jueves , 28 marzo 2024

Empleo decoroso: una asignatura pendiente en Cuba

Aunque las estadísticas manifiesten, como de costumbre, resultados envidiables en este ámbito, la realidad apunta a una situación crítica

La Habana, Cuba | Cuba Sindical Press – El primer vicepresidente cubano, Salvador Valdés Mesa, llamó recientemente a reforzar el compromiso con el empleo decoroso en el mercado laboral mundial. 

La validez de la exhortación es incuestionable, pero valdría la pena conocer si el alto funcionario incluía en su demanda al país que representa en la 108ª Conferencia Internacional del Trabajo (CIT), que se celebra en Ginebra, Suiza, desde 10 al 21 de junio.

Aunque las estadísticas manifiesten, como de costumbre, resultados envidiables en este ámbito, la realidad apunta a una situación crítica con escasas posibilidades de ser superada, mientras no se tomen medidas que contribuyan al cese de la hegemonía estatal sobre los medios de producción.

La pertinencia de que todas las decisiones pasen por el tamiz ideológico del partido único, antes de ser puestas en práctica, explica la circularidad del estancamiento económico, con su carga de efectos nocivos en el plano laboral.

Es difícil encontrar opiniones satisfactorias, entre la mayoría de los poco más de 3 millones de cubanos que se ganan la vida en los empleos estatales, al conocer que perciben como promedio menos de un dólar diario por sus desempeños.

No solo tienen que lidiar con salarios que la galopante inflación evapora en pocos días, también enfrentan condiciones de trabajo muy adversas, lo cual determina la aparición de afectaciones físicas y psicológicas.

Comparativamente, los 1,4 millones de personas que han optado por probar suerte en el sector no estatal, pueden disfrutar de modestos privilegios, en materia salarial, aunque deben sortear un laberinto lleno de medidas prohibitivas, extorsiones de los inspectores, ausencia de un mercado mayorista, altas tasas impositivas, etc.

En sentido general, el entorno es propicio para que el trabajador se haya convertido en un súbdito del Estado, con la pesada carga de obligatoriedades, entre las que se destacan, la pertenencia a sindicatos, cuya máxima sigue siendo la defensa de los postulados ideológicos del partido y la autoridad de la administración, la asistencia a las movilizaciones políticas y la aceptación de disparatados y desgastantes compromisos productivos sin un aumento plausible de las retribuciones monetarias.

Por otro lado, el representante de la Isla en la reunión del órgano perteneciente a la Organización Internacional del Trabajo (OIT), lamentó, “los enfoques punitivos y prácticas selectivas contra los países en desarrollo…..”

Una manera de desestimar los informes críticos presentados, periódicamente, por la Asociación Sindical Independiente de Cuba (ASIC) y el Grupo Internacional de Responsabilidad Social Corporativa de Cuba (GIRSCC), donde se detallan incidencias del largo historial de violaciones cometidas por el régimen de La Habana contra la población laboralmente activa.

La constante desestimación de las conclusiones y recomendaciones de la OIT, tras los análisis exhaustivos de las pruebas incriminatorias presentadas, define una actitud arrogante, que subraya la intención de conservar las mismas reglas que mantienen a millones de personas sometidas a relaciones laborales abusivas.

Sin derecho a huelga y sin posibilidades de canalizar las inquietudes e insatisfacciones en organismos con la debida independencia de los órganos de poder en manos del Estado, el trabajador cubano se mantiene en una situación de extremo desamparo.

En síntesis, Salvador Valdés Mesa, fue a repetir el mismo discurso que combina una falsa disponibilidad para abordar sin dogmatismos las anomalías presentadas en los foros internacionales y esa tendencia a la victimización a ultranza.

Es obvio que el universo laboral cubano necesita reinventarse. La mejoría en este sector determinante para el desarrollo, pasa por un aceleramiento de las transformaciones económicas y una paulatina descentralización política.

Es hora de dejar a un lado las visiones románticas y los caprichos de continuar apostando por un modelo insostenible. El proletariado cubano precisa de incentivos reales que dignifiquen su existencia. No peroratas insulsas, como la escenificada por el “ilustre” miembro de la nomenclatura.

Sin desconocer algunos éxitos comparativos de Cuba, en materia socio-laboral, respecto a otras naciones subdesarrolladas, hay que admitir que en la Isla apenas existen empleos decorosos. Valdés Mesa, no lo dijo ni lo dirá nunca. Su alusión a esa categoría laboral, ausente en muchas partes del mundo, fue un recurso retórico y utilitario. En una palabra, indignante.

En fin, el mismo libreto, impreso en los talleres del socialismo cuartelero, que nos ha tocado sufrir por tanto tiempo.