“Con unas mangueritas de agua, sin tecnología adecuada, nada podían hacer contra las llamas, ni enfriar un tanque tan enorme.”
Matanzas, Cuba (Jesús Pérez Rodríguez/DDC) – La noche del 5 al 6 de agosto fue terrorífica para muchos cubanos vecinos de los repartos Dubrocq y Versalles, de la ciudad de Matanzas. Al producirse la descarga eléctrica que incendió el tanque de combustible 52 de la Base de Supertanqueros de la zona industrial, se dispararon las alarmas entre los residentes en las comunidades cercanas. Pero a las 4:00 de la madrugada, cuando estalló el segundo tanque de combustible, el 51, se produjeron verdaderas escenas de pánico. Desde entonces, muchos han abandonado la zona.
«Sentimos una tremenda explosión y llegó hasta nosotros un golpe de calor, como una ráfaga de viento muy caliente», relató Guanchi, un mulato de origen oriental, vecino de Dubrocq, sobre la explosión del segundo tanque. «Se elevó al cielo una columna inmensa de candela. Pensamos lo peor, que todos los tanques iban a estallar, incluyendo el tanque de amoniaco, y que íbamos a morir por los gases contaminantes. Se armó la corredera y los vecinos se fueron con lo que tenían puesto», añadió.
El sábado por la mañana ya «Dubrocq y Versalles estaban casi vacíos. Algunos vecinos se quedaron para cuidar las casas y las pertenencias. Lamentablemente, los bandoleros han venido a aprovecharse de la situación y robarnos. Ya cogimos a un grandón con un sombrero de guano, que estaba robando en una casa», dijo Guanchi. «La Policía nos dijo que, al que cogiéramos robando, le cayéramos a palos y luego se lo entregáramos para meterle una pila de años de cárcel», aseguró.
«Necesitamos que termine esta pesadilla y recuperar la normalidad, pasamos las noches en vela, vigilando el incendio y las casas. Tenemos miedo que el viento cambie y baje la nube de humo tóxico sobre nuestras viviendas».
Dubrocq es la comunidad más cercana a la zona industrial. El sábado no quedaban en ella mujeres ni niños, solo algunos hombres. Wilmer, trabajador del turismo en Varadero, pidió unos días libres. «Cómo ves, ahora pasaron tres helicópteros a cargar agua de la bahía para verter en los tanques y enfriarlos. Pero eso había que haberlo hecho antes de que explotara el tanque 51, haber traído mucha espuma y haber construido barreras físicas para contener el petróleo crudo del tanque 52», se quejó.
«Me duele decirlo, pero a esos muchachitos del Servicio Militar, los bomberos piperos de los camiones cisternas, los mandaron a la muerte. Con unas mangueritas de agua, sin tecnología adecuada, nada podían hacer contra las llamas, ni enfriar un tanque de combustible tan enorme», agregó.
Se refería a los primeros bomberos que habrían llegado al incendio, muchos de ellos jóvenes que realizaban el Servicio Militar. Las autoridades han informado sobre la recuperación del cuerpo de Juan Carlos Santana Garrido, un bombero cienfueguero de 60 años de edad. Otros 16 están desaparecidos. El Gobierno no ha dado información sobre ellos.
«Luego de la explosión del segundo tanque, a las 4:00 de la madrugada, se retiraron los bomberos de la base» de supertanqueros, afirmó Wilmer. «Nosotros los paramos para preguntarles si corríamos peligro y qué debíamos hacer».
«Los bomberos hablaron con los vecinos, incluso uno que era oficial con mando. Estaban muy alterados, nos contaron que el segundo tanque había explotado y habían desaparecido dos camiones cisternas y varios bomberos, que nada podían hacer para apagar el incendio y que se retiraban para preservar las vidas», agregó.
«A nosotros nos dijeron que nos fuéramos lejos de allí para mantenernos a salvo. Estaban temblorosos y casi llorando algunos reclutas por sus compañeros muertos y abandonados».
Este incendio ha sido el mayor desastre ecológico en la historia revolucionaria. Aparte de las vidas que —según todo indica— se han perdido, queda mucho por contabilizar acerca de los daños al medioambiente y a la precaria economía cubana. Las consignas triunfalistas no salvan vidas.