La Habana | Cuba Sindical Press – Una de las máximas no escritas de los gerifaltes del poder en Cuba es conservar los niveles de igualdad social, pero en la pobreza.
Esta fue una de las premisas en la construcción del socialismo en los inicios de la década del 60 del siglo XX y, por otro lado, representa en la actualidad una de las más perniciosas inconsecuencias del modelo económico que mantiene al país al borde de la bancarrota.
Y es que la creación de riqueza, por parte de las entidades del sector no estatal, sigue considerándose en la práctica un delito penado con confiscaciones, multas, advertencias, arrestos y clausuras definitivas de los locales donde supuestamente se incumplen las reglas establecidas por los burócratas del partido encargados de velar por la pureza ideológica del sistema.
El reciente cierre de tres restaurantes particulares ubicados en la ciudad de Camagüey, a 537 kilómetros al este de La Habana, debido a presuntas irregularidades en sus inventarios, entre otras deficiencias detectadas en las pesquisas, confirma las ojerizas de policías e inspectores hacia este sector del llamado trabajo por cuenta propia.
Los hechos atribuidos a infracciones, pudieran ser meras coartadas en una lucha por detener el avance de una gestión que supera en calidad y precios a sus pares del Estado.
Las dudas sobre los motivos de las medidas punitivas, que incluyeron el arresto de sus dueños, son válidas porque en Cuba la rigidez institucional y el abuso de poder hace mucho tiempo que son partes indivisibles de la cotidianidad.
En vez de facilitarle los medios para el desarrollo de sus actividades, las autoridades se niegan a abrir mercados mayoristas donde adquirir los insumos a precios razonables y han fijado tasas impositivas de un 50% a todo negocio que recaude más de 2000 dólares al año.
Dos razones para comprender lo complicado que resulta llegar a una rentabilidad mínima y a que aparezcan otros fenómenos asociados al caos.
Sobrevivir a esa interminable marea de prohibiciones, impuestos leoninos e inspectores corruptos es un reto que muchos logran superar casi milagrosamente o de alguna manera posicionándose en un juego de ilegalidades, creado por las mismos que ejecutan los castigos, es decir el partido y sus entidades responsabilizadas en salvaguardar los edictos del centralismo económico.
La vigencia de tales políticas y la baja probabilidad de que cambien a corto plazo, invita a pensar en un crecimiento del desbarajuste y en el número de afectados.
El empoderamiento que en un inicio se les atribuyó a los cubanos que salieran a ganarse el pan con esfuerzos propios resultó ser una hipótesis precipitada.
Raúl Castro se encargó de derrumbar el mito a golpe de arbitrariedades.
A fin de cuentas, en las dictaduras del proletariado la igualdad de clases es una condición insoslayable.
Por eso la pobreza seguirá siendo un estatus glorioso, una actitud revolucionaria, un deber patriótico y por supuesto un recurso de los mandamases para mantener el poder absoluto.