A pesar de esfuerzos mediáticos por ocultar la crisis educativa, las grietas en las aulas siguen saliendo a la luz.
Pittsburgh (Sindical Press) – Por más esfuerzos mediáticos que se empleen en ocultar la generalización y permanencia de la crisis en el sistema educativo actual, creado con la anuencia de Fidel Castro y la lealtad perruna de Armando Hart, quien lideró el Ministerio de Educación en los primeros seis años de la revolución (1959-1965), no dejan de aflorar las grietas en las aulas, no solo las que se observan en las paredes y los techos de cientos de escuelas en todo el país, sino las que dan cuenta del déficit de profesores, la baja disponibilidad de uniformes y libros de texto y, por si fuera poco, los precios astronómicos de los útiles escolares, a conseguir en tiendas dolarizadas o en el mercado negro.
Desde La Habana, se confirmó el retraso en la apertura del curso por la falta de docentes. “La mayoría de los profesores han renunciado. Solo quedaron dos y el director”, afirmó la integrante de la Asociación Sindical Independiente de Cuba (ASIC) y periodista, Yunia Figueredo, en alusión a la escuela secundaria donde estudia una de sus hijas.
Por otro lado, Consuelo Rodríguez, también activista de la ASIC, residente en la ciudad-municipio Cruces, en la provincia Cienfuegos, dio a conocer el aplazamiento de la inauguración del año lectivo. La sindicalista alegó que aún no habían llegado a las tiendas ningún tipo de uniformes, lo cual podría ser una de las razones para la postergación del inicio de las clases.
En el anterior curso escolar también se constataron irregularidades en el acceso a los atuendos reglamentarios. No se trató solo de largas filas para comprar los pantalones y las camisas; en la mayoría de los casos las tallas no se correspondían con las necesidades. Lo mismo sucede hoy, lo cual encarece el costo, al tener que recurrir a los servicios de corte y costura o a la adquisición de un uniforme con las medidas adecuadas en algunas de las dependencias de la economía subterránea.
Por otro lado, se recuerda que el pasado año hubo un déficit de más de 17 mil maestros. Es altamente probable que la cifra haya aumentado de manera notable a raíz de la agudización de la crisis económica y a la continuidad del éxodo, tanto hacia el exterior como del ámbito magisterial a otras actividades más lucrativas. Pedalear un bicitaxi, limpiar casas o dedicarse a la reventa de productos en el medio del feroz desabastecimiento provee mejores resultados que los obtenidos en cualquier aula del nivel primario, secundario o preuniversitario. El salario promedio de un profesor es de 3 635 pesos al mes, lo que representa poco más de 11 dólares de acuerdo a la tasa de cambio del mercado informal, establecida en 320 pesos por dólar.
La realidad de lo que fue una de las joyas del sistema, conjuntamente con la salud pública, que valga aclarar funcionó a costa de la multimillonaria ayuda de los países que integraban el desaparecido Pacto de Varsovia, se muestra como la antítesis del éxito. Definitivamente el socialismo se ahoga en la tozudez de una dirigencia antinacional y corrupta.
Es de esperar que recurran, como ha sucedido en el pasado, a los llamados maestros emergentes para de alguna forma enmendar el fracaso, obviando las aptitudes de los convocados para desempeñar tales funciones con un mínimo de calidad.
Como mismo no se pueden esperar peras del olmo, tampoco es factible que de esas aulas se gradúen alumnos debidamente ilustrados y ni hablar de mejoría en los hábitos de educación formal, una insuficiencia que afecta a la mayoría de la población, incluidos muchos de los potenciales pedagogos, acostumbrados a hablar a gritos y resolver las diferencias a golpe limpio.
El sistema educativo cubano es una fábrica de analfabetos funcionales, con cada vez menos excepciones, que no se salva con parches sino con el barrido de las ruinas que quedan y la reconstrucción sobre bases viables y descontaminadas de tan nefasta ideología.