Desencantado con la corrupción y la ausencia de libertades, hace más de una década que Dung comenzó a escribir.
(EFE) La lucha por una democracia plural en Vietnam le ha supuesto al periodista y activista político Pham Chi Dung vivir bajo constante vigilancia policial, con encarcelamientos, arrestos arbitrarios e interrogatorios interminables.
«Llevan dos días sin vigilarme, no sé por qué, normalmente hay varios policías en frente de mi casa y me siguen allá donde voy. No se esconden porque quieren que yo lo sepa», comenta a Efe Pham Chi Dung en una cafetería junto a su domicilio en Ho Chi Minh (antigua Saigón).
Este antiguo cuadro del hegemónico Partido Comunista preside hoy la Asociación de Periodistas Independientes, que promueve la libertad de prensa en Vietnam y la implantación de una democracia plural con varios partidos políticos.
Vietnam se rige por un sistema de partido único en el que según Amnistía Internacional «decenas de presos de conciencia cumplen penas en duras condiciones tras juicios injustos».
Desencantado con la corrupción y la ausencia de libertades, hace más de una década que Dung comenzó a escribir con seudónimo en medios extranjeros y en blogs artículos críticos con el régimen, hasta que en 2012 fue arrestado y encarcelado durante cinco meses.
«No tenían ninguna prueba contra mí y terminaron liberándome. La cárcel no es un gran problema, lo peor fue que me perdí el nacimiento de mi segundo hijo», dice el periodista, de 50 años.
Dung explica que en aquel tiempo no sabía cómo articular un movimiento de la lucha por los derechos civiles hasta que en 2014 creó la Asociación de Periodistas Independientes de Vietnam y su periódico digital asociado, el Vietnam Thoi Bao.
De los 80 miembros del grupo es el único vigilado por las autoridades, pero no parece afectarle, incluso cuando sufre arrestos y largos interrogatorios en la comisaría.
«El año pasado me detuvieron tres veces, una de ellas dentro de la guardería de mi hijo, cuando fui a llevarlo por la mañana. Quieren que me sienta humillado frente a otra gente, pero no dejo que me afecte. Esa misma tarde ya me habían puesto en libertad y fui a recoger a mi hijo. Los otros padres me preguntaban y me mostraban su simpatía», relata con serenidad.
«A los policías les digo que pueden hacer lo que les apetezca, que me peguen si quieren, simplemente permanezco en silencio y al final me sueltan porque no respondo a sus preguntas», señala.
La vigilancia continua a la que es sometido tampoco parece perturbarle, lo percibe como un gaje del oficio, «algo normal».
«No me afecta en absoluto, voy donde quiero. Uno tiene que saber que le pueden arrestar en cualquier momento. Conozco a todos los policías encargados de seguirme porque no se esconden. Antes eran doce y ahora seis o siete. En los últimos meses han bajado la intensidad, creo que es por falta de presupuesto», indica.
«Solo me impiden salir de casa -prosigue- si hay alguna reunión de activistas o si representantes de alguna organización internacional de Derechos Humanos están en la ciudad».
Pese a que este año se han producido numerosas movilizaciones ciudadanas en protesta por un desastre medioambiental, aún ve a la población vietnamita poco comprometida para conseguir más derechos civiles.
«Son cosas que solo le importan al 2 o 3 por ciento de la población y en las que estamos implicadas unas mil personas en un país de 90 millones de habitantes. Creo que necesitaremos al menos diez años más para llegar a una democracia», apunta.
Al margen de lo que ocurra en Vietnam, con las disputas internas del Partido Comunista y la progresiva toma de conciencia de la población, Dung ve con interés la posible influencia de la política internacional.
Decepcionado con la visita a Vietnam del presidente estadounidense, Barack Obama, el pasado mayo, busca motivos de esperanza en la inminente llegada de Donald Trump a la Casa Blanca.
«Esperábamos mucho de la visita de Obama, pero no protestó cuando la Policía impidió a varios activistas acudir a un encuentro con él. Fue demasiado suave. Veremos si Trump es más firme», dice.