jueves , 28 marzo 2024
El Barrio Chino habanero.

El perro del hortelano y los cuentapropistas

La ausencia de un mercado para los cuentapropistas es un desatino económico más entre los tantos del viejo régimen cubano

La Habana, Cuba | Cuba Sindical Press – La sistematicidad de la revolución en dictar leyes, imponer regulaciones y establecer políticas que desmotiven o quiebren el desarrollo del Trabajo por Cuenta Propia (TCP) en el país, es el principal obstáculo para un emprendedor, pues se ve maniatado ante un acoso estatal que solo puede eludir renunciando al empleo, como mejor opción para evitar la pérdida de la inversión personal.

De acuerdo con lo expresado para Cuba Sindical por el expropietario de uno de los tres restaurantes cerrados a lo largo de la calle Zanja, en el tramo comprendido entre Galiano y Belascoaín, en Centro Habana, las autoridades cubanas son como el perro del hortelano, “ni comen ni dejan comer”.

Estas regulaciones y las que vendrán, señaló el joven emprededor, coartan el desarrollo individual, frenan la generación de empleos en el país, estancan la producción de bienes y servicios de calidad en el sector y dañan la escasa liquidez financiera de la nación, pero  las imponen por tal de perder el control general.

Según el emprededor, expropietario del restaurante El Jared, ubicado en pleno Barrio Chino de la capital, los onerosos impuestos, el acoso de los inspectores que a veces rayan la extorsión, así como los cambios de medidas ligados al aumento de la restricciones, y los altos precios en el mercado estatal son todos factores que impiden el desarrollo de la gestión privada. Pero lo que más afecta es la ausencia de un mercado mayorista donde comprar insumos para trabajar.

“Con estos truenos no hay quien duerma, y a mí, bajo estas condiciones, la cuenta no me da, y menos para salir al exterior a comprar, como hacen muchos, los insumos para trabajar en mi país–declaró–. Pero no soy el único que tiene que cerrar el negocio porque los familiares no pueden ayudar más desde el exterior; agradecido estoy con lo que han hecho por mí. Con el salario que ganaba como Técnico en Explotación del Transporte ni en un siglo hubiera podido reunir para montar un restaurant”.

El hecho consumado es que tuvo que cerrar su negocio. Por similares causas, los respectivos propietarios de los pequeños restaurants Orishas y Don Rudy, ubicados a unos metros uno del otro, en la misma calle Zanja, tuvieron que poner fin o posponer su gestión empresarial. El Barrio Chino sigue quedándose sin iluminación, lugares dónde comer y opciones tentadoras para trabajar.

Cientos de casos y situaciones como éstas existen en el país. Las iniciativas de los emprendedores, que comenzaron a cobrar relevancia a partir del año 2010 y transformaron las calles con proyectos de diversa envergadura nacidos entre la desolación de las ciudades convertidos en pequeñas cafeterías, gimnasios, talleres de oficio, bares, academias de idiomas, peluquerías, hostales, pizzerías, boutique para turistas y otras decenas de ofertas para el transeúnte, hoy están en peligro de extinción por falta de un comercio mayorista en la nación.

Candil de la calle y oscuridad de la casa.

La reticencia gubernamental a establecer un mercado mayorista en el país, así como los paquetes de medidas aplicados y los que se aplicarán al sector no estatal a partir del 7 de diciembre, resultan contradictorios con la lógica financiera necesaria para salir de la crisis en la que, paradójicamente, serán los competitivos y eficientes emprendedores quienes llevan las de perder.

Si bien se han permitido ciertos espacios laborales y diversos tipos de propiedad en el país, estos no responden a la voluntad política de una revolución que, aún desde las ruinas económicas y sociales que ha generado en el país y la población, se aferran al predominio de la propiedad social sobre los medios de producción, apuesta por una obsoleta economía planificada y asegura que el actor principal en el escenario social del país va a ser la fracasada Empresa Estatal Socialista, como expresan cual lema sus principales dirigentes, algo que la población ni ellos mismos logran creer.

Mientras tanto, el desarrollo del sector privado cubano, que podría ser una de las fórmulas más expeditas para aliviar la empobrecida economía cubana, continúa bajo severas restricciones que obligan a miles de emprendedores a invertir cuantiosos recursos financieros en el extranjero, con el fin de obtener los insumos que necesitan para  trabajar dentro del país –recursos que de existir un mercado mayorista en Cuba ingresarían al país.

Las considerables pérdidas financieras que sufren tanto el gobierno cubano como los emprendedores obligados a buscar insumos fuera del país, resultan incongruentes con un discurso oficial que alardea de cambios, aperturas, descentralización, unidad nacional y otros lemas y expresiones falsas, o cuando menos cínicas por su lejanía de la realidad, dejan perplejos a expertos extranjeros y cubanos, ante la falta de perspectivas en el comportamiento gubernamental.

Según expresó a El Nuevo Herald John Kavulich, presidente del U.S.-Cuba Trade and Economic Council, “las leyes, regulaciones y políticas vigentes adoptadas por el gobierno de la República de Cuba sugieren una preferencia por enriquecer a otros países en lugar de autorizar un componente crítico requerido para desarrollar y sostener un sector privado: la disponibilidad de un mercado mayorista de importación y exportación”.

Esta situación, avalada por el volumen de esta actividad, supera con creces la inversión extranjera que el gobierno cubano ha atraído para su zona especial de desarrollo en el Mariel, de apenas $265 millones en 2017, según señaló el experto, quien estima que el capital financiero que sale del país de manos de los emprendedores cubanos podría superar los $2,000 millones, una cifra similar a la que el gobierno cubano ha calculado que necesita atraer en “inversión extranjera” anual para generar crecimiento económico en el país.

Por otra parte, de acuerdo con las cifras dadas a conocer por el Havana Consulting Group, en el 2017 más de 48,000 cubanos salieron al exterior como promedio 11.5 veces para realizar sus compras. Que miles de emprendedores cubanos gasten alrededor de 2 900 millones fuera del país en aerolíneas, alojamiento y transportes para efectuar sus compras en México, Guyana, Panamá o Estados Unidos, en lugar de poder hacerlo en Cuba, es el contrasentido de un Estado demencial.

De ahí que muy pocos pueden entender cómo unas autoridades que exigen a sus economistas de ron peleón y dominó les rueguen a las once mil vírgenes, pidan a Yemayá y Changó, clamen a San Putin, sacudan a Maduro, coloquen boca bajo y al sol el busto de Karl Mark y exorcicen al Diablo Trump, con tal de ingresar 2 5000 millones de dólares anuales a Cuba, teman o estén renuentes a crear un mercado mayorista que genere  ganancias para el Estado y para el sector privado del país.

vdomínguezgarcía4@gmail.com