La revolución cubana no abandona a nadie a su suerte, muy por el contrario, coarta, asfixia, impide y resulta ineficiente
La Habana, Cuba| Cuba Sindical Press – A las autoridades cubanas les importa un comino que a Brunildo, Ma’Pancha o Yeyé, un tornado, un ciclón o un gemido, les haya derrumbado el techo, una puerta, la pared donde colgaban a Fidel y a Raúl, o el maltrecho fogón en el que cocinan esos insípidos y magros alimentos que llegan gota a gota, racionados, mientras debaten a diario si dar gritos de Arriba, o Abajo la revolución.
Para el gobierno, lo importante es la propaganda, el mito, la añoranza de aparentar eficiencia, preocupación, capacidad de revertir una situación de catástrofe –que siempre dejan a medias–, como demuestra la prohibición oficial de que las donaciones se entreguen de forma directa a las víctimas del tornado que asoló cinco municipios de La Habana el pasado 27 de enero
Preferir que valiosas o simbólicas ayudas no lleguen a los damnificados sin que medien actos de reafirmación revolucionarias y gritos de Viva Díaz-Canel –o cualquiera que sea el mesías de turno–, es enlodar en la politiquería barata los sufrimientos y el sentir de un pueblo que sólo pide un techo, una cama, un pedazo de pan, un abrazo, venga de donde venga sin importar quién lo envíe o lo dé.
Y no es esta la primera vez que la insensibilidad del gobierno impide por temor o intolerancia que la ayuda llegue a la población. Víctimas de los huracanes Lili o Sandy dejaron de recibir ayudas por la oposición del gobierno a que países y organizaciones internacionales entregaran a los damnificados alimentos, aseo, dinero calzado, vestuario y materiales de la construcción para restañar los daños materiales causados por la ocurrencia de un desastre natural en Cuba.
Según las autoridades cubanas, la entrega directa de ayuda a la población damnificada impide las labores de recuperación, crea desorganización y divide, no prioriza a los de mayor necesidad, se presta para la subversión. De acuerdo con el pueblo, la imposición gubernamental de organizar la entrega, les facilita la manipulación, el robo y el desvío hacia entidades estatales que luego venden en divisas, como ha ocurrido antes con otras ayudas enviadas al país como donación.
Sin precisar eventos ni fechas específicas, muchos damnificados por un desastre natural en la isla recuerdan la venta de colchones, cuadernos escolares, latas de sardina y otros artículos y alimentos que debían ser entregados de forma gratuita a las víctimas de los desastres y, sin embargo –sin considerar que muchos quedaron sin nada, sufrieron lesiones o perdieron familiares– la benévola revolución se adueñó de la ayuda para resarcir las carencias de su ineficiente gestión.
La revolución cubana no abandona a nadie a su suerte, al contrario, le impone su presencia, dosifica sus desgracias, azuza sus miedos, redacta prohibiciones, y vende su gestión como la más desinteresada y humanista que exista en el mundo; cuando en realidad coarta, asfixia, impide, resulta ineficiente y condiciona la ayuda a los damnificados por el paso de un fenómeno natural.