jueves , 21 noviembre 2024

Crónica sobre un jubilado feliz

La Habana, Cuba | Cuba Sindical Press – Joaquín Aldana es un hombre feliz. Gracias a la revolución su vida de jubilado dará un vuelco total. El aumento de 60 pesos a una pensión, ya de por sí exagerada de 200 CUP al mes, le permitirá aumentar el nivel de alimentación de su esposa, dos hijos y tres nietos con quienes comparte holgadamente una habitación de cuatro por cuatro en un solar de Atares.

Merecedor de la Orden al Mérito Laboral por cuidar durante los últimos 20 años las ruinas de un central azucarero, sin permitir el robo de la chimenea –aunque sí de todo lo demás–, este aumento a su pensión es un reconocimiento que, sumado a la bicicleta Minerva y al reloj despertador recibidos en sólo 40 años en el sector agroindustrial, es de un alto valor.

Él lo veía venir: la revolución no deja a nadie desamparado. Y este cuantioso aumento no lo deja dormir pensando en qué lo invertirá. Como primera opción, y tras consenso familiar, se decidieron por una libra de bisté de puerco y un aguacate al mes, 50 y diez pesos nada más. Para el próximo cobro: un cartón de huevos (32 pesos), y tres libras de cebollas (24), que les permitirá comerse una patriótica tortilla o un revolucionario revoltillo al natural.

De acuerdo con los cálculos de la familia (su hijo es profesor y su nuera estadística), de no apostar un peso diario a la “Bolita”, detener las selectivas “comilonas” de bistec, aguacates, tortillas y revoltillo en meses alternos, y si aprovechan la media libra de aceite que les corresponde al mes por la cartilla de racionamiento, podrán adquirir una libra de papas a 50 pesos y una de malanga a 10, para alternar con el picadillo texturizado que toca por la libreta.

Además, agradecido como un perro a la revolución y al partido, el jubilado Aldana piensa que de apartarse de las harteras que se puede dar una vez al mes con su familia -gracias al aumento-, hasta podría darse el lujo de reunirla integra durante ocho meses (480 pesos), y comprar un par de zapatos “chuponeaos” para que uno de sus nietos asista a la escuela.

También sueña que, de no subirles los niveles de azúcar en sangre a su mujer, con el dinero que invierte en una cajita de Gliblencamida 5mg, a 50 pesos en la bolsa negra –en las farmacias está en falta desde hace tres meses–, podría darse el lujaso de comprar una papaya de 4 libras (32 pesos), un mamey (10) y tres guayabas (15), y hacerse un suculento batido.

Pero como si fuera poca tanta felicidad, con reunir sólo tres meses del aumento podría ir a visitar a sus parientes en La Sal (el pasaje de ida en una Yutong estatal sólo tiene el módico precio de 140 pesos), por lo que sólo tendría que dejarse robar la chimenea por un fabricante de calderos particular, cobrarle, y así poder sacar el pasaje de regreso a la capital. Nada, que la felicidad llegó a la familia Aldana con el significativo aumento de la pensión.

También, piensa el feliz jubilado, si se aprieta un poquito el cinturón y dejan de comer, bañarse, lavar la ropa sucia, pasear, pagar el agua y la electricidad, nada más tendría que reunir la pensión de 41 meses para sacarle un pasaporte –cuesta 100 dólares– a su hijo Juan, y si no lo “regulan” y logra reunir 10 años de la pensión, pueda pagarse un pasaje a Haití.

De ahí que, ante un hecho tan rotundo de ayuda al bienestar de los jubilados en el país, quienes podrán saborear con el aumento a su pensión los mismos platos que consumen los muertos de hambre extranjeros que hacen turismo en Cuba, no me quedara otra que escribir esta Crónica sobre un jubilado feliz, por esta conmovedora muestra de justicia y bondad. | vdomnguezgarca4@gmail.com