viernes , 29 marzo 2024
Durante la huelga, algunos carros iban por la senda izquierda en lugar de la derecha, donde suelen esperar los pasajeros. (14ymedio)

El miedo que paraliza y la funcionalidad del acomodo

No se sabe el origen del llamamiento al boicot en las redes sociales, que en principio despertó esperanzas de éxito

La Habana, Cuba | Cuba Sindical Press – Definitivamente el “Trancón”, del pasado día 7 diciembre en La Habana, que llevarían a cabo los taxistas no estatales, conocidos como “boteros” no funcionó como muchos previeron.

La pretendida huelga de brazos caídos, en rechazo al paquete de medidas, ya en vigor, que aumentan los controles y las exigencias por un lado y reducen el margen de ganancias por otro, debido a la imposición de tarifas fijas y otras regulaciones no menos onerosas, fue como reza una máxima popular, más rollo que película.

En realidad, pocos choferes cumplieron con la convocatoria de dejar sus automóviles estacionados. La mayoría continuaron prestando servicio, con la particularidad de cubrir los itinerarios a los clientes que puedan pagar entre 3 y 5 CUC, o sea entre 5 y 7 dólares, un monto excesivo en un país, donde el salario promedio es de unos 30 dólares al mes.

La mayoría de los carros circulan vacíos a la espera de los clientes dispuestos a pagar las referidas sumas y son poquísimos los choferes dispuestos a hacer concesiones.

Generalmente, no dicen nada sobre el importe a pagar, cuando se detienen frente al interesado en llegar a su destino. Esperan la propuesta monetaria y si no les cuadra, ladean la cabeza, hacen una mueca de disgusto y parten a toda velocidad en busca del mejor postor.

No se sabe el origen del llamamiento al boicot en las redes sociales, que en principio despertó esperanzas de éxito, pero quienes se adhirieron a esta idea minimizaron tanto los niveles de impunidad como la eficacia de las instituciones que velan por la conservación del canon totalitario.

Para entender el fracaso de una acción cuyo basamento era de carácter socio-laboral y económico, aunque tenía en el fondo connotaciones políticas, es preciso recordar que, en Cuba de cada 10 personas, al menos 3 o 4 colaboran de forma permanente o eventual con la policía. Nada nuevo en el contexto de las dictaduras de estirpe marxista-leninista.

Por ejemplo, la Alemania presidida por Erich Honecker, en aquellos tiempos donde la guerra fría marcaba las pautas del enfrentamiento Este-Oeste, fue un ejemplo modélico del exhaustivo control social a través de la delación y las torturas psicológicas. Sus servicios secretos jugaron un papel fundamental en la formación del temible Departamento de la Seguridad del Estado cubano (DSE) que mantiene en activo, según analistas de gran reputación, más de 70 000 oficiales y un número notable de colaboradores. Valga apuntar que el reclutamiento por chantaje es el más atractivo en un escenario que exige periódicas incursiones en el mercado negro, maquiavélicamente tolerado con ese fin.

No me gusta ser absoluto, sin embargo, estimo que organizar una protesta masiva en Cuba es tan fútil como cazar mariposas con escopetas.

De ocurrir tiene que ser espontánea, sin alharacas mediáticas y con el apoyo, tan siquiera de un sector minoritario, del estamento militar.

Por supuesto que esto no garantiza resultados satisfactorios, pero sin dudas, se derrumbaría parte del mito de una revolución capitaneada por una caterva de timadores y verdugos que viven a cuerpo de rey a costa de la miseria de millones de personas.

Poco a poco, los taxistas se acomodan a las circunstancias. Tienen miedo como casi todos los que viven en la Isla. Saben que pueden perder su medio de trabajo, confiscación mediante, e ir a la cárcel por desobedecer la ley.

Con todos los que he conversado, dicen que no quieren meterse en política y otros alegan que, si Fidel estuviera vivo, hubiese buscado una alternativa favorable a sus demandas.

Por otra parte, la población rumia sus angustias por la falta de transporte, descarga su ira con el prójimo, con palabrotas o a piñazo limpio y si acaso lanza alguna diatriba, con sordina, contra los culpables directos (la cúpula gubernamental) de tener que soportar tantas dificultades para ir y regresar del trabajo o hacer otras diligencias.  

No se equivocan los que comparan a Cuba con un manicomio.

Pienso que no es cuestión de locos, sino de miedos, cinismo y resignación.

Tres pilares de una perturbadora convivencia que afecta a cuatro generaciones.