Nada se asemeja más a los controles y restricciones impuestos a los reos bajo prisión domiciliaria que la Resolución 368-20.
La Habana (Sindical Press) – Nada se asemeja más a los controles y restricciones impuestos a los reos bajo prisión domiciliaria en Cuba que la Resolución 368-20, que establece el Reglamento Disciplinario publicado por el Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba (MINREX) para los cooperantes de la salud cubanos en misiones internacionales. Peor aún, aparte de sufrir un estricto control, los cooperantes son obligados a mentir, falsificar documentos y realizar otros actos denigrantes que atentan contra la ética médica en el ejercicio de su labor como profesional.
Con 10 capítulos y 72 artículos que regulan, arbitrariamente, el comportamiento médico y personal de quienes son partes de estas colaboraciones fuera de la Isla, el Reglamento se erige como un valladar infranqueable para el normal desenvolvimiento social de los “misioneros” en su cotidiano bregar, así como para el diagnóstico, el tratamiento que se debe aplicar a cada paciente y el registro del número de pacientes atendidos.
Entre las insólitas “infracciones” a la disciplina recogidas en el documento de marras, resaltan algunas que violan la libertad de movimiento, asociación y expresión, así como las que pretenden enlodar la dignidad personal de cada cooperante al exigirles denunciar a los colegas que infrinjan las reglas ante unos supervisores cubanos que, vestidos de civil y bajo fachada de funcionarios de la salud, presumen de estar allí para protegerlos, cuando la realidad de su función –como colaboradores o agentes de la Seguridad del Estado– es vigilarlos y reprimirlos durante toda la misión.
De acuerdo con los artículos del draconiano panfleto revolucionario, los colaboradores de la salud están obligados a cumplir, durante su estancia en el exterior las “orientaciones” disciplinarias siguientes:
- Informar al jefe inmediato superior de sus relaciones de pareja con nacionales o extranjeros residentes o no en el país donde presta cooperación y, en su caso, su intención de contraer matrimonio en el país donde presta servicios. (Capítulo II, artículo M: “Deberes de los cooperantes).
- Informar a sus superiores de las violaciones de las normas disciplinarias (capítulo II, artículo K).
- Tener un comportamiento político, laboral y social-ético, acorde con los principios que rigen nuestra sociedad (capítulo II, artículo i).
Bajo estas humillantes condiciones, la doctora en Medicina General Integral Martha María Rosales Valdés, cumplió a duras penas un año de misión en la República Popular de Angola, en la provincia de Cunene, municipio Namacunde, cerca de la frontera con Namibia. Según expresa en la entrevista concedida a Sindical Press, “el derrotero inmoral y antiético de la misión lastró completamente la posibilidad de su crecimiento como profesional de la salud”.
Entrevista a la doctora Martha Rosales Valdés (nombre ficticio por razones de seguridad ante posibles represalias).
Doctora, cuando usted se refiere al derrotero inmoral y antiético de su misión como profesional cubana de la salud en el exterior, ¿qué argumentos posee para sustentar ese calificativo radical?
Mis argumentos son muchos y generalizados entre cientos de colaboradores que han enfrentado similares situaciones en distintos puntos de la geografía mundial donde se han enviado estas misiones.
En su caso personal ¿cuáles han sido los hechos para conformar el criterio de inmoral y antiético de las colaboraciones médicas cubanas en el exterior?
En primer lugar, la comercialización descarnada, sobre cualquier otro factor, de un proyecto social que por su carácter humanista –como lo es la salud– y su presunta intención de solidaridad, debiera ser digno de admiración internacional y no motivo de acusaciones y rechazos cuando se conoce su verdadera finalidad política y financiera.
Pero, ¿no existe ni el más mínimo motivo de satisfacción personal en el desarrollo de las colaboraciones en el exterior? ¿El gobierno cubano no les da un incentivo por cumplir tan honrosa misión de garantizar la salud a quienes no tienen posibilidades de hacerlos en su propio país?
El único motivo de satisfacción para quienes ejercemos esta profesión de sanar es devolver la salud a los enfermos, a las personas y a quienes necesiten de asistencia médica por cualquier razón, más allá de su origen social, ideología, práctica religiosa, orientación sexual o color.
¿No existe otra razón que la motive y haga feliz de cumplir una misión?
En el caso de los médicos y el resto del personal de la salud cubana debiera estar el tema financiero, pues en teoría lo que devengamos en estas misiones multiplica hasta diez veces o más lo que recibimos como retribución por nuestra labor en Cuba, pero en la práctica el régimen se queda con el 95 % de nuestros salarios, y el sacrificio que hacemos, más las penurias y afrentas que vivimos lejos de la familia, valdrían mucho más de lo que se nos paga.
Aparte del robo de la mayor parte del salario por parte de las autoridades de la salud y el régimen ¿qué otra razón tiene para calificar de inmorales y antiéticas los rumbos de la colaboración?
No es una ni dos. Son muchas, pero sólo enumeraré las que más han contribuido a formarme un criterio que usted considera radical. La primera razón es la desconfianza. Me quitaron el pasaporte en cuanto llegué a Luanda. Nos leyeron el reglamento donde se nos impide salir de la casa después de las seis de la tarde; mantener cualquier tipo de relación (personal o amorosa) con personas cubanas o extranjeras que no sean parte de la misión; se nos impide hablar de lo que hacemos durante nuestra labor y se nos prohíbe expresar nuestra opinión personal y se nos alerta y obliga, en cada reunión semanal, a delatar a cualquier colega que infrinja alguna de estas “orientaciones”.
¿Existen otras?
Sí, como no. Las más aberrantes y las que han lastrado mi desarrollo como profesional. Como el régimen de la Isla cobra por los servicios médicos prestados a cada país donde envía una brigada de colaboradores, cada consulta, ingreso, tratamiento o intervención quirúrgica cuentan y tienen un valor monetario que se le cobra al país receptor por la dictadura cubana, por lo que se nos obliga a mentir o manipular la realidad de cada día de labor.
¿Cómo lo hacen?
Yo me negué y un especialista en oftalmología también, por lo que lo primero que hicieron fue suspendernos el salario por un mes, luego por dos, y al ver que no podían convencernos de tener un comportamiento ético antiprofesional, nos expulsaron de la misión y nos enviaron para Cuba. Yo regresé a Cuba, y según me enteré, el oftalmólogo, que residía en la provincia cubana de Holguín, logró burlar la vigilancia y cruzó la frontera hacia Namibia.
Pero, ¿cómo lo hacen los demás? Es decir, de qué forma logran alterar los registros para que las autoridades del régimen cubano recauden más.
Según vi en algunas ocasiones o conocí por testimonios y relatos de otros colegas, les exigen ingresar pacientes todo el tiempo, salir a buscarlos, inventarles un padecimiento y convencerlos de que se deben tratar, y si el número de pacientes no cumplen la cuota diaria establecida por el coordinador cubano de la misión, quien recibe órdenes de las autoridades sanitarias de Cuba, los deben inventar.
¿Y cómo inventan los pacientes?
Muy sencillo. Cuando no se tiene el más mínimo escrúpulo para ganar dinero y aparentar, como propaganda política, una esmerada atención, se recurre a cualquier subterfugio y se falsea la realidad. Cuando el número de pacientes no cumple con la norma establecida, se abre una historia clínica ficticia, con datos que aparecen en la cédula de identidad de cualquier persona real de la localidad o el país y lo convierten en un “paciente” más.
¿Cuáles han sido las consecuencias para usted después de negarse a ser parte de los actos de corrupción y falta de ética profesional que se derivan de manipular la realidad de una atención médica que debe ser veraz, gratuita y ejercida sin presión ni bajo control?
Las consecuencias de mi negativa a ser parte de la componenda inmoral y a violar el juramento hipocrático que se nos hace juran al graduarnos en Escuela Latinoamericana de Medicina, o de cualquier otra facultad de medicina en Cuba, me hizo bajar de una institución hospitalaria de nivel provincial aquí en La Habana a un policlínico de mala muerte, sin ningún tipo de recursos para trabajar y una estructura ineficiente donde impera la insalubridad.
¿Aún con esas condiciones paupérrimas que describe sobre la institución sanitaria actual donde labora, mantiene su lealtad al juramento hipocrático? ¿Qué dice este juramento?
Puede estar seguro que sí. Y cumplo al pie de la letra la esencia del juramento que dice: “Guardaré el máximo respeto a la vida y dignidad humanas. No practicaré, colaboraré, ni participaré en acto o maniobra alguna que atente a los dictados de mi conciencia. Respetaré siempre la voluntad de mis pacientes y no realizaré ninguna práctica médica o experimental sin su consentimiento”.
Más allá de todas estas zozobras en el ejercicio de su profesión como colaboradora en una misión médica en el exterior, ¿le queda alguna satisfacción?
Sí, como no. La gratitud de mis pacientes y sus familiares y el apoyo de mis compañeros de trabajo hacia mi actitud. También considero una satisfacción el odio, la envidia y las calumnias que inventan algunos funcionarios que no me pudieron doblegar por mi vocación e integridad. Sus críticas por las supuestas decepciones que le causé al sector por mi honestidad, son como heridas o trofeos de combates en la guerra contra las falsas misiones de salud.
Muchas gracias, doctora.