jueves , 21 noviembre 2024

Ficciones y chifladuras

La incongruencia entre el número de universitarios y una economía con serias discapacidades subrayan la redondez de un círculo vicioso

Cambridge | Cuba Sindical Press – Obtener un título universitario en Cuba es más fácil que llevarse a la casa una provisión de huevos después de una angustiante espera en algunos de los timbiriches estatales que en cierta medida contribuyen a atenuar el tradicional minimalismo de la libreta de “abastecimiento”.

No se trata de una hipérbole. En la Isla, desde que “llegó el comandante (Fidel y ahora Raúl) y mandó a parar”, como decía el estribillo de Carlos Puebla, la realidad supera a la ficción, el caos a la racionalidad y el desaliento a la esperanza.

En los discursos de los representantes del partido y en los noticiarios donde se inventan los éxitos y barnizan viejas promesas es que se visualizan los resplandores del futuro luminoso y las maravillas de una cotidianidad que sorprende por la diligente armonía entre pobreza crónica y felicidad a tiempo completo.

Como evidencia de esas obstinaciones en la búsqueda de nuevos espacios de legitimación para un modelo lastrado por la voluntad ciega de su liderazgo, resuelto a continuar aplicando políticas, cuyos basamentos son la experimentación y el sensacionalismo, quiero compartir una de las aristas abordadas en el recién concluido XI Congreso de Economistas de América Latina y el Caribe, celebrado en Panamá.

Allí, el doctor Armando Lanchy, director de Finanzas del Ministerio de Educación Superior, se encargó de recalcar la existencia de 52 instituciones de este tipo en la Isla, los 209 graduados universitarios por cada mil habitantes y la destinación del 3% del PIB a esos menesteres.

En este caso, puede que los datos sean bastante fidedignos, pero insuficientes para dar una perspectiva real de la situación socioeconómica en su conjunto.

Y es que el hecho de tener tasas tan elevadas de egresados de estudios superiores, incluso mejores que en muchos países del primer mundo, no se corresponde con una economía que lejos de crecer, retrocede.

La falta de correspondencia entre el número de jóvenes universitarios y una economía con serias discapacidades para asimilar una fuerza de trabajo altamente calificada, debido al atraso tecnológico, la descapitalización y planes de desarrollo pasados por el tamiz de la ortodoxia marxista-leninista, entre otros factores no menos nocivos, terminan subrayando la redondez de un círculo vicioso que explica la sistematización del estancamiento.

Lo cierto es que un considerable porciento de universitarios termina marchándose del país en busca de oportunidades o ganándose el pan en oficios que no demandan un alto coeficiente intelectual. No es raro toparse con un ingeniero detrás de la tarima de un agromercado, Licenciados en cualquier especialidad, ejerciendo como ayudantes de cocina en un restaurante particular o casos de médicos que prefirieron convertirse en peluqueros, taxistas o empleados domésticos.

Por tanto, la inversión del Estado en el sector debe interpretarse como un gesto afín a la venta de ilusiones y no a una gestión articulada que ofrezca las pautas de un progreso medible a partir del mejoramiento del nivel de vida de todos los cubanos, especialmente en las familias donde varios de sus integrantes tienen titulación académica.

Por último, ante la avalancha de cifras grandilocuentes y discursos que intentan vender la realidad nacional como un segmento del paraíso, es necesario el escrutinio a fondo para no terminar aplaudiendo un fraude. En toda esta trama llena de artificios y poses narcisistas, la masividad ha sido el detonante para que la excelencia se haya convertido en una rareza. Muchos universitarios son tales por el diploma que recibieron a instancias de decisiones políticas y no necesariamente a raíz de su talento y esfuerzos.

Cierro con otra referencia que tampoco tiene nada ver con hipérboles ni tergiversaciones gratuitas. Hasta hace relativamente poco tiempo, existían filiales universitarias en casi todos los municipios de la capital.

Fue cuando bajó la orden, desde la cima del poder, de convertir a Cuba en el país más culto del mundo.

El colmo de la egolatría.