Los sindicatos oficialistas no son tomados en cuenta en la toma de decisiones en empresas y entidades estatales.
La Habana, Cuba – La historia de la antigüedad recoge una máxima que ilustra el destino que generalmente les espera a los practicantes del servilismo: “Roma paga a los traidores, pero los desprecia”. Claro, los traidores provenían de las regiones que luchaban contra la gran urbe, y que a la postre terminaban brindando sus servicios al Imperio Romano.
Si parafraseamos esa máxima en el contexto de las relaciones entre la maquinaria castrista del poder y los sindicatos oficialistas, podríamos afirmar que el castrismo usa a los sindicatos oficialistas, se sirve de ellos para mantener en un puño a la clase trabajadora, pero en el fondo subestima a esos gremios y hasta los desprecia, que es casi lo mismo.
Lo anterior se pudo constatar una vez más en el reciente proceso de declaración de trabajadores interruptos en las entidades estatales con motivo de la presencia de la pandemia del coronavirus. En la mayoría de los centros laborales no se contó con la opinión del sindicato a la hora de nombrar a los interruptos. Incluso hubo casos en que el propio secretario general de la sección sindical fue enviado para su casa.
En teoría, una representación sindical debe estar presente en las reuniones del consejo de dirección de esos centros estatales, que es donde se toman las decisiones fundamentales de esas entidades. Sin embargo, la realidad indica lo contrario en la mayoría de los casos.
Ah, pero a la hora de utilizar a los sindicatos la cosa cambia. Entonces sí se le presta la mayor importancia. Veamos lo que escribió la señora Milagros de la Caridad Pérez Caballero, miembro del secretariado nacional de la oficialista Central de Trabajadores de Cuba (CTC): “El accionar sindical debe enfocarse con profundidad en la labor política e ideológica consistente en argumentar, explicar, dialogar y compulsar a los obreros para que asuman como parte de su quehacer cotidiano la eficiencia, el ahorro y el control de los recursos de que disponemos, para que no se despilfarren ni se desvíen a otro destino” (periódico Trabajadores, edición del 29 de junio).
Semejante párrafo contiene una síntesis de lo que la maquinaria del poder espera alcanzar por medio del sindicalismo oficialista. En primer término, que continúen con el adoctrinamiento de sus afiliados; después que hagan todo lo posible por despertar en la masa de trabajadores el sentido de pertenencia; y que les hagan saber que son ellos, los propios trabajadores, los encargados de vigilar para que no se produzcan desvíos de recursos. Esto último enmarcado en lo que la articulista define como “otros destinos”.
A propósito, si de verdad los gobernantes pensaran como país, tal y como proclama constantemente el señor Díaz-Canel, no mirarían tanto en manos de quién están los recursos, sino quién los pudiera emplear de la manera más eficiente posible. Pero, lamentablemente, a diario constatamos que no sucede así. Todas las noches el noticiero de la televisión cubana ofrece imágenes de la cacería de brujas que las autoridades llevan a cabo contra aquellas personas –muchas de ellas trabajadores por cuenta propia con sus documentos en regla– a las que se les detectan niveles de inventario superiores a los que las autoridades estiman como adecuados.
Y, por supuesto, si esos cuentapropistas represaliados son afiliados a algunos de los sindicatos formados por las autoridades dentro del sector no estatal, es en vano esperar alguna defensa de esos trabajadores. Para eso no están concebidos los sindicatos adscriptos a la CTC.