Del 25 al 28 de julio se reunieron en Caracas 800 representantes de los partidos y gobiernos corruptos, populistas y transgresores de la libertad que conforman la izquierda de América Latina.
En los lujosos hoteles y restaurantes de la capital venezolana, se dio cita este aquelarre de la delincuencia política de la región, en una insolente afrenta a los millones de venezolanos que no alcanza a comer ni a acceder a los más básicos recursos vitales.
El Foro de São Paulo, conformado en 1990 bajo los auspicios de Fidel Castro y Lula da Silva para buscar formas de supervivencia luego del colapso del modelo socialista soviético, ser reúne en su XXV Edición en Caracas, también bajo el signo de la supervivencia tras ser derrotado en gran parte de Las Américas.
Las dictaduras de Cuba, Nicaragua y Venezuela conforman el núcleo duro de esta entelequia desde el punto de vista formal, pero la corrupción, el narcotráfico, los perros de la guerra, los traficantes de minerales preciosos, etc. componen su sustento material y operativo.
Un infinito cinismo caracterizó los discursos de los principales participantes. Los gobiernos y los partidos que hasta hace poco gobernaban en algunos países, trayendo represión, asesinato y corrupción, que han convertido a sus fuerzas armadas en despiadados ejércitos de ocupación, que han sumido en la miseria a sus pueblos y conculcado toda noción de libertad, se reúnen bajo el lema “Paz, Soberanía y Prosperidad”.
El discurso del presidente títere de Cuba, Miguel Díaz-Canel, demostró su desesperación por la inminente caída del tirano Maduro, el esquema mafioso de transferencia de recursos de Venezuela hacia Cuba, y el efecto dominó que tendría la desaparición del régimen venezolano.
Por ello, acudió a una especie de exaltación a la retórica fidelista en una caricatura deleznable, donde los lugares comunes se entrelazaban con viejas y apolilladas consignas.
Los temas y documentos de la reunión, como era de esperarse, están plagados de la misma retórica: El Imperialismo malvado, la derecha cipaya, la verdadera historia de los pueblos, la segunda y verdadera independencia, el bloqueo, y demás sandeces que esconden el verdadero y demostrado objetivo de hacerse del poder y mantenerse a toda costa en él, para enriquecerse, gozar y abusar de los privilegios de su ejercicio, utilizando el hambre y las carencias como mecanismos de control social.
La comunidad democrática internacional debe repudiar esta “cartel” político que amenaza el progreso y el bienestar de los pueblos de América.
Las organizaciones sociales y laborales deben unirse en la condena de un modelo político, económico y social, que destruye todas las libertades individuales y colectivas, que convierte al estado en el único actor de la economía, aliándose sólo con el capital privado extranjero, que de manera vergonzosa se asocia para lucrar con condiciones de trabajo y salarios, infamantes; un modelo que utiliza los mendrugos que drena a la sociedad para controlarla y humillarla.
Mientras una élite embriagada de poder disfruta de groseras prerrogativas, a los trabajadores y la ciudadanía en general se les violan derechos fundamentales y se les arrebata el futuro, a los individuos, a la familia y a la sociedad.