La Habana, Cuba | Cuba Sindical Press – De aquella iniciativa surgida durante la celebración del XIII Congreso de la Central de Trabajadores de Cuba (CTC), que era el de efectuar periódicamente unos juegos nacionales de los trabajadores, apenas queda el recuerdo.
Un simple recorrido por empresas y entidades del país permite comprobar que la práctica deportiva es prácticamente inexistente en el entorno laboral cubano. Ni las secciones sindicales oficialistas, ni tampoco las administraciones muestran interés en estimular la actividad deportiva entre los trabajadores. Una actividad que redundaría en beneficio para todos, pues habría más salud para los colectivos laborales, y mayor sentido de pertenencia hacia la empresa o entidad de procedencia.
Tan alarmante resulta la situación que motivó un trabajo aparecido recientemente en el periódico oficialista Trabajadores (edición del lunes 16 de octubre). En uno de los párrafos se reconoce que “la práctica del ejercicio físico y recreativo en fábricas, escuelas y otros centros es hoy casi nula. Y el gran saco de antaño se ha roto por obra de la desidia, la falta de voluntad y, por supuesto, la no planificación o resistencia de directivos para dar un mínimo de recursos que quizás lleven esas ideas”.
Mas, a lo expuesto por Trabajadores podemos añadir otro elemento significativo: el caótico estado de muchas de las instalaciones deportivas a lo largo y ancho del país –excepto, claro está, aquellas pocas que sirven para la preparación de los atletas de alto rendimiento, utilizados por la propaganda oficial que presenta a Cuba como “potencia deportiva”– influye en el retroceso experimentado por el deporte en la base, incluyendo al deporte obrero.
Por doquier observamos gimnasios abandonados, canchas de baloncesto con los aros destruidos, pistas de atletismo con la hierba crecida, terrenos de béisbol llenos de escombros, así como locales para ejercicios aeróbicos con los aparatos en muy malas condiciones.
Una muestra de semejante desastre la encontramos en el complejo deportivo conocido como el Pontón, ubicado en el municipio de Centro Habana. Se trata de una instalación rodeada de centros laborales y estudiantiles, en la que antaño tanto los trabajadores como los estudiantes realizaban sus prácticas deportivas. Además, el Pontón contaba con un buen terreno de béisbol que oficiaba como sede del equipo de Centro Habana que compite en la serie provincial de ese deporte en la capital cubana.
Hoy duele contemplar el panorama que exhibe el Pontón. Su piscina lleva años que no se llena, y la única agua que recibe proviene de los aguaceros que han caído por estos días, lo que además la convierte en un peligroso criadero de mosquitos y otros vectores; la pista de atletismo y el terreno de béisbol se han perdido entre un gigantesco hierbazal, muy frecuentado, por cierto, por los criadores de caballos, conejos, chivos y otros animales herbívoros; el local para la práctica de los deportes de combate (judo y lucha) permanece clausurado; las canchas de baloncesto y voleibol están pidiendo a gritos su remozamiento; mientras que otra cancha, donde juegan los tenistas, se halla sin malla.
Es cierto, como hemos apuntado, que la mayor responsabilidad de que hoy no se practiquen deportes en los colectivos laborales recae sobre las administraciones y esas secciones sindicales que no velan realmente por los intereses de sus afiliados.
Sin embargo, no seríamos objetivos si no reconociéramos que el ánimo de la mayoría de los trabajadores cubanos no es propicio para la práctica del deporte. Porque al trabajador promedio de la isla lo agobian infinidad de problemas desde que despierta en la mañana: no tiene un buen desayuno, la zozobra del transporte para llegar al trabajo, una jornada laboral que no le será retribuida adecuadamente, y la mente intranquila pensando qué llevará esa noche a la mesa de su casa.
Bueno, si el problema es de pensar, quizás y para consuelo de los mandamases de la CTC, esos trabajadores se puedan convertir en buenos ajedrecistas.