Una de las primeras acciones para controlar a los hoy pobres y sumisos obreros fue extraer a los jóvenes de sus familias.
La Habana, Cuba | Cuba Sindical – Arsenio Castillo, el brillante y desconocido intelectual habanero, les llama vendedores de frutas de estación. Se refiere a una parte importante de la masa laboral cubana, sin distinción de raza, genero, preferencia sexual o espacio geográfico. Aquellos que hoy son plomeros, mañana albañiles y pasado mañana llenadores de fosforera. Personas sin una profesión, una visión de trabajo y por supuesto la ausencia de disciplina y carácter para llevar adelante su proyecto de vida; a no ser, el de los vendedores de estación. Una etapa mangos, otra cebolla y una tercera, boniatos. No se especializan en nada, y a partir de ahí nunca llegarán a nada.
La percepción de este guionista y calificado publicista confirma el enfoque de desastre nacional a partir de la singularidad del llamado “hombre nuevo”, propuesto por la ideología comunista y amparada en varios sistemas prácticos de enseñanzas y relaciones familiares.
Recordemos, una de las primeras acciones para controlar a los hoy pobres y sumisos obreros cubanos en la década del sesenta, fue extraer a los jóvenes de sus familias para ser adoctrinados con una intensidad definida según los diferentes grupos etarios: los campamentos de pioneros, para los estudiantes de primaria; las escuelas al campo, o en el campo, para los de la segunda enseñanza; el servicio militar obligatorio para la post adolescencia; la obligatoriedad del servicio social en lugares priorizados del gobierno, para los universitarios.
Los padres no quedan fuera de esta ecuación formativa. A la impertinencia de ver a sus vástagos, solo seis o siete días al mes, se le suma la extracción de los padres de la familia, con los “trabajos voluntarios”, el llamado espíritu de contingente o consagración laboral para los científicos. La desaparición del habeas corpus, el aumento de las prisiones para menores en cada provincia, implica el crecimiento del desbarajuste psicológico y antropológico de la sociedad productiva cubana.
La primera generación que sufre la dictadura durante la adolescencia, o fueron llamados en los primeros contingentes del servicio militar obligatorio, tiene cumplido hoy los setenta años. Ellos aun recibieron parte de la educación que durante la república daba la familia, pero este tipo de educación se disolvió con los años, y los que fueron adolescentes en los setenta ya enfrentaron un escenario diferente.
Fernando Sarráis, psiquiatra español y autor de Familia en armonía, opina que en general y en referencia a la sociedad universal, a pesar de cómo disminuye el tiempo que pasan los padres con sus hijos, y el peso de otros factores, la educación familiar influye en la personalidad de los futuros trabajadores. Para interpretar el tema, el diario español El País establece cuatro matrices de educación familiar. Aquí las exponemos, para que saque usted su propia conclusión de cómo fueron educados los actuales trabajadores cubanos, y vincúlenlos a su experiencia productiva.
Indiferente: Poco control, poco cariñoso en el trato.
Familias que no dictan normas, por falta de preocupación. Ni controlan a sus hijos, ni son cariñosos con ellos. No les interesa implicarse. En algunos casos no tienen interés, ni se preocupan por ellos. En otros, desean ocuparse, pero no tienen tiempo ni energías, probablemente por otras obligaciones, por lo que acaban por desentenderse del futuro trabajador.
En este estilo de educación familiar no aparece un conflicto entre amor filial y control. La negligencia va con la falta de autoridad y responsabilidad respecto a los compromisos adquiridos. Como consecuencia, crean personas que actúan por impulso, incluso las tendencias más destructivas, especialmente si la frialdad paterna llega al extremo de la hostilidad. Esos trabajadores suelen ser líderes negativos y poco cooperativos. Poco concentrados en el trabajo y con bajo rendimiento, lo que les lleva a una alta movilidad laboral.
Permisivo: Poco control y mucho cariño.
Es la familia que exige poco a sus descendientes. Les deja actuar a su arbitrio, sin ponerles restricciones. Combina la ausencia de control con trato cálido. No pone reglas o pone pocas y poco exigentes, sin siquiera vigilar el cumplimiento. Como ama, ya cree que sus descendientes son bastante buenos y listos. Un progenitor permisivo opone amor a exigencia y, al no entender su compatibilidad, abandonan el control.
Se puede diferenciar cierta flexibilidad para permitir a los jóvenes tomar sus propias decisiones, se equivoquen y puedan madurar. Pero cuando esa permisividad se convierte y lleva a la manipulación y falta de respeto a las guías, hay que corregirlas. Ese estilo democrático es saludable y divertido, pero alguien debe tener la última palabra, y esa es la figura parental. De tal manera, el futuro trabajador se vuelve socialmente incompetente, actúa por impulsos incontrolados y es conformista e indulgente consigo mismo. Y será permisivo consigo mismo por esa falta de aprendizaje en el control, la adaptación y la exigencia. Sociales, alta inteligencia emocional, poca empatía con las necesidades de los demás, incluyendo el colectivo de trabajo.
Autoritario: Mucho control, poco afecto.
Las familias autoritarias ejercen el control y la disciplina de un modo frio y distante. Establece reglas que son un fin en sí mismas y orientadas a la idea que tiene a los sucesores perfectos. La familia autoritaria intenta educar en la responsabilidad, olvidando que esta es imposible sin libertad. El castigo suele ser severo. Se considera la mala conducta una afrenta a las normas, la familia, y también, porque no existe el freno del amor. Aquí las normas son absolutas, ni se razonan, ni se justifican.
La autoridad es necesaria para educar, pero cuando se sobrepasa un límite, es dañina o irracional crea trabajadores dependientes, retraídos, irritables y apocados, encontrándose agresividad inhibida o hacia ellos mismos, debido a la presión soportada. Es lógica también la dependencia, pues el individuo no aprendió a vivir por sí mismo.
“Autoritativo”: Mucho control y afecto.
Este sistema combina el control y la autoridad con un trato afectuoso y cercano. Las personas son lo primero. Las normas, son un medio con un fin, la felicidad y el equilibrio. Son flexibles, adaptables a las circunstancias. Si se ama al hijo tal como es, se desea estimular su libertad y responsabilidad, por lo que las reglas irán suavizándose con el tiempo. A la hora de reprimir las malas conductas, el afecto impide los castigos severos.
La familia “autoritativa” tiene buena comunicación entre sus partes y se razonan las decisiones. Las cosas no se hacen por le da la gana a alguien o porque ese alguien manda, sino porque buscan un objetivo. Se puede estar de acuerdo o no, pero se sabe que no es un capricho. Cuando no se comparten las razones, se puede discutirlas y quizás convencer de la necesidad de cambio.
Un trabajador educado en este ambiente suele tener una buena adaptación y fácil trato con los demás. Es cooperativo, resuelto y orientado al logro. Tiene confianza, autoestima y mejor autocontrol. | julioaleaga@gmail.com