La vida dentro de la entelequia revolucionaria ha sido como una carrera de maratón sin zapatillas y sobre pavimento resbaloso.
Pittsburgh (Sindical Press) – Con cortos períodos de relativa calma, la vida dentro de la entelequia revolucionaria creada por Fidel Castro ha sido como una carrera de maratón sin zapatillas y con el pavimento resbaloso. El sofoco permanente por permanecer en la lidia, a pesar de las inevitables caídas, describe una tragedia de carácter nacional, sin fecha de vencimiento y cada vez más recrudecida.
Aquellos tiempos, en que la escasez no era tan severa y el poder adquisitivo servía para cubrir un conjunto de necesidades, con menos sobresaltos, se desvanecen entre una amalgama de hechos que se traducen en una muerte en vida.
Sobrevivir de emergencia en emergencia con el acompañamiento de estrategias solucionadoras que se repiten, año tras año, en foros y plenarias sin resultados concretos, es la clave para comprender a los administradores de lo que, a estas alturas de la historia, no es ni país y mucho menos, nación. Cuba, es un trozo de tierra a clasificar como un híbrido de manicomio y campo de concentración.
En estos lares, nada funciona, todo se resume en reuniones soporíferas y decretos que avalan la continuidad de las causas de la debacle y ni hablar de los cantinfleos con visos de solemnidad, ante los picos de una crisis que escala a un ritmo extraordinariamente rápido, como el protagonizado por el primer ministro, Manuel Marrero, relacionado a los graves problemas energéticos, para los cuales no hay solución a la vista.
Los motivos de la emergencia declarada por estos días –que obviamente no es la única y que podría ser la última antes del derrumbe total de lo que queda del modelo socialista– se fundamentan principalmente en el pésimo estado técnico de las termoeléctricas y la falta de combustible.
El sumario de remiendos en las unidades generadoras no es suficiente para garantizar la capacidad operativa. Se precisa, según los expertos, de una inversión de 10 000 millones de dólares y alrededor de una década para lograr niveles de eficiencia óptimos; si a esto le sumamos el brusco descenso de las entregas de crudo desde Venezuela, la realidad adquiere un tono bastante serio.
Según datos aportados por el diario Panama Post, de los casi 100 000 barriles por día (bpd) que llegaban a la Isla durante el mandato de Hugo Chávez, el pasado mes de septiembre, apenas alcanzaron los 22000. Una tendencia con claros indicios de acentuarse.
Las partidas provenientes de México y Rusia han sido esporádicas y reducidas, un patrón que difícilmente cambie debido a las necesidades de ambos países de priorizar las ventas a compradores solventes, un grupo al que Cuba, nunca ha pertenecido. Las posibilidades de donativos y transacciones ventajosas, con préstamos a bajos intereses y facilidades de pago, son cada vez más escasas en un mundo marcado por las guerras y una crisis económica y financiera que se agrava.
Ni las ocho plantas flotantes turcas alquiladas, desde el 2019 (la última en 2023) con el objetivo de cubrir parte del déficit de generación, ni los 1527 grupos electrógenos, conectados al Sistema Electroenergético Nacional (SEN), han servido como paliativo a la demanda requerida a nivel nacional, situada en el orden de los 3 300 MW.
El pasado 18 de octubre, con la salida de la termoeléctrica Antonio Guiteras del (SEN), a causa de las averías, los cortes del fluido eléctrico afectaron a casi todo el país. En algunas partes han superado las 72 horas continuas, lo que ha generado protestas populares, fuertemente reprimidas por tropas especiales antidisturbios.
La masividad del apagón y el restablecimiento del servicio en algunas áreas, por tiempo limitado, indican lo que podría ser la antesala de un colapso definitivo.
El término Oskuristán con el que han bautizado a Cuba, en las redes sociales, define los perjuicios derivados del final distópico de un modelo que se asumió como un paradigma a escala continental.
No se trata solo de una alusión a la determinante permanencia de las sombras en un sentido literal, también de esta forma se proyectan los efectos de otras emergencias.
La redención puede que esté justamente detrás de esas penumbras, que no van a amainar, aunque salga otro espécimen, con los botones de la camisa a punto de saltar por los aires a causa del tamaño de su vientre, a largar estúpidas justificaciones, combinadas con frases del arsenal patriotero con la idea de convencer. Un desatino mayúsculo, frente a la triste realidad de sobrevivir con menos comida, sin agua, ni gas, rodeado de basurales y entre “alumbrones” cada vez más esporádicos en un sitio donde la oscuridad se impone al débil resplandor de los faroles oxidados y trozos de velas.