Habrá muy poca carne en las tarimas, el grueso de las ventas ocurrirá en el mercado negro a precios estratosféricos
La Habana, Cuba | Cuba Sindical – El anuncio de que la carne de res ya puede comercializarse en los mercados minoristas, después de una larga e inexplicable prohibición, debe ser tomada con cautela.
Hay que detenerse a pensar en las diferencias entre lo que se publicó en los medios y en lo que sucederá en la vida real.
Primeramente, los ganaderos tendrán que cumplir con las entregas al Estado para después vender el sobrante en el mercado a los precios establecidos por Acopio, la entidad gubernamental que centraliza las producciones agropecuarias en la Isla.
Lo más probable es que habrá muy poca carne en las tarimas. El grueso de las ventas ocurrirá en el mercado negro a precios estratosféricos. Tal y como ocurre actualmente con la carne del cerdo, la cual se cotiza entre 100 y 150 pesos la libra (5 y 7 dólares).
Así que el regreso de un producto siempre muy apetecido a nivel popular, cuando se entregaba a través de la libreta de racionamiento hasta la década del 80 de la pasada centuria, y en gran parte desconocido por las nuevas generaciones, será escabroso.
Comparativamente, muy pocos podrán consumirla. A no ser que la continúen pagando a precios de lujo en las tiendas dolarizadas o con sobregiradas sumas en moneda nacional en los recovecos de la economía sumergida.
En fin, nada más atinado que traer a colación la conocida frase popular, de que todo lo que brilla no es oro, sobre todo en los predios del socialismo criollo con su extraordinaria capacidad para reciclar la pobreza y mantener en pie la bandera del racionamiento.
Con su sueldo, muy pocos trabajadores se atreverán a comprar tan siquiera unos bistecillos, cuando encuentren a algún proveedor furtivo y escuchen los detalles del importe. Será, como lo es hoy, la adquisición de un pedazo de carne porcina, un acto con suficientes razones para categorizarlo como un sacrificio en medio de tantas carencias.
Los cubanos que trabajan siguen empantanados en la miseria y cada vez con menos posibilidades de abandonar ese status, hace tiempo generalizado y sin señales de que existan alternativas para superarlo.
El coronavirus y la Tarea Ordenamiento, el plan diseñado por los mandamases para presuntamente sacar al país del estancamiento mediante el abrupto recorte de las subvenciones estatales, alza de precios, pérdida del poder adquisitivo, entre otras medidas antipopulares han generado una compleja situación socioeconómica que apunta a un mayor deterioro y duración.
La tendencia a reforzar los mecanismos de control estatal sobre los medios de producción, el descenso en las remesas provenientes del exterior y la crisis en el sector turístico, estas dos últimas incidencias, vinculadas al impacto de la pandemia, ofrecen una perspectiva sombría para lo que resta de año y que podría extender por un período incierto.
La nota sobre el desbloqueo de la carne de res apunta a ser parte de un plan para desviar la atención de la gente que sufre día a día por saltarse los muros de la escasez, en las desesperantes aglomeraciones frente a las tiendas y con salarios que se evaporan en un abrir y cerrar de ojos.
Vendrán otros fuegos de artificio para paliar el descontento que crece en la medida que le ponen nuevos candados a la puerta de acceso a la esperanza.
Más allá de esas jugadas de engaño, el descontento crece con el convencimiento que el socialismo es una entelequia. Un sistema que vende un futuro luminoso que termina perdiéndose entre el ruido de las consignas, la glorificación de la pobreza y los tambores de una represión que asfixia y también mata.