Debates preparados, la histórica unanimidad en las votaciones y el lenguaje incomprensible son la evidencia que la dictadura se eterniza.
La Habana, Cuba – Acaba de concluir la sesión ordinaria de la Asamblea Nacional del Poder Popular. Las imágenes transmitidas por la televisión de los ministros y el presidente han dejado la sensación de un gobierno divorciado de la realidad.
Debates preparados, la histórica unanimidad en las votaciones y el lenguaje incomprensible de los discursistas son la evidencia que en Cuba la dictadura se eterniza.
En su turno con la palabra, el primer secretario de la Central de Trabajadores de Cuba (CTC), Ulises Guilarte de Nacimiento, dio una arenga ante el parlamento a favor del gobierno y el Partido, al decir que “la revolución podrá seguir contando con los trabajadores en los campos de batalla que sean, como siempre ha sido en estos 62 años de victorias”.
En Cuba está permitido un solo sindicato, la CTC, supeditado a la administración y al Partido. Los derechos laborales de los trabajadores cubanos son avasallados, como confirma Mario Benítez, por más de 10 años secretario general del sindicato del paradero de Playa.
Este dirigente sindical se puso del lado de los trabajadores y no estuvo de acuerdo con la implantación de la ley 522 del transporte público aprobada en 2020, que sumía en una forma de semi esclavitud al obrero. Mario cuenta que intentó defender al chofer Juan Ramírez de la ruta 55 del paradero de La Lisa, junto a otros choferes, que no estuvieron de acuerdo con la ley.
“Esta ley 522 fue el último invento del gobierno”, dice Mario, “una verdadera locura, porque modificaba el sistema de pago que existía y se aumentaba la recaudación.” Cuando realizaron la reunión de consulta con los trabajadores del paradero, Juan Ramírez se erigió líder de un grupo de choferes que rebatieron el argumento de la empresa que decía que esa ley era un nuevo sistema de pago que mejoraba las pensiones, “cosa que no era cierto, que al contrario lo empeoraba”.
“Contestamos que nosotros lo que necesitábamos era un aumento de salario y no más yugos”, continuó Juan, “pero el administrador se desentendió y dijo que se había acabado la reunión, que se recogiera en acta que era aprobada por unanimidad”.
Mario Benítez visitó otros paraderos donde se discutía con los trabajadores la nueva ley, y en todas encontró disgustos.
“El director de la empresa municipal suspendió el debate con los choferes en el paradero de San Agustín, cuando vio el apoyo que tenía Calixto Kindelan, secretario del sindicato del paradero, que estaba a favor de los trabajadores en contra de la 522. La respuesta del director fue parar el debate. Luego reflejaron en el informe que todos paraderos habían votado a favor de la ley. No estuve de acuerdo. Me sacaron del trabajo”, concluye Benítez.
En Cuba pudieran existir líderes obreros que desean velar por los derechos laborales de los trabajadores, pero muchos tiene que bajar la cabeza y sumarse a las decisiones del Partido y la administración o renunciar del sector de comercio, como el caso de Julio Mendoza, quien por muchos años fue jefe de la sección sindical de la zona comercial Siboney-Atabey del municipio Playa.
“Para lo único que servía el sindicato era para cobrar la cuota sindical. Para defender a un trabajador, o para indemnizarlo por un accidente laboral, o para mejorar su plan de jubilación, o para garantizarle los medios de trabajo necesarios y una calidad de vida laboral aceptable, no. Para eso nunca tenían tiempo, ni recursos, ni ganas. Me disgusté. Renuncié. Todo es mentira. Nadie defiende al obrero”, se lamenta.
“Ayer los vi en la televisión con sus caras rosadas y sus cuellos de buey y con su lenguaje enrevesado que solo entienden ellos, y comprendí que Cuba anda sin cabeza. Hay una inflación terrible, ningún servicio funciona y nada produce, explotó un hotel, sacan nuevas leyes que oprimen más a la gente. Nos quieren moler”.