Un país que exporta métodos de alfabetización mantiene un 26% de su fuerza laboral desempeñando su trabajo con un bajo nivel de escolaridad.
La Habana, Cuba | Cuba Sindical Press – Los gobernantes cubanos siempre se han jactado de poseer una masa de trabajadores con un alto nivel de preparación. Incluso, cuando enumeran las ventajas que podría encontrar un inversionista extranjero en nuestro país, se refieren a menudo a la excelencia del capital humano que hallarían en la isla.
Sin embargo, semejante presunción queda muy mal parada si analizamos las estadísticas del propio gobierno. Según cifras contenidas en el acápite Empleo y Salarios, correspondiente al Anuario Estadístico de Cuba 2018 (Edición 2019), emitido por la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI), un total de 198 mil 100 trabajadores ocupados en el país –tanto estatales como no estatales– poseen un nivel de instrucción menor o igual al 6to grado de la enseñanza primaria.
Si consideramos que casi la totalidad de las personas que actualmente trabajan en el país iniciaron su vida laboral con posterioridad a 1959, y que las autoridades exigen como mínimo el 9º grado aprobado para el desempeño de los trabajos de menor complejidad intelectual, como pudiera ser, por ejemplo, un auxiliar de limpieza, resulta sorprendente el dato anterior. Además, deviene contraproducente el hecho de que la isla exporte métodos de alfabetización, mientras exista en el país un número nada despreciable de trabajadores semianalfabetos.
Pero hay más: un total de 968 mil 700 trabajadores ostentan un nivel de instrucción secundario. Es decir, que como máximo poseen el 9º grado aprobado, que como expresamos anteriormente, es el mínimo exigido en el país para poder trabajar. Entonces, si se suman los 198 mil 100 trabajadores con nivel primario, más la cantidad antes citada que posee nivel secundario, tenemos que un total de un millón 167 mil trabajadores –lo que viene siendo el 26% de la fuerza laboral de la nación– desempeñan sus labores con un bajo nivel de escolaridad, que clasifica como muy bajo en no pocos casos.
Las cifras anteriores denotan serios fallos en el sistema educacional de la isla. En primer término, la cantidad de personas que evaden la obligatoriedad de asistir a la escuela hasta el 9º grado; y por otra parte el número aún mayor de estudiantes que deciden no estudiar más después que cursan la secundaria básica. De esa manera actúan en contra de lo que proclama la ministra de Educación, Ena Elsa Velázquez Cobiella, quien por estos días recorre la isla insistiendo, entre otras cosas, en que todos los estudiantes graduados de 9º grado tienen asegurada la continuidad de estudios.
También sobresalen la deficiente labor de capacitación de la oficialista Central de Trabajadores de Cuba (CTC), así como el escaso interés de buena parte de los trabajadores por matricular en las Facultades Obrero-Campesinas.
No podemos dejar de mencionar el descenso experimentado por el número de trabajadores con un nivel de instrucción universitario. En el año 2013, el primero de los reportados en el Anuario Estadístico que nos sirve de referencia, había un total de un millón 54 mil trabajadores con carreras universitarias. En cambio, al cierre de 2018, esa condición solo era ostentada por 993 mil 200 trabajadores.
Se trata, a no dudarlo, de un fenómeno con varias aristas. Entre ellas habría que considerar el creciente número de jóvenes que terminan la enseñanza preuniversitaria y no se presentan a los exámenes de ingreso a la educación superior, desencantados con el panorama poco halagüeño que se presenta ante un profesional en este país. Y, por otra parte, también deberíamos mirar a la emigración, que cada vez más se lleva a muchos profesionales.