miércoles , 30 octubre 2024

Privatización o muerte

El asunto es que no existen en Cuba vías alternativas para salir del pantano de la improductividad y la ineficiencia.

La Habana, Cuba | Cuba Sindical Press – Puede ser que, en el futuro cercano, tal vez en el transcurso de este año, los caciques del partido único decidan dar otros pasos –por supuesto que nada de grandes zancadas ni saltos espectaculares– en el terreno de la descentralización económica.

El asunto es que no existen vías alternativas para salir del pantano de la improductividad y la ineficiencia. El país literalmente está a punto de un definitivo hundimiento. Las inversiones foráneas continúan siendo simbólicas, los índices de descapitalización se acercan a su punto más crítico y el monopolio estatal de producción persiste en recorrer con ejemplar exactitud la ruta trazada desde su fundación: el círculo vicioso de los falsos sobrecumplimientos y las arengas ideológicas que supuestamente crean los incentivos para salir de la crisis sistémica.

Quiéranlo o no, están obligados a despojarse, poco a poco, del corsé marxista-leninista que exhiben, con marcado entusiasmo los dirigentes y sus secuaces en las reuniones del sindicato, del partido o en cualquiera de los congresos que se organizan para alabar el pensamiento político de Fidel, repetir consignas patrióticas y, si la ocasión lo amerita, entonar las notas de la Internacional. No albergo duda alguna de la repetición de esas coreografías, pero irán quedando como telón de fondo de un pragmatismo sigiloso.

La resistencia más férrea a ese movimiento, lógico y necesario hacia la articulación de una estructura económica funcional, va debilitándose con el envejecimiento de la clase política que la sustenta. Los líderes fundacionales del fracasado proyecto revolucionario pierden la batalla contra el tiempo y la historia. Su avanzada edad debe ser asumida como la antesala del viaje al cementerio y su legado con una mezcla de pobreza, ruinas, marginalidad y desesperanza.    

Por otro lado, los mandatos de la globalización, el incremento de las medidas punitivas desde Washington y el cúmulo de problemas internos, tanto económicos como sociales y laborales, se añaden a un contexto que demanda urgentes reformas en aras de evitar mayores descalabros.

El Ministro de Economía y Planificación, Alejandro Gil Fernández, fue enfático al advertir, hace unos días, que el 2020 sería un año difícil y también de transformaciones.

Habría que ver el ritmo y el alcance de estas últimas. Si se trata de otra ronda de falsas expectativas, a concretar mediante cambios más o menos cosméticos, la situación socioeconómica se agravaría a niveles insostenibles.

Un nuevo aplazamiento en el desmontaje del improductivo sector estatal y de la puesta en vigor de leyes que faciliten la inversión extranjera, serían señales de una acción suicida por parte de los máximos representantes del gobierno.

Hay un elemento imprescindible tanto en la futura estabilización económica de Cuba como en el éxito de un programa reformista abarcador y sostenible: las buenas relaciones con los Estados Unidos.

Mientras exista el diferendo, en vías de un mayor recrudecimiento exacerbado por la abierta injerencia cubana en Venezuela y la sistemática violación de los derechos humanos al interior de la Isla, no hay posibilidades reales de salir del atolladero.

La solución de la crisis interna depende de un paquete de acciones interrelacionadas, no de prácticas inconexas y superficiales que han servido como disfraz para fortalecer los pilares de la continuidad del socialismo cuartelero.

Es lamentable que todas las oportunidades de limar las asperezas con el poderoso vecino han sido desaprovechadas por los mandamases, lo cual manifiesta el interés de satisfacer agendas sin nada que ver con los intereses del pueblo que dicen representar.

En su reciente intervención, el alto funcionario negó enfáticamente un proceder encaminado a la privatización, un pronunciamiento que anula las probabilidades de resultados plausibles en el anunciado programa de transformaciones.

La advertencia de mantener a raya la propiedad privada es parte del guion continuista elaborado en las oficinas del poder central.

Creo que al final terminarán permitiéndola en alguna medida. No descarto que estén buscando un calificativo para disimular su cautelosa implantación.

Por ejemplo, la interminable crisis, agudizada en las postrimerías de los 80 hasta hoy día, fue bautizada como Período especial en tiempos de paz, y las arbitrarias prohibiciones de salida al exterior, dictadas por la policía política, se conocen como “regulaciones”. Ya estarán barajando algún término rocambolesco para disimular el discreto, tardío, parsimonioso e indispensable tránsito de proletarios a propietarios.