domingo , 22 diciembre 2024

Despojo, amenazas, corrupción: el sueño cubano de trabajar en cruceros convertido en pesadilla

Trabajadores de MSC Cruceros cuentan que recibían entre 480 y 520 euros, el 20 y el 25% de su salario.

(Madrid (Yusimí Rodríguez López) – En Cuba tener un trabajo que implique viajar al extranjero ha sido por décadas el equivalente a ganar la lotería. Es una suerte que tienen los marineros y los empleados de los cruceros. Estos trabajadores no están obligados a pasar cursos políticos obligatorios, como los profesionales de la salud que exporta el régimen cubano. Tampoco tienen restricciones para relacionarse con tripulantes de otros países y pasajeros. Pero ahí terminan las diferencias entre las condiciones en que labora el personal de los cruceros y a las que está sujeto el personal sanitario en las llamadas «misiones médicas».

Al igual que a sus compatriotas de batas blancas, el régimen les cobra muy caro a esos empleados por el privilegio de viajar y ganar unos sueldos en dólares que les permiten cubrir sus necesidades y las de sus familias mejor que quienes trabajan dentro de Cuba.

Tres cubanos que trabajaron para distintas compañías de cruceros —cuyas identidades protegemos con nombres ficticios— cuentan a DIARIO DE CUBA sus historias, que tienen como denominadores comunes el despojo de sus salarios, las amenazas, y la agencia empleadora cubana SELECMAR.

Esta empresa estatal, fundada en 1995, selecciona y contrata al personal cubano que le solicitan compañías extranjeras para ofrecer servicios a bordo de buques de crucero, ferris u otras embarcaciones. Ningún tripulante cubano, sea marinero o empleado de gastronomía, puede contratarse con esas compañías foráneas por su cuenta.

Laura trabajó primero para MSC Cruceros y luego para la compañía turca Miray. Cuenta que el pasaporte lo usaba para viajar y luego se lo retenían en el barco.

Del salario, le descontaban el 80%, pero en julio de 2020, el Gobierno aprobó un paquete de normas, que fueron publicadas en la Gaceta Oficial Ordinaria 48 y despertaron una esperanza de mejoría en los tripulantes de cruceros.

De acuerdo a estas normas, el Gobierno decidió «considerar a la gente de mar como trabajador asalariado en el exterior y que reciba el 100% del salario total» que paga el empleador extranjero, en contratos determinados antes por SELECMAR.

También se aprobó aplicar un Impuesto sobre los Ingresos Personales en una escala progresiva entre el 15% y el 30% de lo devengado por estos trabajadores.

Según publicó el sitio oficial Cubadebate, SELECMAR continuaba teniendo el monopolio de los contratos y los marineros estaban obligados a contratar sus servicios. Laura tuvo que volver a pagarle casi todo el dinero al Estado cubano.

«Al final, teníamos que pagar casi todo en Cuba, porque nos consideraban lo que aquí (en España) se llama autónomos. Tuvimos que pagarle al Estado como si fuéramos del sector privado. Hasta teníamos que pagar todos los trámites en la agencia (SELECMAR)».

Para salir de Cuba, Laura tenía que firmar un documento en el que se comprometía a regresar. De no hacerlo, no podría entrar a la Isla durante al menos cinco años.

«Era obligatorio firmar ese papel; si no, no podías irte. Lo hacían, porque todos (los empleados) se quedaban (aprovechaban una escala para abandonar el crucero)», explica Laura, quien terminó por tomar la misma decisión que muchos compañeros, a pesar de las consecuencias. Ahora, espera que pasen los cinco años para intentar viajar a Cuba y volver a ver a su familia.

Alexander también trabajaba para MSC Cruceros y cuenta que recibía entre 480 y 520 euros en efectivo, que era entre el 20 y el 25% de su salario real.

«Nosotros, los dependientes de bar y restaurantes, cobrábamos igual cifra total que los extranjeros, un salario nominal básico de unos 1.900 euros. Los extranjeros recibían todo el dinero en una cuenta que ellos elegían y se asombraban de lo que sucedía con nosotros; algunos nos sugirieron que protestáramos por el robo del valor de nuestro trabajo».

Según Alexander, los trabajadores cubanos nunca pudieron acceder ese otro 75 o 80% de sus salarios.

«Parte del personal del barco nos contó que se depositaba en una cuenta bancaria en Panamá sin decirnos nada al respecto, para que el Gobierno de Cuba lo usara o extrajera, pues así había sido fijado en el acuerdo Marco desarrollado entre la Línea del Crucero y la empresa SELECMAR que nos había contratado».

Alexander describe los contratos que firmaban los trabajadores cubanos como «una fachada» para que Panamá les concediera visado como funcionarios del Ministerio de Transporte vinculados al sistema de transporte marino.

Después, la compañía de cruceros les hacía otro contrato relacionado con el trabajo que realmente iban a desempeñar. Por ese contrato, recibían un pasaporte de marinero. Al subir al barco, los oficiales les retenían el pasaporte regular y les decían que cumplían órdenes de las autoridades cubanas; ese era el requisito para contratarlos.

El contrato no especificaba la cantidad de horas que debían trabajar los empleados. Reflejaba el salario de 1.900 euros, pero no contenía nada sobre el sistema de pago ni sobre el dinero que se les quitaba.

«Eso estaba acordado en un documento al que ningún cubano tuvo acceso», dice Alexander.

El hecho de que el contrato no especificara las horas de trabajo, propiciaba que los cubanos trabajaran diez y hasta 11 horas diarias. Tampoco tenían descanso semanal. Si alguno reclamaba la jornada laboral de ocho horas o su derecho al descanso, SELECMAR no volvía a contratarlo.

En esa situación se encontraban también los trabajadores de países como India, a los que MSC Cruceros contrataba porque podía pagarles menos que a personal de Europa, por ejemplo.

Alexander asegura que la empresa italiana sabía que a los trabajadores cubanos el Gobierno les robaba la mayor parte de sus salarios.

«Tanto al Gobierno de Cuba como a esta empresa de cruceros lo que les importa es ganar dinero».

En 2022, MSC fue acusada por la ONG Prisoners Defenders ante la Corte Penal Internacional de violar los derechos de los trabajadores cubanos.

En respuesta, la compañía italiana aseguró que ya no empleaba a trabajadores cubanos, aunque admitió haber pagado una parte de sus salarios a las autoridades cubanas, ya que este era un «requisito reglamentario».

Sobre SELECMAR, Alexander dice que los empleados que tienen algún conocido dentro de la empresa tienen la suerte de que los llamen con más frecuencia para los viajes. Los directivos aprovechan sus cargos para lucrar. Según este antiguo tripulante, llegan a cobrar 10.000 dólares por una plaza en un crucero.

Al presentarse en la página selecmarcuba.blogia.com, SELECMAR asegura trabajar «de acuerdo a las regulaciones internacionales de la Organización Marítima Internacional (OMI, STCW ’95, Código ISM), Organización Internacional del Trabajo (OIT) y las Normas ISO 9002».

La compañía dice también «respetar los acuerdos sindicales de nuestros clientes en cuanto al ámbito salarial, condiciones de trabajo y tráfico que realiza el buque, tipo de buque y otros. Los niveles básicos para conformar nuestra tabla de salarios son los establecidos por la OIT».

No dice nada sobre la forma en que distribuye los salarios que pagan las navieras extranjeras por los trabajadores cubanos que contratan, con la empresa como intermediaria.

DIARIO DE CUBA escribió al director de SELECMAR, Rafael Peraza Santiago, solicitándole declaraciones sobre las acusaciones de estos antiguos tripulantes y no obtuvo respuesta.

Alexander explica que, aunque los trabajadores de los cruceros no están sometidos a una vigilancia directa, sospechaban que algún compañero o compañera era agente de la Seguridad del Estado, porque disfrutaba de privilegios. Sin embargo, nunca supieron a ciencia cierta quién los vigilaba.

Empleados que llevaban más tiempo trabajando con compañías extranjeras a través de los contratos que establecía SELECMAR le decían que estaban bajo supervisión secreta y que había que portarse bien.

Portarse bien significaba no involucrarse en asuntos políticos y cumplir el reglamento establecido por el Gobierno para los trabajadores cubanos en el exterior.

Al igual que Laura, Alexander fue amenazado con la prohibición de entrar a su país durante cinco años. Pero cuando Donald Trump anunció medidas para evitar que los cruceros que tocaban puertos de Miami, como los de MSC, tocaran puertos cubanos, Alexander presintió que a partir de ese momento sería más difícil que los cruceros contrataran personal de la Isla. En su siguiente viaje, antes de que las medidas de Trump entraran en vigor, huyó.

En Cuba, sus padres recibieron una llamada anónima para decirles que él sería calificado de «desertor».

A pesar que no ha podido regresar a su país, Alexander no está arrepentido de la decisión que tomó.

«Ahora vivo en libertad y es que logro comprender la esclavitud a la que se nos sometía, por eso deseo colaborar en la denuncia».

La ventaja de no ser solo cubano

Jorge Luis es un marinero cubano que, hasta hace diez años, al igual que Laura y Alexander recibía solo el 20% del salario que pagaban por su trabajo las compañías que lo contrataban a través de SELECMAR.

Para contratar a los marineros, las compañías navieras internacionales les exigen que tengan determinado entrenamiento para situaciones de emergencia y de primeros auxilios, así como para usar ciertos equipos. Cada cierto tiempo deben examinarse para obtener la certificación actualizada que demuestra que están calificados. En Cuba, esos exámenes se realizan en la Academia Naval. Para realizarlos y obtener la certificación, los marineros deben pertenecer a SELECMAR.

«Pero esas certificaciones también se compraban. Ha habido más de un ‘explote’ en SELECMAR, porque la gente compraba los títulos», explica José Luis.

SELECMAR no llamaba a todos los marineros con la misma frecuencia. Los que contaban con algún conocido dentro de la agencia resultaban favorecidos. Pero no era gratis. Existía un acuerdo no escrito, según el cual el funcionario de la empresa que tenía que ver con la contratación seleccionaba a su conocido y este a cambio le entregaba su primer cobro completo (el 20% que le dejaba el Gobierno cubano).

A los que no tenían a nadie dentro de SELECMAR apenas los contrataban. Cuando los llamaban, les tocaban compañías que pagaban poco y encima los viajes eran cortos. Para compensar el dinero que les quita el Gobierno, los marineros cubanos necesitan campañas largas.
Jorge Luis dice que los marineros cubanos son de los que más tiempo navegan, porque es la forma de acumular más dinero.

Como todos los trabajadores cubanos, los marineros deben pagar la contribución para la defensa del país conocida como MTT. Pero ellos tienen que pagarla en divisa. La cuota sindical sí la pagan en moneda nacional.

Esa fue la vida de Jorge Luis hasta que aproximadamente diez años atrás adquirió la ciudadanía española. Enseguida solicitó la baja de SELECMAR.

«Como ciudadano español enviaba mi currículum, mis documentos y esperaba a que me llamaran. Cuando me contrataban me pagaban lo que se le paga a un marinero europeo. Me pagaban directamente. Me abrí una cuenta en un banco español y a través de él cobraba mi dinero. El Gobierno cubano no podía tocar un centavo de mi dinero ni intervenir en la contratación. Ni sabían que yo seguía navegando».

Al desligarse de SELECMAR y por tanto del Estado cubano, Jorge Luis renunció a dos derechos: primero, el de examinarse en la Academia Naval de Cuba para mantener sus certificaciones actualizadas. Tuvo que comenzar a hacerlo en Europa para poder seguir navegando. El segundo, la jubilación «simbólica» que le hubiera tocado al final de su vida laboral y con la que no habría podido subsistir en la Isla.