Su dinero acaba de ser estatalizado en una Ofensiva Revolucionaria 2.0 que va a por ese dinero que creyó suyo.
Rafaela Cruz (DDC) – Imagine ser dueño de una de esas MIPYME sin conexión con el Gobierno, y que con más imaginación que recursos acondicionó la sala de su casa como improvisado supermercado. Tiene usted bajo el colchón cinco millones de pesos —no duerme bien—, obtenidos revendiendo dos contenedores de aceite que su primo de Texas pagó en Panamá a una de esas MIPYMES cubanas —estas sí conectadas con el Gobierno—, privilegiadas con patentes de importación.
Aún necesita como 17 millones más, pues a esa MIPYME «privada» con acceso a la zona libre de Colón y facilidades para entrar contenedores a Cuba, se le pagaron, y están en tránsito, 300 plantas eléctricas y 4.000 cajas de pollo. Todo con dinero del primo camionero en Houston.
Por supuesto, el primo pagó en dólares y necesita que usted convierta las ganancias a esa moneda, adquiriendo los verdes donde único pueden obtenerse en Cuba: el mercado cambiario informal… Ese era el plan.
Pero después del 3 agosto ya no puede cobrar en cash ventas superiores a 5.000 pesos, con lo que más del 90% de su facturación debe pasar —y quedarse— en el banco de Raúl Castro, pudiendo acceder a efectivo solo a razón de 5.000 diarios y mediante las cajas, no hay cajeros automáticos para usted, lo que sabe le garantiza varias horas de cola esperando ser maltratado en una ventanilla, para extraer un dinero cubano que al cambio actual en el mercado informal serían 22 míseros dólares.
¿Cómo comprará los dólares para pagarle al primo? ¿Cómo reaprovisionará su negocio o enfrentará pedidos que ya tiene realizados? Es 3 de agosto y su dinero acaba de ser estatalizado en una Ofensiva Revolucionaria 2.0 que, en vez de nacionalizar timbiriches, barberías y cajones de limpiabotas como la de 1968, va a por ese dinero que usted creyó suyo, legítimamente suyo. ¿Qué hacer? ¿A quién quejarse?
Pero no solo tiene problemas con el primo. Usted, antes de lanzarse a invertir, hizo estudio de factibilidad en el cual la mayor parte de sus cuentas se basó en precios de un mercado negro que ahora va a tener un acceso aún más restringido; no va a desaparecer, pero sí se va a encarecer. Así que usted sufrirá pensando en lo tonto que fue queriendo trabajar legal, bajo las reglas del Gobierno; sufrirá viendo cómo aquellos que se mantuvieron totalmente en negro no tienen que pagar los enormes impuestos, sí, esos que usted no pensaba declarar cobrando en efectivo, pero que ahora transitarán por el banco bajo el escrutinio de la ONAT, el DTI, el MININT y hasta las FAR.
Para colmo, tendrá que escuchar en silencio y sonriente al cliente revolucionario que llegará diciéndole que «la medida es positiva, porque así ustedes —quiso decir ustedes ladrones explotadores capitalistas— tendrán que pagar más impuestos, lo que reducirá las desigualdades y financiará salud pública y educación». Y usted lo mirará con desdén, pues el revolucionario no sabe que ahora que usted tiene que pagar más impuestos, muchos más, va a tener que subir los precios mucho más, así que el revolucionario tendrá que llamar a su hija de Miami para que le aumente su capitalista mesada… o pasar hambre, mucha hambre.
Tendrá usted, seguramente, un momento para recordar que Alejandro Gil, ministro de Economía, dijo hace pocos días ante la Asamblea Nacional que «se manifiestan igualmente distorsiones con marcada tendencia a la dolarización y, en el caso de los actores no estatales de la economía, con retención de divisas en el exterior para pagar a proveedores, sin pasar por el sistema bancario nacional», y volverá a sentir ese frío extraño en el estómago que sabe que es miedo, miedo de ver que se estaban poniendo para su negocio.
Miedo con impotencia, porque ¿qué otra cosa podría hacer usted mejor que revender lo que puede comprarle al mismo Gobierno ahora disfrazado de MIPYME?
Cuando le habló a su primo, ¡que sí sabe de bussines!, de invertir en una pequeña fábrica de materiales de construcción, le dijo que se bajara de esa nube: «na, na, na, hay que meter y sacar el dinero rápido, antes de que esta gente nos joda», le advirtió, «compra y revende, compra y revende, para que tengan poco que quitarte». Ni su primo imaginó que lo que le iban a quitar esta vez era el dinero mismo.
Pero hay que seguir para delante en lo que llega el Parole, toca ponerse, una vez más, imaginativo, porque sabe que lo último que puede hacer es poner el dinero en el banco. Así que esa mercancía que se importó mediante la MIPYME privilegiada e intocable no se venderá en la tienda donde una caja de pollo vale más de 5.000 pesos y donde tendría que cobrarla por tarjeta, por no hablar de las plantas eléctricas.
Venderá usted su mercancía en el mercado negro, mientras se inventa facturas que digan que vendió las cajas de pollo en 200 pesos. Así podrá recuperar algo y hasta hacer su aporte socialista contra la inflación.
Y aunque es verdad que esta no la vio venir nadie, se lamenta, pero se repone con energía pues, aunque el Gobierno lleva seis décadas inventando la ley y la trampa, usted lleva toda una vida escapando de esas redes… Algo se le ocurrirá. Mientras tanto, a rezar para que llegue el Parole… y no el DTI. Traga en seco, y otra vez ese frío extraño en el estómago.