El plan del gobierno cubanos es organizar a los taxistas en cooperativas controladas por el Estado y con precios regulados.
La Habana | Ernesto Carralero Burgos – «Ellos querían jodernos desde hace rato», comenta el chofer de un «almendrón» en La Habana. Esta opinión se repite entre propietarios de autos dedicados al transporte privado desde que el periódico oficial Granma publicó las nuevas medidas para el supuesto «perfeccionamiento» de las actividadespor cuenta propia.
Las nuevas regulaciones se extienden a más de 20 modalidades de negocios privados, pero los boteros están entre los que más trabas tendrán que enfrentar. La especialista del Ministerio de Transporte Débora Canela Piña dio a conocer «la modificación del Reglamento de la Licencia de Operación de Transporte, restituyendo su alcance municipal, provincial o nacional, así como la actualización de los requisitos para su otorgamiento».
«¿Tú sabes lo que eso significa?», pregunta Frank, botero de la línea Habana-Playa. «Que ahora son muy capaces de ponerte tramos chiquitos dentro de un mismo municipio. Si boteas en Playa, empezarán a cazarte la pelea para que no salgas de allí. Al final es ganas de joder, igual que siempre. Pero tenemos que esperar todavía. Todo esto está demasiado fresco. Algo sí es seguro: se acabó eso de poder dar viajes con extranjeros para otras provincias. Eso es pérdida para ellos, para sus taxis y para Gaviota».
Un gran número de boteros tienen la percepción de que el Gobierno «la ha cogido con ellos». La primera señal vino cuando hace meses las autoridades les impusieron una nueva tarifa por tramos con el fin de, supuestamente, reducir los precios para la población. Estos hechos, ampliamente difundidos por la prensa oficial e independiente, desembocaron incluso en una amenaza de huelga de los transportistas. El día de la supuesta huelga, el Gobierno realizó un formidable despliegue de medios de transporte para desarmar cualquier acción que pudiera llevarse a cabo. Finalmente, los transportistas tuvieron que guardarse sus quejas y acatar las nuevas regulaciones.
«Cuando nos pusieron las tarifas nuevas no logramos hacer nada. Sí escuché mucha gente que decía que había huelga, pero el día de la verdad mucha gente salió a trabajar», recuerda Alejandro, chofer del Vedado. «Para eso mejor nos hubiéramos quedado callados. Ahora ya nos tienen echado el ojo».
«En este país el transporte es una cosa casi de seguridad nacional, aunque esté malísimo. Por supuesto que nos van a querer cerrar como sea. Y mira como nos echan primero la culpa de que ponemos los precios altos, cuando ellos nos venden la gasolina cara. Dicen que ahora quieren ponernos a algunos en cooperativas y que a esos les van a dar acceso a mercados mayoristas y a gasolina barata. Pero a mí me parece cuento de camino».
Una de las modificaciones que sufrirá la práctica de los transportistas privados será el intento de integrarlos en las cooperativas de taxis ruteros. Este «experimento» se realizará únicamente en La Habana. Aquellos que formen parte de estas cooperativas tendrán, según Granma, «acceso al mercado mayorista para la compra de herramientas, partes, piezas de repuesto y accesorios al precio minorista, menos un 20% de descuento». Además de ello, podrán adquirir el combustible a precios diferenciados.
Aunque a primera vista todo parece ganancia, Granma deja constancia desde el inicio que estas facilidades serán otorgadas según «la disponibilidad de recursos del país». Es difícil que una economía devastada y sin visos de mejorar sea capaz de disponer de suficientes recursos para abastecer a los transportistas del sector privado. Además, para acceder a las cooperativas, los choferes tendrán que cobrar los precios establecidos para ellas —más bajos— y los autos deberán pasar una revisión técnica, que dejaría fuera de circulación a muchos de los llamados «almendrones».
«Es verdad que hay corrupción con el tema de las inspecciones técnicas; pero seamos realistas, estos carros son de mediados del siglo pasado. Caminan gracias a los 1.000 inventos que uno les hace», comenta Ariel, un transportista de 30 años.
«Para que veas que la cosa es que ellos no quieren que uno sea independiente: ¿por qué no nos dieron antes todas esas facilidades que dicen que tendremos en las cooperativas? Siempre nos decían que el país no tenía recursos, pero ahora, si te metes en la cooperativa, sí tienen», señala. «Es para tenernos controlados, porque aquí los únicos que pueden hacer lo que quieran son ellos».
Los que queden luego de las revisiones técnicas, tendrán otro mecanismo de control: las cuentas fiscales obligatorias. Mediante ellas, la ONAT seguirá paso a paso sus ganancias.
Los pasajeros, por su parte, comienzan a ponerse tensos.
«Todo es un invento del Gobierno para controlar a los boteros», dice Odalys, de Guanabacoa. «Les molesta que hagan dinero. Aquí hay que ser pobre obligado y andar a pie».
«El Gobierno dice que todo es para mejor, pero al final siempre nos jodemos nosotros», apunta Julia, residente en Habana del Este. «¿Quién se cree que ahora ellos tienen recursos para sostener a los boteros? Al final ‘se los van a echar’. Si no es porque descubren que pagaron dinero en el somatón, será por otra cosa. Al final me voy a tener que meter tres horas esperando para regresar desde La Habana, pero a ellos no les importa, todos tienen carros».