martes , 19 noviembre 2024

La niebla de la guerra, de Baracoa a Valencia

Prueba del crimen es que el 23% emigró entre 2022 y 2024, siendo la mayor salida de zona sin conflicto.

La Habana (Sindical Press) – Valentín es un periodista oficial. El pasado sábado evitó a su colega de la prensa independiente. Conoce los límites permitidos por el gobierno. Y si en India ser “intocable” te condena, en Cuba ser opositor es harina del mismo costal.

En el Berlín de la «Kristallnacht,» los judíos fueron perseguidos como grupo. El apartheid sudafricano discriminó a la población negra. La mutilación genital femenina en África oriental y la prohibición de los talibanes de permitir a las mujeres alzar la voz en Afganistán son ejemplos criminales de discriminación de género. Los disturbios de Stonewall en Nueva York, 1969, sacaron a la luz la opresión de la comunidad homosexual. Las castas siempre necesitan un enemigo, sean mujeres, negros, judíos u homosexuales.

Desde sus comienzos, el régimen cubano estableció dos principales enemigos. En la arena internacional, los Estados Unidos; en el ámbito interno, la clase pensante, la iglesia y los irreverentes. La criminalización de la diferencia se trenzó en un sueño lapidario donde la nación es el partido comunista y todo lo demás es “escoria”.

La función del “palacio de la revolución” es controlar y someter a la población autóctona como si fuera zona enemiga. Así levantó una «niebla de guerra», una expresión acuñada por Clausewitz en el siglo XIX que describe la confusión y desorientación en una sociedad en conflicto. Este concepto sigue vigente, especialmente con el desarrollo de las tecnologías de comunicación y las ciencias sociales.

Tanto hacia el interior como hacia el exterior, el control de la información se mantiene bajo el férreo dominio de quién, qué y cómo se comunica, garantizando así el mantenimiento del statu quo. Este paradigma se refuerza en leyes como la Ley 349, que regula la creación artística; la Ley 162/23, que limita la libertad de los medios de información; y el Decreto-Ley 35/21, que controla el uso de internet y redes sociales. Un ejemplo de esta represión es el caso de Mayelin Rodríguez Pardo.

Esta joven de 22 años fue condenada en 2024 a 15 años de prisión por publicar en redes sociales un video que mostraba la represión contra una comunidad en Nuevitas, Camagüey. No fue ejecutada, como ocurre bajo la Mohtasabeen (policía moral afgana) contra mujeres que violan las normas del burka. Fue enterrada en vida, en la ergástula, dejando al cuidado de su madre una niña de tres años.

El gobierno cubano, a diferencia del invasor ruso en Ucrania, no masacra con artillería a su población, pero sí intenta borrar su historia, destruyendo la industria nacional. No secuestra a 20 mil niños para cambiarle su identidad cultural, pero sí los obliga a decir cada mañana “¿Pioneros por el comunismo? ¡Seremos como el Che!”.

Tampoco se compara con el genocidio en Ruanda de 1994, donde la etnia Hutu masacró a los Tutsi por tener la nariz más fina, ser más altos o dedicarse a la ganadería. En la ínsula, se comete un exterminio desde el poder más parecido –salvando las distancias– al genocidio de los Jemeres Rojos en Camboya (1975-1979) o las hambrunas en Vietnam (1985) y Corea del Norte, donde la “Marcha Penosa” dejó millones de muertos en las décadas de 1990 y 2020.

Prueba del crimen es que un 23% de la población ha huido en los últimos dos años (2022-2024), marcando la mayor emigración de una zona sin conflicto armado.

Pero si Corea del Norte vende sus soldados para la invasión a Ucrania a 2.000 dólares, el gobierno cubano ha perfeccionado su propio mecanismo de explotación, denunciado por la ONU en 2024 como tráfico de personas y trabajo esclavo. En este sistema, médicos y otros profesionales son forzados a servir en el extranjero bajo condiciones de semi esclavitud.

Algo imposible de omitir en esta guerra del poder contra los ciudadanos es el embargo norteamericano. Instaurado en los años sesenta, demuestra ser más un arma del régimen que de los “embargadores”. Con él se victimiza y justifica todas las insensateces económicas, sociales y organizacionales.

El control financiero, el tope a los precios, la ausencia de leyes que estimulen la inversión y la propiedad, la falta de inversión en infraestructura, la apuesta por la corrupta e ineficiente empresa estatal socialista hacen más daño que cien embargos. Es un argumento vacío cuando se considera que en 2023 Cuba recibió 2.000 millones de dólares en remesas (la tercera parte de los 6 mil millones de PIB del país) y Y un mercado, donde la famélica economía nacional compró en ese año 342 millones de dólares en alimentos.

Recientemente, en la Asamblea General de las Naciones Unidas, el gobierno cubano atribuyó el colapso del sistema eléctrico al “embargo”, omitiendo que al menos cuatro países (Rusia, China, Japón e Irán) donaron cerca de 2.500 millones de dólares para la infraestructura energética, fondos que nunca llegaron a su destino.

Coda

Baracoa y Valencia son dos comunidades recientemente devastadas por cataclismos.

Las similitudes radican en que las autoridades no alertaron a tiempo, no asumieron responsabilidad alguna por lo sucedido, ni permitieron ayudas de otros estados (España de Francia y Cuba de Estados Unidos). Y cuando finalmente intentaron imponer orden, fue tarde y mal.

La diferencia está en que, en España, los ciudadanos confían en sus instituciones, hubo solidaridad para reconstruir y brindar apoyo a los damnificados. Y al llegar las “autoridades”, los ciudadanos las encararon y los medios de comunicación y redes sociales se hicieron eco del desastre.

En cambio, en Cuba las víctimas no creen en las instituciones, no hubo solidaridad entre los ciudadanos (casos puntuales) y y cuando los responsables llegaron, tarde y mal, solo unos pocos ciudadanos tuvieron el valor de enfrentarlos. Y en medio de todo ello, y gracias a la “niebla de la guerra”, el ensordecedor silencio cómplice de los medios de comunicación públicos. | julioaleaga@gmail.com