La Habana | Sep 16 (Vicente Morín Aguado / www.diariodecuba.com) – Decomiso de mercancías por el valor de centenares de pesos convertibles y multas elevadas a cuentapropistas acompañan las últimas intervenciones de las autoridades en los mercados de productos industriales y artesanales, tal y como ocurrió esta semana en el amplio local de la calle Reina esquina a Rayo, en Centro Habana.
El área, dedicada a la venta de ropa y calzado en lo fundamental, quedó completamente cerrada a las 2:00 de la tarde, intervenida por inspectores estatales con el apoyo de la Policía. Al final del día eran visibles los espacios interiores vacíos cuando diariamente aparecen repletos de artículos en exhibición.
En el cercano mercado La Caridad, en la esquina de Galiano y Salud, se apreció de igual forma una mayoría de locales vacíos después del mediodía, aunque la intervención fue menor. «Nos avisaron a tiempo», explicó un vendedor. «Además, comenzaron por Reina y Rayo, así pudimos ‘salvar’ los productos que ellos —los inspectores— clasifican ilegales».
La pasada semana el operativo alcanzó al importante mercado de Monte 467, el mayor de Centro Habana y La Habana Vieja si se trata de ferretería. En la puerta se ubicó una decena de policías, de igual manera se aplicaron multas y confiscación de mercancías.
En los días siguientes podían contarse unas 15-16 tarimas con escasos productos en venta, de al menos 30-32 que operaban regularmente. El silencio, síntoma de miedo, resultó la respuesta unánime a cualquier pregunta sobre la situación creada. En la puerta alguien comentó: «Prohíben vender artículos importados o de fabricación industrial. Lo que no se entiende es que esto viene haciéndose desde hace casi 20 años».
«Desde aquí hice yo mi casa», dijo un hombre. «Excepto los materiales básicos, todo venía a comprarlo a este mercado. No había encargo de los constructores que faltara. Es una lástima lo que está pasando».
Lo curioso es que surgen alternativas para burlar la ley, como la inusitada concurrencia que ahora muestra un antiguo garaje cercano, que ofrece una amplia gama de ferretería con el cuidado de mostrar productos que a primera vista —herrumbrosos, con cubiertas rotas— parecen proceder de un basurero.
También persisten los vendedores dispersos a lo largo de las calzadas principales, aprovechando las entradas de cualquier escalera o las ventanas que dan a la calle. El resultado es mayor dificultad para completar cualquier encargo, porque el espacio y las necesarias «precauciones» limitan la exhibición de artículos de alta demanda, dispersos en un auténtico laberinto com