía cubana y un lucrativo negocio que es controlado férreamente por el monopolio estatal Tabacuba. A pesar de que su sucursal comercializadora hacia el exterior, Habanos S.A., divulgó que sus ventas del año pasado fueron de 569 millones de dólares, la empresa no invirtió en los insumos y aseguramientos necesarios para la campaña recién concluida.
Para compensar el déficit productivo y la decreciente calidad del tabaco cosechado en las actuales circunstancias, que contradicen la mentalidad exportadora exigida públicamente, la estrategia de cara a mantener los ingresos en divisas parece ser poner más carga sobre los ya demasiado insatisfechos productores, así como mantener desabastecido el mercado interno, donde es raro desde hace más de un año encontrar ofertas de cigarrillos y tabacos para los cubanos.
Es otro signo de retorno al Periodo Especial, donde el desfase entre precios estatales y los precios reales, unido al desabastecimiento formal, marcan la pauta del desenvolvimiento económico, generando este tipo de situaciones en que cumplir lo pactado con el Estado se vuelve, más que un mal negocio, un suicidio para los productores.