domingo , 22 diciembre 2024

El Gobierno aprieta las tuercas también a los bicitaxistas

«Imagínate que no puedo salirme de Centro Habana. Puedo llegar hasta Belascoain, o hasta Carlos III, ni una cuadra más.”

La Habana | Frank Correa – Otra ordenanza para regular el transporte en la capital ha salido a la luz. Va contra los bicitaxis y consiste en la prohibición de circular fuera del municipio donde aparece registrado el vehículo.

FRANK CORREA | La Habana | www.diariodecuba.com – Otra ordenanza para regular el transporte en la capital ha salido a la luz. Va contra los bicitaxis y consiste en la prohibición de circular fuera del municipio donde aparece registrado el vehículo.

«Imagínate que no puedo salirme de los límites de Centro Habana», dice Yuniel, de 25 años, quien conduce un bicitaxi de fabricación propia. «Puedo llegar hasta Belascoain, o hasta Carlos III, ni una cuadra más. Si la policía me coge entrando en La Habana Vieja o en Plaza de la Revolución, me arriesgo a recibir una multa, incluso al decomiso».

Estos vehículos constituyen un alivio para el transporte, perennemente en crisis debido a la insuficiencia del parque automotor, las limitaciones con el combustible y la falta de piezas de repuesto.

Otro chofer de bicitaxi que se queja del maltrato de las autoridades a su gremio es Armando. «Han puesto un ramillete de obstáculos contra este oficio por cuenta propia», comenta. «Todo lo que buscan es acabar con nosotros. Ahora para sacar la licencia piden infinidades de papeles y trámites, y hasta un chequeo médico que incluye la medición de la vista, un análisis de sangre y una radiografía. Tenemos que pagar un curso de conducción como si fuéramos a manejar un auto. Y a veces tenemos que dar dinero para aprobarlo, porque nos llevan contra la pared».

Luisón, que vive en Playa, se iba todos los días hasta Zanja, Prado, Malecón o Infanta, sitios con mucha afluencia de clientes. «Pero ahora no puedo ir más allá del puente del Almendares y, para colmo, casi la totalidad de los bicitaxistas estamos trabajando sin licencia. La ONAT no está dando nuevas licencias, ni renueva las que ya existen. Tampoco te explican por qué».

Además de las mencionadas exigencias, el Estado requiere a los bicitaxistas un troquelado con la numeración de su registro. Deben hacerlo en un taller ubicado en Bauta, fuera de La Habana. «Escogieron un lugar bien lejano, parece que para desanimarnos», dice Luisón. «Y hay que llevarlo pedaleando, para demostrar su buen estado técnico. Es un abuso. Tenemos que armar el bicitaxi con nuestros recursos, tapizarlo, llevarlo al troquelado y pagar el curso de conducción, todo eso antes de sacarle utilidad».

Las continuas arremetidas de los inspectores estatales y la Policía contra este medio de transporte ecológico, que no necesita combustible, ni contamina la atmósfera, provocaron una manifestación que involucró a medio centenar de bicitaxistas en mayo de 2016. Aparcaron frente a la Plaza de la Revolución como protesta por las pésimas condiciones de trabajo y el acoso del Estado, pero su situación no cambió, al contrario, empeoró con esta nueva medida de prohibirles la circulación fuera de sus municipios.

Manolo, que era profesor de Cultura Física y ahora gana más manejando un bicitaxi, dice que ellos le resuelven muchos problemas a la gente. «De madrugada, o a cualquier hora que nos toquen la puerta, estamos listos. Lo mismo para llevar un enfermo a un hospital, que para trasladar un televisor o un colchón. Resultamos más baratos que alquilar un camión. Y entramos a cualquier sitio, lo mismo en una inundación que en un terreno en mal estado».

«La dura vida que lleva el cubano nos obliga a inventar», dice Pepecito, un joven todavía en edad escolar que armó un cacharro y se busca la vida pedaleando. «También viene mucha gente del campo a bicitaxear y la disputa por el pasaje es tremenda».

«Ahora, con la nueva ley de no poder salir del municipio, se agrava la cosa. Ayer llevé a una pareja que iba para la Terminal de Ómnibus y tuve que dejarlos en los límites de Centro Habana con Plaza de la Revolución. No querían pagarme la carrera. Tuve que explicarles que no es culpa mía, que es el Gobierno el que lo prohíbe. Tuvieron que caminar las seis cuadras que faltaban a pie. Por suerte, las maletas tenían rueditas, de lo contrario tendrían que pagar otro bicitaxi hasta la terminal», relata.

No se conoce el número de «operadores de bicitaxis» que existen en la capital, pero debe ser alto. Casi todos trabajan sin licencia y sin la posibilidad de obtenerla, hostigados por el cuerpo de inspectores y la Policía, asaetados por las múltiples leyes absurdas ideadas para obstaculizar su normal funcionamiento, como esta nueva «prohibición de circular fuera del municipio de procedencia».