La Habana, Cuba | Cuba Sindical Press – No sé ni me interesa conocer quién es, en qué trabaja, si es hijo de un “Papá” que habita en las cumbres borrascosas del poder o de un noble verdulero estafador, el joven que expresó su disposición de morir en una trinchera en Cuba o el exterior en defensa de un ripio de revolución fracasada, de ordeno y mando, el sí pero no, y el sálvese quien pueda generados por sus desastres
Tampoco me importa conocer si es ingeniero civil o militar, guardavías de ferrocarril o arriero, ni si milita en las filas de la Unión de Jóvenes Comunistas o en una fraternidad yoruba. Mucho menos si es gay o heterosexual, y seguidor de los Yanquis de Nueva York o Los Bravos de Atlanta, aunque seguro estoy que anoche no durmió pensando en que se le fue la mano al decir tal disparate.
El problema es que quién está dispuesto a morir en una trinchera no lo dice, y nunca trata de buscar de qué lado se vive mejor, sino en cuál está el deber, como dijera en otras palabras el Apóstol. Y este Jorge Miguel Gutiéz Oportunista, seguro que dejó su empleo estatal sin condiciones y mal pagado, para ir a buscar en el sector privado mejoras en ambas cuestiones.
Su patética, ridícula y cínica intervención en la clausura del XXI Congreso de la CTC el pasado martes, disparó las alarmas de otro vividor y cobarde que, para no quedarse atrás y destacarse, afirmó con voz de tiple y ventrílocuo de compañía de títeres ambulantes que apoyaba la necesidad de sindicalizar a los cuentapropistas, pues “si no lo hacemos nosotros, otros lo hacen”, como si en Cuba no persiguieran y encarcelaran a quienes ejercen el derecho a integrar un sindicato que no esté aprobado y bajo el control de la oficialista Central de Trabajadores de Cuba.
Aunque el peligro mayor no está en estos payasos ocasionales, que como quienes padecen el Síndrome de Estocolmo, adulan, se arrastran y quieren congratularse con sus secuestradores, sino en el miedo y la hipocresía que inoculan a sus colegas, que aun a sabiendas de que mienten, ven en ese comportamiento rastrero un medio para subsistir a los controles impuestas por el Estado.
Pero si en realidad indignan estas falsas actitudes arribistas y peligrosas para quienes no las imiten en Cuba, dígame usted qué sentimiento de rechazo, vergüenza y aborrecimiento provoca el de la cubana que, a salvo desde Miami, le ordenó a su madre, en La Habana Vieja, que despidiera de su paladar –abierta con dólares americanos– a un joven por expresar su desacuerdo con la farsa constitucional y otros entuertos a deshacer en esta isla de baratijas, cromañones y camajanes.
Que los espías infiltrados por el gobierno cubano en Estados Unidos hacen olas de Nueva York a Miami, desde Washington a Texas, nadie lo niega; pero que a la vista de todos en la red, se formen Comités de Defensa de la Revolución y células del partido comunista cubano por parte de vividores que huyeron buscando la libertad y espacios para vivir y respirar, resulta un golpe bajo.
Al paso que vamos, ahorita muchos cubanos radicados en el exterior dictarán las normas a seguir por los pobladores de Bollo Manso y Muela Quieta ante las violaciones del Poder Popular de ambos repartos; recomendarán el comportamiento a seguir frente a la tiranía por los habitantes de Cocosolo y Jobabo ante los llamamientos del partido para una marcha combativa contra el imperio que los agrede, y recogerán dinero en las calles de Los Estados Unidos, no para enviar comida o jabón, sino para que las autoridades adquieran medios represivos contra el pueblo.
De los cuentapropistas, asumir similar actitud a la del régimen que los desprecia y sólo los admite con límites y por necesidad de conservar el control absoluto de la nación, el pueblo en nada se beneficiará con los servicios de los emprendedores, pues sólo habrá un vencedor: El Estado. Mientras la ciudanía suma otro mecanismo de vigilancia y opresión, el gobierno se quitará de arriba la presión de medio millón de trabajadores descontentos con las medidas del poder.
“Vivir para contarla”, como dijera el Jano genial de Aracataca, Gabriel García Márquez, es lo que les queda a los cubanos que viven con decoro. Los demás, por oportunismo y cobardía, arrían las banderas de la dignidad frente al castrismo y el miguelato, y se alían, cínicos y jubilosos, a los designios, las caravanas y el circo paleolítico que lleva a sus contorsionistas, come candelas, payasos, tarugos y malabaristas a empujones, buchitos de agua y a patadas por salve sea la parte. | vicdominguezgarcía4@gmail.com