miércoles , 25 diciembre 2024

El castrismo se tambalea

La revolución ha quedado expuesta como lo que es y ha sido desde su debut hace más de seis décadas.

Cuba Sindical – Nadie sabe cómo ni cuándo el modelo implantado en Cuba hace más de seis décadas será un triste recuerdo, pero lo que sí debe quedar claro es que el mito cayó definitivamente de su pedestal.

La revolución cubana ha quedado expuesta como lo que es y ha sido desde su debut en el panorama político nacional en los albores de 1959, una suma de engaños, fracasos, racionamientos, falsas promesas y castigos para los inconformes.

El 11 de julio resultó ser el día en que se ofrecieron las evidencias de que la unanimidad en torno a la ideología oficial era otra de las tantas ficciones creadas por los medios de prensa controlados por el poder.

Centenares de cubanos salieron a las calles a mostrar su descontento en varias localidades de la Isla, sin previas convocatorias ni nada parecido. Simplemente se cansaron de los vapuleos existenciales, dominados por las carencias de siempre, el secuestro de las expectativas en un futuro mejor y del miedo, alimentado por la delación y el abuso policial convertidos en partes esenciales del modelo que Fidel Castro implantó con poses de Robin Hood al proclamar que se trataba de un proyecto de los humildes, por los humildes y para los humildes.

La historia se encargó de poner las cosas en su sitio y de una forma imposible de rebatir –a no ser desde las trincheras de la soberbia y de ese odio que emana de las instituciones del Estado hacia las opiniones diferentes y el diálogo como vía para buscar soluciones a los conflictos de cualquier índole.

Quienes demandaban libertad y pedían el fin del comunismo no eran infantes o extraterrestres, se trataba de personas de todas las edades, mujeres y hombres hartos de continuar siendo rehenes de la miseria y las arbitrariedades.

Cabezas partidas, brazos y piernas fracturados, decenas de arrestos, desaparecidos y, por si fuera poco, asesinatos a garrotazos y con armas de fuego fue el saldo del ejercicio cívico de manifestarse contra la injusticia.

El mundo tuvo la oportunidad de ver la verdadera naturaleza de un sistema que se vende como un ejemplo de talla mundial en materia de solidaridad con otros países de la periferia tercermundista y de preocuparse, al máximo, por las necesidades de los poco más de 11 millones de personas que supuestamente representa.

Anular o matar al que disiente es la orden que siempre ha estado en vigor, dentro de las fronteras nacionales, aunque no aparezca explícitamente en ningún documento.

Esos gestos de bondad, allende los mares, son parte de las cortinas de humo que despliegan para ocultar los excesos que practican al interior de la Isla con el fin de garantizar la continuidad de lo que aun llaman socialismo.

Lo que hay en Cuba es una tiranía que supera con creces, los desmanes de la efímera dictadura de Batista.

La desolación provocada por el castrismo no tiene parangón desde el comienzo de la era republicana en 1902.

En enero próximo, se cumplirán 63 años de permanencia ininterrumpida en el poder. El nefasto récord que ha traído tantas angustias y zozobras a cuatro generaciones de cubanos.

Reitero mi abstención a ponerle fecha a la caída del engendro neoestalinista del Caribe insular, pero el final se acerca.

El régimen ha dado señales que no va a ceder. Sus acólitos tienen la orden de matar, si es preciso, a esa parte del pueblo que se atreve a pedir cambios a cara descubierta y en la vía pública.

La transición apunta a ser sangrienta. A pesar de esa amarga realidad, no hay vuelta atrás. El momento de la redención ha llegado.