Eliminando el principio de reparto igualitario, han concentrado en los trabajadores estatales los recursos que antes se distribuían entre todos
La Habana, Cuba | Rafaela Cruz (DDC) – «El que no quiera trabajar, no podrá comer». Aun leyendo esto en la portada del ultracapitalista Wall Street Journal se alarmaría el sentido de la justicia de muchas personas, no porque en última instancia no concuerden con la afirmación, sino por el simplismo tajante y extremo con que se plantea. Sabemos que hay muchos factores —a veces ajenos al individuo— intermediando entre querer trabajar y la inanición.
Pero no fue un medio capitalista el que lanzó la amenaza. Paradójicamente, lo hizo el órgano de prensa de los «sindicatos» de la socialista Cuba, el periódico Trabajadores.
Ante la insostenible improductividad que el sistema castrista inoculó en los obreros cubanos, el Gobierno ha decidido acometer —por más que lo niegue vehementemente— una terapia de choque. Y ha elegido comenzarla en un momento en que la sociedad está sicológicamente conmocionada a causa del coronavirus.
La terapia elegida —llamada Tarea Ordenamiento— es una combinación de incentivos negativos y positivos.
El negativo es la disminución al máximo posible del entramado de beneficios sociales que el mismo Gobierno creó y que era el núcleo del socialismo cubano. Para hacerlo, estableció su coartada con el bombardeo mediático que desde hace tiempo viene estigmatizando ese entramado como «subsidios y gratuidades indebidas».
El incentivo positivo es un aumento salarial, a la par de una mayor permisividad para que las empresas estatales —únicas existentes— puedan repartir beneficios entre sus empleados.
Sintetizando: eliminando el principio de reparto igualitario, han concentrado en los trabajadores estatales los recursos que antes se distribuían entre todos los cubanos mediante los —ahora muy degradados— beneficios sociales del extinto socialismo cubano.
El resultado que se quiere obtener con la terapia es que los cubanos trabajen más, trabajen mejor y, muy importante, forzar al que hoy «resuelve» al margen del Estado a buscar trabajo o «no podrá comer».
En 2019, aunque el Gobierno de Cuba reportaba pleno empleo, apenas un 1,2% de paro, la Oficina Nacional de Estadísticas recogía únicamente 4,5 millones de trabajadores de un total de población económicamente activa de siete millones. Es decir, solo el 41% de los cubanos trabajaba.
A causa de las restricciones de la pandemia de Covid-19, ya en abril de este año —no hay datos más recientes— 220.000 cuentapropistas habían entregado la licencia que les permitía laborar legalmente, con lo que hoy existen casi tres millones de cubanos económicamente activos que no tienen vínculo laboral formal.
La metamorfosis que con la terapia Tarea Ordenamiento está sufriendo el mercado laboral descarta que las dinámicas previas continúen; hay un punto y aparte en todo lo referente a lo laboral y, como apenas se comienza, no hay datos, pero sí se pueden vislumbrar tendencias.
Si antes de la pandemia un sector muy dinámico en creación de empleo era el cuentapropismo —junto al agropecuario generó más del 90% de los nuevos empleos en 2019—, este va a sufrir doblemente con la terapia estatal: sus costes subirán notablemente, al tiempo que se reducen sus clientes nacionales y para 2021 —con respecto al 2019— se espera una caída de más de un 50% de la clientela extranjera.
Esto hace difícil que el cuentapropismo pueda siquiera absorber los más de 220.000 trabajadores que despidió hasta abril pasado.
El sector agrícola, que no se ha visto tan afectado por la pandemia y la Tarea Ordenamiento lo golpea menos, seguirá siendo el mayor empleador del país. ¿Pero cuántos de los citadinos querrán o podrán irse a trabajar al campo?
Si el incentivo positivo funciona como planea el Gobierno —lo que depende de que la inflación aumente menos que las remuneraciones— y finalmente tres millones de cubanos se lanzan en masa a buscar trabajo, el sector estatal quedará con la responsabilidad de dar respuesta a ello, máxime cuando es el Estado mismo quien los está empujando.
Cómo va el Estado a crear tanto empleo en un periodo corto de tiempo es algo que no está claro. Aunque las autoridades sí admiten públicamente que es su responsabilidad, su proyección para 2021 es de solamente 32.000 nuevos puestos de trabajo. En todo caso, puede lograrse una mejoría en los índices de productividad y eficiencia incluso aumentando los desempleados, de los cuales ahora, sin redes de beneficio social, bien podría el Gobierno desentenderse.
El líder de la terapia, Marino Murillo, advirtió en televisión a las empresas estatales que no pudiesen sobrevivir el shock: «el primer año te vamos a dar ayuda… pero reestructura, redimensiona la empresa». Y pueden hacerlo sin mayores problemas, ya vimos de parte de quién están los sindicatos cubanos.
El desmantelamiento del socialismo sin dar pasos firmes hacia la democracia, presagia malos tiempos para una sociedad que por infantilizada es incapaz de reclamar su derecho a ser responsable de sí misma. Tanto tiempo sin ejercer la libertad provoca vértigo en el espíritu de los cubanos; el largo tiempo de opresión los ha hecho sumisos, incluso dependientes del régimen: han sido institucionalizados.